lunes, 19 de enero de 2009

¿EL PODER AUTORIZA A DISPONER DE LAS VIDAS?

(El Alcázar de Segovia, residencia real, contemplado desde la Cuesta de los Hoyos, zona donde se ubicaba el cementerio de los segovianos judíos. Foto tomada por Marián.
Los ojos de los judíos expulsados por los Reyes Católicos en 1492 divisarían una imagen similar, acaso desde más abajo..., si es que sus lágrimas se lo permitieron)
Ayer, Marián continuaba con andancio*. No le apetecía pisar la calle, no fuera a empeorarse. En fin, el caso es que la mañana dominical salí a dar un paseíto, por estirar un poco las piernas y, de paso, el ánimo.
Durante el paseo, me encontré, junto con su esposa, a José Antonio Abella. Si mi memoria no me falla, este escritor, escultor y médico rural, ya ha aparecido en algunas de las entradas de esta desorndenada bitácora cibernética.
José Antonio Abella hace unos cuantos años publicó una de las novelas más deliciosas que uno ha leído en mucho tiempo. Se titula Yuda y trata de la expulsión de los judíos de España, vista desde el ángulo de unos cuantos judíos segovianos. En realidad tendría que decir que se trata de una novela corta, pero tal tecnicismo, además de no llevar a ninguna parte, es irrelevante para este comentario. Lo que me queda en el recuerdo de la lectura de Yuda es el la estremecedora descripción del instante en el que los pobres judíos que salieron de su aljama** segoviana, Puente de la Estrella abajo, dejando a un lado las tumbas de sus ancestros en la Cuesta de los Hoyos, camino de Arévalo hacia el reino de Portugal, donde se les prometió asilo. (Otra engañifa, pero tampoco es el caso de entrar en ella ahora). Esta descripción mueve a la piedad por el pueblo judío, que tuvo que abandonar todo lo que disponía en esta tierra: casas, mobiliario, animales, pertenencias varias, luz, paisaje, idioma... Sin embargo, la mayoría de los judíos poderosos, los que supuestamente hacían daño a la corona católica, no salieron hacia el destierro junto a sus hermanos de religión y paisanaje. La mayoría de este grupo se convirtió al cristianismo, aunque con poca convicción en general, para salvaguardar sus inmensas riquezas.
El destierro de 1492 es uno de los tantos sufridos por este pueblo a lo largo de su milenaria biografía. No hay más que darse una vuelta por la Biblia, primero, y luego por algún libro de historia universal, para intuir que el sino de los judíos es el de vagar y vagar, como si la condición de errabundo fuera la que le definiera.
Y uno, que seiscientos y pico años después comparte la misma geografía que ellos amaron, al leer el libro de Abella, entiende perfectamente ese dolor, como de quebranto de los huesos del alma, como de rasgueo de piel que se hace jirones con un temible alfanje. La mayoría cristiana de la población segoviana, castellana, española, miró con alegría y algazara o indiferencia la decisión regia, los más acaudalados olfatearon los despojos como posiblidad de acrecentar más aún las riquezas, unos pocos piadosos (siempre los ha habido) se compadecerían (es decir, padecerían con ellos) ante semejante decisión que tuvo más de miedo y ambición e integrismo religioso (la Inquisición no estuvo lejos de la voluntad final de la reina Isabel), que de justicia o defensa del reino como se explicó al pueblo.
Cuando Hitler y el nazismo concretaron su particular modo de entender la palabra destierro, que consistió en la expulsión, no de una patria, sino de la vida, se comenzó a fraguar la vieja idea sionista ya puesta sobre el tapete de la diplomacia internacional a la conclusión de la I Guerra Mundial, es decir, entregar a los judíos un pedazo de este planeta que constituiría el estado de Israel. En 1947 la idea se materializó y los territorios del Israel bíblico, más o menos, serían los del moderno estado israelita. Como un nuevo regreso de Babilonia o de Egipto, se repobló por judíos aquella parte del globo que entonces formaba parte de uno de los protectorados del Reino Unido.
Pero aquel territorio no era, precisamente, un desierto abandonado.
De pronto, los habitantes de aquella zona se convirtieron en el nuevo pueblo perseguido. Los palestinos, que nunca importaron mucho a nadie, comenzaron a vagar de acá, allá, de la Ceca a la Meca. El caso es que los hermanos árabes hablan a su favor, pero no terminan de admitirlos tampoco. Así hemos llegado a 2009, con miles de muertos sembrando de sangre la Tierra Santa de las tres religiones monoteístas de este pedazo de sílice que gira alrededor del sol, qué sarcasmo.
