miércoles, 30 de marzo de 2011

Más vale...


Por no perderlo, porque no se me escapara, porque no sufriera los embates del frío, del viento, de la lluvia, de la escarcha o del hielo, ahora sólo hay noventa y nueve pájaros volando, el otro se me murió de tristeza, preso en mi mano, y no sé dónde enterrarlo.

domingo, 27 de marzo de 2011

II Día Internacional de la Poesía en Segovia. (Crónica)



A pesar de ser tan temprano para un sábado, estoy fundido. Empleando la terminología de una amiga, obviamente canaria, diría que estoy hecho gofio, pero estoy contento.

La jornada que hemos pasado para conmemorar el II Día Internacional de la Poesía de Segovia, ha sido maravillosa. He madrugado muchísimo para aprovechar el día y para continuar el empuje que ayer, como un vendaval, me animó a rematar lo que ahora me traigo entre manos.

Sólo conocer a otros poetas (y sus familias) que vienen de otras partes de España e incluso del extranjero (este año el venezolando residente en Nueva York Miguel Ángel Agostini) y reencontrarse con otros que conocimos el año pasado, merece la pena. Y así ha sido. Y ha sido, como muy bien ha dicho al final de la tarde Pedro Sevylla de Juana, porque en Segovia tenemos a Norberto García, y quizá fuera necesario que en cada ciudad, en cada localidad exista una persona así, tan trabajadora, generosa en el esfuerzo y sacrificada. Con individuos así todo es posible, y si no lo es, lo parece.

El día ha comenzado con el encuentro en plena Plaza Mayor de Segovia, a la una menos cuarto de la tarde. La idea era citarnos allí para descender hacia la próxima Casa-Museo de Antonio Machado. Y la primera noticia gozosa ha sido conocer a uno de los benjamines del acto, un chaval de Segovia, Gonzalo García Arahuetes, que estudia en Madrid (tímido como un jilguero, alto como una torre y educado como un príncipe). Junto con Laura Vázquez (que sólo ha venido al recital, ya que también actúa en el grupo Tempus), repito, eran los más jóvenes del día. Pero ha habido también otros poetas jóvenes venidos de Madrid, Valladolid, Murcia… Y esto quiere decir que hay savia siempre que viene detrás de nosotros, los que somos humildes gotas en un cauce de milenaria extensión.

La jornada, ventosa como casi todos los días de esta semana, sin embargo, ha sido muy luminosa y de temperatura agradable (no como ahora mismo en que está jarreando con energía y determinación, como si fuera necesario lavar urgentemente las culpas o las penas).

El tamaño de la Casa Museo de lo que fue pensión del poeta sevillano durante doce años en esta ciudad, no permite muchos alardes, así que la visita se ha dividido en dos grupos. Quienes hemos decidido entrar en el segundo, nos hemos ido de paseo camino del Alcázar distrayéndonos en esquinas, recovecos, paisajes, placas… Guía improvisado ha sido Jesús Pastor que con su habitual buen humor y vitalidad, así como su verbo bien fluido, nos ha desvelado unos cuantos detalles de las calles que pisábamos. La mayoría, no todos, relacionados con la literatura. Hemos admirado la torre románico-bizantina de San Esteban, parte de la fachada renacentista del Palacio Episcopal. Hemos escuchado sobre los paseos de San Juan de la Cruz, nos hemos asomado al balcón que se abre en los jardines de Fromkes para contemplar El Parral, Zamarramala, parte del convento de los carmelitas, hemos aprendido por qué las puertas de las canonjías se cerraban por las noches y cómo las mujeres lo suficientemente feas podían atravesar sus puertas una vez oscurecido –y ello a juicio del centinela que hacía de cancerbero-, hemos visto la placa que sitúa la casa donde estuvo la primera imprenta de España, la que imprimió el primer libro en nuestro país, El Sinodal de Aguilafuente (pueblo de esta Provincia), hemos visto casi de lejos el barco del Alcázar y hemos subido nuevamente hacia la calle Desamparados, justo a punto para nuestra visita.

Siempre que voy a la Casa Museo de Antonio Machado me emociono. No lo puedo evitar. Hoy también. En poco tiempo (y gracias a circunstancias literarias todas ellas) he estado en ella tres veces muy seguido, pero da lo mismo. Siempre me emociono.

