miércoles, 14 de enero de 2009

LA LLEGADA DE LA POSTAL (A Luis Javier Moreno)

Enfant au pigeon. (Niño con paloma). Fragmento.
Pablo Ruiz Picasso. 1901
Tengo la manía, como tantas otras, de coleccionar felicitaciones navideñas. En realidad no las colecciono, alguna vez las coleccionaré, ahora simplemente las almaceno, van ocupando espacios diversos por la casa hasta que alguien me dé el alto y diga, basta.
Nunca me había llegado una como ésta que me ha enviado Luis Javier Moreno. Es la reproducción de un cuadro maravilloso del malagueño, de su primera época. Un cuadro lleno de poesía lírica, tierna y melancólica, que esconde, sin embargo, la honda tristeza de un futuro, el del niño, que no parece halagüeño. Ser niño y aparentar tanta tristeza se soporta difícilmente.
Me ha gustado porque tiene poco que ver con la imagen tradicional de las fechas que hemos dejado. Lo cierto es que me ha llegado ayer mismo y, en realidad, el poeta amigo no me felicita la Navidad sino que me desea un feliz año.
Luis Javier, es un fino poeta que, entre otras cosas, obtuvo el galardón en la primera convocatoria del Premio Gil de Biedma, allá por 1992. Cuando leí aquel libro, comprendí que la poesía de Luis Javier gozaba de los espacios que nacen en el corazón y concluyen en la mirada, unos espacios más bien cubiertos por silencios o suaves melodías, quizá partituras de Bach, por ejemplo fragmentos del Clave bien temperado, o trozos menos luminosos, como los nocturnos de Chopin. Luis Javier, además de ser profesor de literatura, es un excelente catador de pintura, especialmente pintura contemporánea. Y en ese libro por el que fue galardonado hace tantos años conexiona ambos artes. Esta obra, El final de la contemplación, se convierte en un caprichoso museo organizado por el poeta donde contemplamos no sólo cuadros, sino pintores y posibles pintores que contemplan cuadros que pintaron otros.
Años después, Luis Javier viajó a EEUU becado por una universidad norteamericana sita en Iowa, sino estoy en un error, en un programa dirigido específicamente a escritores que eran becados para que en el ambiente universitario y rodeados de otros colegas concluyeran algún libro o algún proyecto literario. En el caso del segoviano se trataba de un poemario. Allí se codeó con norteamericanos, franceses, mexicanos, colombianos, vietnamitas... Uno de los frutos de su estadía yanqui fue un tomo de su diario que tituló La puntada y el nudo, editada por la Tertulia de los Martes, fue mi primera aproximación al género diarístico que hoy está tan de moda. Me pareció, entonces, un libro interesante, pero alejado de mi propia actividad como escribidor. ¡Ay, si me hubieran dicho aquel verano que todos los días procuro esquiciar la huella que su paso deja en los latidos de mi corazón...! Entonces pensé que aquello era ajeno a mi persona y no hice mucho caso, hasta que llegó a mis manos un tomó del de Andrés Trapiello, pero esto es otra historia.
Justo antes de las navidades, me releí este diario y me sorprendió la frescura que atesora. Probablemente para el propio autor será ésta una afirmación extraña, pues es fácil que para él mismo los acontecimientos que allí se cuentan sean vaguísimos recuerdos de un tiempo que huyó a lomos de los vendavales de la vida.
Cuando me ha llegado la postal he descubierto en los ojos del niño que pintó Picasso la mirada lánguida de la melancolía, una mirada de una ternura desmesurada que la posición de sus manos engrandece o agiganta. Sus manos que acarician más que llevan la paloma blanca, esas manos de las que brota como una oración musitada, esa paloma que, quizá, se convirtió, tiempo después, en la famosísima Paloma de la paz, ésa que no sobrevuela aún Palestina.
Pero lo que me ha sorprendido es que Luis Javier me haya enviado esta postal. No porque la haya enviado, sólo faltaba, sino porque su timidez y pudor no le hayan avisado de que este cuadro es un retrato de su propia alma, o de un fragmento de ella, al menos. Han descubierto mis hipermétropes ojos en la mirada infantil, el rastro de su propio mirar adulto.
Y por ello sigo con la postal aquí delante, porque me sorprende que Picasso hace ciento ocho años, conociera la luz, algo mate, de los ojillos de un poeta castellano que es pura melancolía en su mirar tierno. Siempre, a pesar de la sonrisa. Pura bondad contenida en cientos de hermosos versos...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

esquiciar.

(De esquicio).

1. tr. Pint. p. us. Empezar a dibujar o delinear.

Siempre tengo que buscar alguna palabra en el diccionario de la RAE, aunque no espero que llegues al nivel de pasapalabra.

Creo que me animaré a visitar el libro de juan manuel moreno "El final de la contemplación"

Amando Carabias dijo...

Harás bien. Hay preciosos poemas, que tú, con tu conocimiento sobre la pintura podrás entender mejor que la mayoría que se nos quedan en imágenes posibles. Luis Javier lo agradecerá.

Adrian Dorado dijo...

esquicio poner orden a partir del arte, con las lineas, el dibujo...si, si, cósmos. A la inversa el desquicio es despelotar la cosa, caotizarla.
Curioso que hoy, ambos nos metieramos con los chiquilines, mira que coincidencia.
Sigo con mis sushis, llega la hora.
Pasaba, pero veo que ya has tenido compañía, reconforta, claro.
Abrazo