Hoy, quienes fueron desterrados, quienes fueron ultrajados, quienes sufrieron de un sistemático genocidio organizado con todo lujo de detalles, han asumido el papel de verdugo, en el que se mueven con total pericia, tal y como se ha visto en estas luctuosas semanas trágicas en las que tanta muerte de inocentes ha apedreado algunas conciencias.
Hace unas horas, he escuchado al primer ministro israelita Ehud Olmert. En inglés dice sentir profundamente que hayan existido víctimas inocentes durante la ofensiva llamada Plomo Fundido, y pide disculpas por ello, y sostiene que el enemigo del pueblo palestino no es Israel, sino Hamás. Es decir, y en una especie de traducción libre: Pedimos perdón por haberles matado, pero lo hemos hecho por su bien, pues nosotros somos sus salvadores, Hamás, su gobierno, les llevará al desastre.
Junto a Mario Benedetti, en su Haiku 77, me hago esta reflexión, como quien confirma que Caín es la esencia humana:
guerra tras guerra
así transcurre el mundo
¿y la paz cuando?
José Antonio Abella y yo estamos de acuerdo en una cosa. Mientras nadie escuche algo tan sencillo como lo propuesto por Barenboim, no hay solución posible. Y ambos también coincidimos en otra pregunta: ¿Quién escuchará al director de orquesta? Transcribo, por si acaso el resumen de su propuesta, según la anoté en la entrada del día seis de enero:
La violencia palestina atormenta a Israel y no sirve a la causa; la venganza militar de Israel es inhumana, inmoral y no garantiza la seguridad. Como he dicho anteriormente, son los destinos de dos personas cuyos destinos están relacionados inextricablemente, lo que les obliga a vivir lado a lado. Son ellos los que deciden si quieren hacer de esto una bendición o una maldición.
Tal y como están las cosas, parece que los dirigentes han optado por convertir en maldición la vida en aquella tierra.
Desde hace unas horas, sin embargo, parece que aflora un rayito de sol. Hamás, siguiendo el ejemplo hebreo ha acordado una tregua. Es decir que tenemos dos treguas. Hamás ha dado un plazo de una semana para que Israel se retire de su territorio. En teoría hay una semana para que se obre el milagro. Un poco después, parece que Israel ha comenzado una retirada parcial de Gaza.
El verdadero milagro, porque sería el perdurable, sería que quienes ostenten el poder decidan responder negativamente a la pregunta que me hago y da título a esta entrada: ¿El poder autoriza a disponer de las vidas? La historia, con su contumacia inamovible, ha demostrado que quien ostenta el poder dispone de las vidas y las haciendas de los más débiles. Incluso quienes un día fueron los más débiles, al ocupar el escalón del poderoso se revisten de la misma prerrogativa, y olvidan que un día fueron esclavizados, deportados, perseguidos, torturados, asesinados, reducidos a escoria o escombro, hacinados sus cadáveres famélicos en fosas comunes...
__________________
* Según la RAE, andancio es enfermedad epidémica leve. El descubrimiento de esta palabra se lo debo a José Antonio Molledo, ya que es un vocablo más bien utilizado en la zona palentina y cántabra. Sin embargo la RAE, al menos en la versión digital de su diccionario, no especifica que se trate de un término que use con preferencia en dicha parte del territorio.
** La tercera acepción de aljama en el DRAE es la de morería o judería.

6 comentarios:

S.C. dijo...

Hola Amando.
No me olvido.
Pero esta semana no puedo.
La siguiente hablamos.

Anónimo dijo...

Se nos amontonan las tareas, creo que tengo Yuda en casa, aunque no recuerdo haberlo leído. Lo revisaré.
Nada en esta vida es blanco, nada en esta vida es negro, ni siquera gris. Tolerancia es una palabra que los seres humanos no acabamos de infiltrar en nuestros corazones.
Somos incapaces de ponernos en el lugar del otro al cien por cien.
Así nos van las cosas.

Anónimo dijo...

Buena nota, Amando. Ya te ecribo por el otro lado.
Abrazo

AD

Amando Carabias dijo...

Tomo nota SC.

SBV, ya sé que no es obligatorio contestar, pero me parece lo mínimo ya que os molestías. Uno no llega a la categoría de otros autores. El libro de Yuda, se lee en un par de tarde. José Antonio escribió una maravillosa historia en pocas páginas. En serio que es maravilosa.

AD: Gracias.

Anónimo dijo...

Buscaré Yuda. Gracias

Amando Carabias dijo...

"Yuda" está editado por Caja Segovia, dentro de la colección Tertulia de los Martes.
Gracias por tu visita.