Es inevitable.

Sólo pisar los desgastados escalones de madera (quizá me traen recuerdos de las escaleras que había de subir todos los días para entrar en casa después de salir del colegio), supone una vibración especial para mi ánimo. Muy positiva.

La guía que nos ha explicado este lugar es una joven encantadora, educadísima y que hace su trabajo con entrega y dedicación. Con un criterio realmente encomiable la Academia de Historia y Arte de San Quirce (heredera de la Universidad Popular que, entre otros, formó el propio Machado durante su estancia en la ciudad) ha optado por mantener la pensión tal y como debió vivirla don Antonio. Los mismos techos bajísimos, alguno de los poetas tenía que encogerse un poco, la misma cocina, la misma distribución…

A medida que nos adentramos por sus pasillos y nos acercamos al corazón de la vivienda que no es otro (al menos para mí) que la habitación del poeta, siento que esa emoción a la que me refería aumentaba y se intensificaba. Como siempre.

Después de la visita y de la comida (agradable, distendida, amena como no podía ser de otro modo teniendo por contertulios a Santiago López Navia, Norberto, María Jesús (su esposa) y por otro lado a Benito y Carlos (Gonzalo y Alberto me pillaban más lejos), nos hemos acercado hasta el Teatro Juan Bravo, donde se ha celebrado el recital.

Cuando durante la comida, Norberto hablaba de que podría asistir mucho público, aunque me he callado, he pensado que era muy optimista, pero al ver la cola que se había formado a la puerta, me he quedado un poco asustado, la verdad. No es que se haya llenado el teatro hasta la bandera, como es lógico, pero el patio de butacas sí lo ha hecho y aunque nuestro teatro es pequeño, es un número interesante.

Foto del grupo de poetas que recitamos en el acto.
Tomada del blog de Norberto



Después de hecha la foto junto a la estatua de Antonio Machado, y ocupado nuestro lugar, con puntualidad casi británica ha comenzado el acto, con un número especial de ilusionismo a cargo de Iván Asenjo, jovencísimo mago segoviano que tiene unas cualidades indudables para llenar el escenario. Él sólo ha llevado a un número importante de seguidores, que han seguido todo el acto con atención, diría yo, por lo que he observado, aunque de no ser por Iván, quizá no habrían ido al teatro. Al concluir la actuación de pocos minutos, ha empezado el recital propiamente dicho.

Creo que con acierto, Norberto había dispuesto a los poetas en tres tandas de once cada una de ellas (al final han fallado algunos de los seleccionados por razones muy justificadas y de última hora), y entre tanda y tanda ha habido alguna actuación que sirviera de relax para la atención. Hay que reconocer que treinta y tres poemas seguidos, aunque no sean muy largos, pueden indigestarse a cualquiera. En la primera tanda estaba mi lectura. Cuestión puramente alfabética. Podría hablar de cada poema, de los treinta y tres, de cada poeta, pero me eternizaría. Sólo sé que la calidad ha sido buena y, en algunos casos, especialmente sobresaliente, al menos para mi gusto; pero como sobre gustos todo es opinable, me la ahorraré por obvias razones. Sólo comentaré que es una pena que –en algunos pocos casos- los nervios hayan atenazado tanto al poeta que la lectura de sus versos haya perdido parte de la fuerza que tiene su lectura en el libro conmemorativo que se ha editado como recuerdo de este acto. Entre tanda y tanda se han sucedido las actuaciones. Después del primer grupo, ha actuado el grupo Tempus. Este quinteto femenino de estudiantes del Conservatorio, formado por piano, flauta travesera, violín, contrabajo y guitarra, ha ofrecido una versión de parte de la Banda sonora de El pianista y de algunos temas de los Beatles, mejor dicho, han enlazado al grupo de Liverpool después de haber hecho una magnífica y entrañable versión de Imagine de John Lennon. Tras el segundo grupo, ha habido un número de ballet, otra breve actuación de Iván Asenjo (que se ha atrevido con el tradicional truco –para mí siempre imposible- de meter en una caja que se hace diminuta a una chica a la que ha atravesado con dos espadas, para luego aparecer indemne a nuestros ojos) y el cantautor Paco Bravo ha cantado dos canciones cuyas letras eran dos poemas de Norberto, lo que ha debido ser una sorpresa para él. Por fin, después del tercer grupo de lectura poética, el acto se ha cerrado con una nueva actuación de Iván quien acompañado por la música de fondo de Tempus ha leído un poema sobre magia que le ha escrito un amigo suyo llamado Alberto. Todo un detalle por su parte, un detalle que ha rematado con un hermoso número muy visual.

He estado muy a gusto, muy tranquilo, disfrutando del hecho de que la poesía sea el centro por un día. He procurado atender con detalle a todas las lecturas. En todos los poemas he encontrado algo de valor, algo que ha llamado poderosamente mi atención. Unos me han gustado más que otros, como es obvio, pero en general, repito, la calidad ha sido alta y ha habido una buena variedad de estilos, lo que podría definirse como una buena panorámica de la poesía en España.

Han estado muy presentes los blog en este encuentro, pues una parte no pequeña de los participantes tenemos el nuestro y, algunos de ellos, ya les conocía de sus trabajos por la Red.

Si puede servir de alguna clase de indicativo, a quienes he saludado, quienes se han acercado para saludarme (y ahora me refiero a personas ajenas a la creación poética y a los blog), me han manifestado que el acto (después de algo más de dos horas) no se les ha hecho largo y, por el contrario, les ha gustado mucho. Es cierto que si se han acercado es que venían predispuestos, pero aún así los riesgos son evidentes.

Después de las inevitables despedidas, nos ha recibido la calle con el vendaval arreciando, y repleta de personas. Sábado por la tarde noche, centro de la ciudad, multitud de visitantes con motivo de la V Media Maratón Ciudad de Segovia, los poetas desapareciendo, perdidos en la multitud, buscando, acaso, versos en la mirada y en los gestos de quienes se cruzan con nosotros… Al fin y al cabo, como insinuó Vicente Aleixandre, escribimos muchas veces para quienes no nos leen...

(Más reseñas sobre la jornada, hasta este momento:
Blog "El letargo del Paisaje" de Estefanía Rodríguez
Blog "Al silencio de tu sonrisa" de Benito García González
Blog "CACHIYCALACALA" de Carlos Blanco

miércoles, 23 de marzo de 2011

II Día Internacional de la Poesía en Segovia.

Cartel conmemorativo y que anuncia el acto


Parece que no ha pasado el tiempo... Un año... Nada menos. Ya está aquí la II edición del Día Internacional de la Poesía en Segovia. Han pasado los días con todos sus afanes y de nuevo un grupo de locos poetas nos juntaremos, esta vez en el Teatro Juan Bravo, para celebrar la Poesía.
Para más información os remito al blog que lleva Norberto García organizador y alma de este evento. Este año no contaremos con sus versos, ha decidido limitarse a tareas organizativas y de coordinación para mover todos los hilos que son menester mover en este tipo de actos.
Como es de bien nacidos ser agradecidos, desde aquí también quiero agradecer a la Diputación de Segovia, Ayuntamiento y Caja de Ahorros que hayan ayudado y patrocinado el acto facilitando el Teatro, subvencionando la impresión del libro en que figuran nuestros poemas, carteles, etcétera.
La mayoría de participantes en el recital, previamente, hacia la una de la tarde, habremos visitado la Casa de Antonio Machado, posteriormente habremos compartido comida y por último, justo antes de entrar en el Teatro, nos habremos fotografiado ante la estatua que de don Antonio está a la puerta del Juan Bravo.
A las cinco y media de la tarde está previsto el inicio del recital (que también contará con actuaciones musicales a cargo de Paco Bravo y el grupo Tempus y con la actuación del mago segoviano Iván Asenjo).


Foto de la estatua de Antonio Machado junto al Teatro Juan Bravo
de Segovia. Tomada del Blog de Norberto García

Aquí podéis la noticia que publica El Adelantado Digital.
Y en este enlace la que publica El Norte de Castilla que se ilustra con esta fotografía de A. Tanarro.


Aquí dejo las imágenes de la rueda de prensa que se celebró al efecto, rodada integramente gracias al buen hacer de la esposa de Norberto, y que se pueden ver también en el blog de Norberto y en youtube.






En fin, que os esperamos con los brazos abiertos y esperemos que esa tarde se pueda disfrutar de la poesía. Como os podéis imaginar, la entrada es libre hasta completar el aforo.

lunes, 21 de marzo de 2011

Quisiera seguir siendo ese poeta iluso



Un sudario esparcido por el planeta no puede acunar

los gemidos que callan en los cuerpos de los muertos,
y mis manos se pierden en mentiras,
en aciagas peleas baladíes
contra mis otras manos.



Es como si el planeta hubiera iniciado
un rito funeral en que todos los jinetes apocalípticos
decidieron picar espuelas a sus monturas:
y sólo es necesario que echemos las pupilas
sobre cualquier portada de un periódico.

No es mi deseo ser vocero de la muerte,
ni aprendiz de profeta de catástrofes y destrucciones,
quisiera seguir siendo ese poeta iluso
que persigue el acento de la sexta
en mitad de un ocaso insuperable,
pero hoy no me es posible,
ni un sudario esparcido por el planeta puede acunar
los gemidos que callan en los cuerpos de los muertos.


Ante esto, mis metáforas, las que hoy había comprado,
han decidido ahorcarse,
sobre el teclado negro de mi equipo
(y tampoco es metáfora el color citado).


Sólo tengo esqueletos y sufrimiento sobre los dedos
y una mirada turbia por las lágrimas
que no podrán limpiar la carne tumefacta.
Mientras tanto las voces se columpian en discursos

que sólo se preocupan por el nikei y por el petróleo
y sólo importa el PIB
de la Isla aunque sus vivos se suiciden,

y hablan de dictadores
enviando aviones de combate y sangre, mientras

ni un sudario esparcido por el planeta puede acunar
los gemidos que callan en los cuerpos de los muertos.



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sábado, 19 de marzo de 2011

En la Librería Diagonal.

A la puerta de la librería Diagonal con Fuencisla, su propietaria


Ayer por la tarde este escribidor volvió a salir de su rutina y cumpliendo con la invitación que le había hecho tan desinteresada y entusiastamente Fuencisla, la propietaria de Diagonal .
Antes de las siete de la tarde, hora prevista para el comienzo de la lectura, me presenté en la librería, con la ilusión renovada de los jóvenes. Como he escrito en otra parte me hizo recordar, y lo hablaba con Antonio, el marido de Fuencisla y quien introdujo el acto, los tiempos del Grupo Hominis (allá por 1981 y 1982), cuando recitábamos en semanas culturales, algún acto cultural de algún Instituto, Colegio o Asociación.
Previamente a la lectura he estado charlando con dos o tres de los espectadores de cuestiones verdaderamente interesantes, compartiendo experiencias.
Sucede con frecuencia que este tipo de actos dan pie para generar encuentros y situaciones inesperadas y fantásticas que a la vez son puertas para nuevos proyectos.
El acto se ha desarrollado en dos partes. Tras una introducción en la que he explicado la génesis del libro, he recitado una docena de poemas, quizá alguno más del libro. Había llevado seleccionados una quincena o así, pero hubieran sido demasiados...
A medida que pasaban los minutos, lejos de percibir en el semblante de los asistentes cansancio o tedio, me he dado cuenta que el interés aumentaba, así que me he ido sintiendo mucho más cómodo. Hasta tal punto que he llegado a leer Luz sin piel de la tarde, sin duda el poema más doloroso e íntimo de este libro.
Después de unos cuarenta minutos de lectura, hemos estado dialogando sobre variadas cuestiones. En esta semana, como si fuera el estribillo de sus días, he tenido la suerte de reflexionar a menudo sobre la esencia de la poesía, hasta en la Tertulia de los Martes en que se habló con Óscar Esquivias sobre relatos, novelas, etcétera, también se habló sobre la poesía, sobre la diferencia que puede haber entre ésta y los otros géneros.
Se me ha preguntado por esta capacidad que tiene la poesía de pasar del yo más personal, a las experiencias más generales.
Rafael Martin, un poeta y rapsoda de Trescasas -municipio vecino a Segovia- que ha regresado a Segovia después de haber trabajado en Vitoria y Barcelona, me ha preguntado sobre si la poesía es la manifestación más pura, clara y elevada de la literatura.
Creo sinceramente que en esa pregunta hay encerrada muchas otras cuestiones y quizá en su respuesta esté la explicación de por qué la poesía es un género tan poco leído, mejor dicho, leído por tan pocos, que no es lo mismo bajo mi humilde criterio.
También se ha hablado de lo fundamental que debían ser los padres y los profesores para que el niño tuviese acceso a la poesía desde pequeño, para que cuando llegue el momento también se pueda convertir, si es su gusto, en lectores de poesía.
Ha habido, de paso, reencuentros con viejos amigos que hacía años no veía, a pesar de compartir la misma ciudad.
Ha sido una tarde preciosa, pasada en un ambiente propicio para los versos, me parece. Una tarde que ha servido de buen analgésico para otros dolores, porque ni siquiera semejantes cosas podrán con esta ilusión y con estas ganas...
Para finalizar, agradecer públicamente a Fuencisla y a Antonio que hayan tenido esta iniciativa conmigo y con este libro. Realmente, he de reconocer que soy muy afortunado.

viernes, 18 de marzo de 2011

Sólo cuando hay aludes de pestañas





Hay una nube de odio y de tristeza
en el cuenco de luz de la mañana,
nube que amenaza con
resquebrajar el muro de los días,
convertir en esquirlas el revuelo
punzante de la estrella;
no hay nadie que nos salve
de la hostil refracción de aquella luz,
ni de la sombra de un vampiro ahíto
de sangre de nenúfares.
Pero disimulamos como un jersey
que nos sonríe dentro de una horca o,
como si fuéramos el signo abierto
de un paréntesis mal dispuesto dentro
del discurso del alba…
Sólo cuando hay aludes de pestañas,
tras una madrugada sin tu espalda,
protesta la fatiga descosida
sobre mis pantalones de azucenas,
pero he de conformarme con matar
el contorno de sombras sin vestidos
y sufrir el dolor de la locura.

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martes, 15 de marzo de 2011

Un micrófono (Crónica suigéneris de la presentación)

Foto Javier Gil
El hombre que estuvo ayer delante de mí no tiene muchos ánimos para escribir nada de lo que sucedió en este salón que ahora está a oscuras. Hay demasiados acontecimiento gravísimos en el mundo que le impiden concentrarse para hablar de lo suyo, de esos versos y esas palabras que salieron de su boca y de quien lo acompañó.
Hay lugares que parecen muy lejanos de este espacio en que están sufriendo una destrucción que no concluye, más aún, que parece estar llevando a una situación de Apocalipsis a una zona que ha sufrido mucho a lo largo de la historia. Empiezan a sonar palabras terribles en el mundo, y a él le parece que lo de ayer es menos que una brizna de aire…
Pero a mí me parece que, a pesar de todo, no está mal dedicar algunas líneas a este asunto.
En esta sala, que se controla perfectamente desde la altura en que estoy, y desde donde habitualmente recibo la voz del Presidente de la Diputación de Segovia, ayer, antes de las siete de la tarde, el bueno de José Luis encendió las luces. Y me sorprendió, porque no es lo más habitual que a esas horas de un lunes haya nadie incordiando este silencio oscuro y escondido.
Fueron llegando personas. Junto a mí, una mano más bien rechoncha y poco estilizada, dejó unos delgados libros cuya cubierta me pareció muy cálida y atractiva. Pero no se sentó. Tuve tiempo de detenerme en quien se iba aposentando en las diferentes butacas del salón. A algunos ya los conocía, no son extraños aquí, pero a otros es la primera que los veía. O al menos no los recordaba de otras ocasiones. Apareció hasta a una niña de muy pocos años. Aún no sabía lo que ocurriría, pero notaba el ambiente diferente al de otras ocasiones. Un ambiente más relajado, casi festivo. Como si todo el mundo se conociera o conociera a quien ahora se niega a escribir sobre sí, y proyectó sobre mí el aliento de su voz.
Siempre que alguien se sienta por vez primera frente a mí, sucede igual. Y él no iba a ser más inteligente. Quería empezar a hablar y apretó el pequeño interruptor que tengo en mi regazo. (Convendría quizá aclararles que soy un poco diferente a los humanos, soy una cabeza, un cuello estrecho y largo, un regazo redondo y un solo pie en forma de cable que se une a un enchufe que no veo). Digo que pulsó el botón y se encendió la luz roja. Intuyó que algo iba mal, pero no supo qué. Menos mal que se acercó Javier, que conoce bien mi funcionamiento y le explicó que si se me enciende el pilotito rojo estoy obturando la salida de sonido del resto de mis hermanos. Para que la voz que llega a mi cabeza resuene en la sala es necesario que se me encienda el pilotito verde, y para eso hay que apretar el interruptor en el centro, suavemente, hacia arriba, como hizo Javier…
El caso es que la cara de este hombre me sonaba. Yo le he visto más veces en estos años; pero nunca aquí arriba… No, no… Hace diez años ya estuvo en esta parte, presentando una novela. Sí era él, pero entonces estaba más gordo que ahora, y usaba barba completa, y traía corbata y traje…, pero era él, seguro. Seguro que era él… Normalmente, cuando está por aquí, suele estar sentado ahí abajo, como mucho, cuando hay poetas por aquí lo he visto acercándose a saludar a algunos, a pedir firmas… Ayer no. Ayer ha ocupado la presidencia… Pensé, ‘Será osado y atrevido, como se enteren…’ Pero al fondo vi a personas que quizá debieran enfadarse con él, y le sonreían… Me quedé más tranquilo. No había usurpado ningún lugar que no le correspondiera, al menos por un rato…
Pronto empecé a comprender, iban a hablar de ese libro de pastas naranjas, que me llamaba tanto la atención. Y el otro señor que estaba a mi izquierda iba a ser el encargado de empezar. Sí, definitivamente me quedé tranquilo, dio las gracias a la Diputación por haberle facilitado el salón, por haberle comprado algunos libros, porque estaba como en su casa. Los que estaban sentados (los conté poco más de treinta personas) sonreían. Sí le debían conocer. Me di cuenta que podría estar tranquilo. No hablarían de los asuntos que normalmente se suelen escuchar en esta sala. Dijeron que hablarían de poesía. Su voz me llegaba tranquila y segura, como si tuviera muy bien pensado lo que iba a decir, y eso que no vi ningún papel en su poder, salvo el libro. Al principio estaba un poco más serio, pero me pareció que estaba más bien pendiente del fotógrafo que mandaron los del periódico. Creo que observaba con el rabillo del ojo derecho, cómo el fotógrafo manipulaba uno de los ejemplares del libro y lo colocaba de tal modo que se le viera justo delante de su perfil, para construir una foto en que se viera al poeta y a su libro.
Foto El Adelantado
Cuando el otro señor, a quien llamó Luis Javier Moreno, tomó la palabra, me di cuenta que se relajó completamente, y se dedicó a escuchar las palabras que decía este hombre, que había traído, él sí, unas notas escritas en un par de octavillas manuscritas. Me pareció que a medida que Luis Javier hablaba, el autor se estremecía y pensaba que eran un tanto exageradas las palabras que se decían. Comenzó diciendo que le había sorprendido la poesía del escritor, pues conocía su prosa, pero no sus versos. Y que le había sorprendido muy agradablemente, porque esta tierra –según él- era escasa en escritores. Escuché hablar de trabajo, de dedicación, de mucha elaboración, de mucha calidad formal, de una estructura del libro muy pensada y muy acertada. Y que algunos poemas le habían encantado especialmente. Y sí debía ser, porque pude ver desde mi altura que algunos de ellos estaban marcados con aspas, o levemente subrayado.
Al terminar sus palabras, supe que me había llegado la hora de trabajar. El llamado Amando volvió a lanzar su voz sobre mi cabezal y yo, obediente, amplifiqué sus ondas para que todos cuantos estaban tan atentos escuchasen sin problemas. Me sorprendió la tranquilidad con la que habló. Se le notaba preocupado por vocalizar bien, que se le entendiera. Me parece que una señora que había sentada en la primera fila era culpable de tanto cuidado. Quizá no oyera muy bien. A esa señora se le veía especialmente feliz, como si tuviera mucho que ver con él. ¿Sería su madre?
Aprovechando las últimas palabras de Luis Javier, habló primero sobre la importancia de los lectores para cualquier poeta, y cómo él había contado con ellos desde que empezó a publicar los poemas en su blog. Esto me sorprendió. Normalmente no suelo ampliar frases de este tipo. Me pareció raro que se publicaran poemas ya públicos de algún modo, pero seguí a lo mío, sin interferir en el discurso. Habló de los sábados, cuando Internet lanzaba a sus ondas los versos que semanalmente publicaba. Habló de la fidelidad de algunos de sus lectores. Y dijo –seguro que fue un farol suyo, no sé si creérmelo- que había tres personas en la sala que habían venido desde otras ciudades para este acto. Pero pronto tuve que convencerme de la veracidad de sus palabras, porque hubo tres mujeres que sonrieron de modo muy especial. A continuación dijo que durante este tiempo aprendió muchas cosas relacionadas con la poesía, y que los blog se están convirtiendo en buen refugio de los poetas.
Sentí que se empezaba a emocionar. Algo en la vibración de su voz me advirtió del asunto. Comentó que al igual que hace treinta años, fueron personas ajenas las que le empujaron a publicar el libro. Parece que hace treinta años una profesora suya, Cristina Guerra que debía ser esa otra señora que estaba sentada en la segunda fila, fue quien le convenció, y que ahora han sido dos amigas que estaban en la sala una venida desde Málaga y la otra compañera de trabajo. Después de revisar aquellos poemas de los sábados y corregir algunos, los ordenó y formó la estructura del libro.
Cristina Guerra y Amando,al finalizar el acto. Foto Ángeles Hernández
La emoción se acercaba cada vez más a la garganta. Detuvo unos segundos el discurso y bebió agua. Cogió el libro en la mano y comenzó a hablar de él. Del objeto que sujetaba. Alabó el trabajo de su hermano –tal y como miró a cierta parte de la sala, me pareció entender que era aquel señor de americana en tonos verdosos y sonrisa amplia-. Sí estaba emocionado. Creo que a pesar de sus intentos, no lo pudo disimular, y yo me encargué con fidelidad de transmitir hasta el más pequeño recoveco de su voz.

Mariano Carabias, José Antonio Abella, Luis Javier Moreno. Foto Ángeles Hernández
Pero al acabar aquella parte, noté que la calma volvía a él.
Por fin iba a leer algunos de sus poemas…
Creo que me gustaron, pero tengo órdenes estrictas de no emitir mi opinión sobre este asunto. Me di cuenta de que no tenía preparados los poemas. Improvisaba. Empezó por el primero del libro y luego iba pasando páginas. No sé si estoy autorizado a explicar que algunos no los leyó, porque sabía que al recitarlos se entenderían peor, que algunos poemas es mejor leerlos que recitarlos, por su construcción, por el tipo de versificación… Creo que se equivocaba, pero… Luego siguió leyendo de la primera parte. Ésa que según dijo hablaba del mundo, del dolor, del sufrimiento, de las cosas tan terribles que les suceden a algunos seres humanos. Recitaba con calma, pero sin exagerar. No, no es un rapsoda, indudablemente.
Abajo, entre el público, se notaba tranquilidad. Algunos rostros sonreían, casi parecían embelesados, otros empezaban a cargarse de aburrimiento. Casi seguro que no estuvieran tan acostumbrados a la poesía. Más que nervioso, comenzó a impacientarse, pero noté que sobre la marcha había decidido qué poemas iba a leer, y supe que los leería todos…
Cuando llegó a la segunda parte del libro, volví a notar en su voz cierta emoción. Sabía que no podía extenderse aquí, pero no quería dejar de leer los dos poemas que leyó. Y sobre todo el último, los últimos versos del libro que, según él dijo, no están ahí por casualidad.
Al otro lado de su vientre herido,
mi reino es conquistado por tus huestes,
mi ejército se rinde a tu estandarte,
mi pulso muere en una luz de ocaso,
soy ciudadano de tu piel de viento,
mi bandera la tejen tus anhelos,
es mi patria el latido de tus venas
.
Y aquí se equivocó.
Quiso haber acabado en ese momento, pero Luis Javier le advirtió que debían dar oportunidad a los asistentes para que preguntaran o comentaran.
Hubo varias preguntas y algunos comentarios. Comprendí que este hombre sólo había traído a la sala personas que le quieren. Una de las mujeres que había venido desde lejos –creo que dijo Cádiz, y me asusté, y tuve que reconocerme que tenía buenos amigos, si eran capaces de acercarse desde tan lejos como Málaga o Cádiz, o incluso desde Madrid para un acto así- le preguntó por cómo se le ocurrían los poemas, si los escribía del tirón o le llevaban mucho tiempo, y si al escribir el poema Seis de enero había tenido alguna especie de premonición sobre lo que está sucediendo en el Oriente Próximo. Me di cuenta que eso de responder preguntas le gustaba. Se sentía cómodo, como si se supiera las respuestas. También se escucharon a otras personas hablar sobre cuándo les llega la inspiración. Una señora dijo que lo peor era cuando se le ocurría algo mientras conducía, y un señor habló de que cuando él trabajaba como veterinario, mientras iba de pueblo en pueblo, a veces tenía que aparcar la furgoneta y anotar en una libreta la idea o el verso que se le había ocurrido. Se dijeron cosas excesivamente exageradas, o a mí me lo parecieron, pero tal y como se decían ellos lo debían sentir así, sobre todo esa mujer que es también poeta y vino desde Madrid. Y él las encajaba con tranquilidad y agradecimiento, pero pensaba siempre, ojalá, ojalá… Y hablaron de la lectura de la poesía, de que había que perderla miedo y que, aunque es algo más difícil que otros géneros, también puede resultar fascinante...
Cuando dijeron que se acababa el acto, él no se movió de la silla. Me apagó, pero seguí viéndole. Se quedó para firmar algunos libros que le compraron quienes se acercaron por ahí. Allí pude escuchar algunas cosas, pero creo que esas sí me las debo callar, puesto que si me habían apagado es que no querían que se dijeran en voz alta.
Un momento de la firma. Foto Ángeles Hernández
Todavía tardaron un rato en dejarnos en paz, a oscuras, con nuestras cosas. Me hubiera gustado que se hubiera olvidado alguno de los libros, para echarle algún vistazo, pero tuvo buen cuidado de llevarse todos. Será que le hacían falta para algo.
Desde luego es un mal educado. Cuando se fue, ni me dio las gracias, por haber cumplido tan fielmente con mi trabajo…

Ángeles, María Sangüesa, Isolda y Amando, después del acto.

domingo, 13 de marzo de 2011

Circunscripciones de Luis Javier Moreno


Portada del libro Circunscripiciones


Recuerda el propio Luis Javier Moreno (Segovia, 1946) al inicio
de este libro, Circunscripciones (Ed. A.C Isla del Náufrago, 2010), que “cuanto se diga de un libro, es el libro quien debe decirlo”, y a esta máxima clásica procuraré ceñirme en esta reseña sobre él.

Como nos recuerda en la introductoria Nota del autor este libro en realidad es la reunión de tres libros, pero que con el paso del tiempo, han pasado por una nueva visión del poeta. Así y según se nos revela lo que hoy es Circunscripciones tiene partes o poemas publicados y trabajados, previamente, desde 1965, para situarnos un poco mejor.

(Para leer el resto del artículo, pinchad aquí...)

jueves, 10 de marzo de 2011

Presentación


El próximo día 14, lunes, a las siete de la tarde en el Salón de Actos de la Diputación Provincial de Segovia, Luis Javier Moreno, poeta segoviano, presentará mi libro de poemas Versos como carne.

Quedáis todos invitados a este acto, aunque sé que por la distancia muchos no podréis asistir, a pesar de vuestros deseos.



martes, 1 de marzo de 2011

Versos como carne.


Portada de Versos como carne.


Me está costando un trabajo ímprobo no pulsar el icono que, como una puerta con forma de 'e' azul rodeada por una órbita dorada, me abre a este espacio extraño y paralelo, aunque cada vez más transversal, llamado Internet. Y me está costando porque tengo unas ganas locas de gritar a los cuatro vientos que mi quinto hijo literario (perdón por la petulancia, pero sólo es un adjetivo descriptivo, sin más afán que situarlo en algún punto de la realidad), ha llegado esta mañana a mi manos, y al mismo tiempo, ya está fuera de mí, ya no me pertenece. Se ha emancipado. Se trata de la sensación repetida las otras cuatro veces…
Pero debo ser fuerte y debo intentar no cometer ninguna tropelía conmigo mismo, debo dejar que el corazón hable con calma, se esponje y suelte esta alegría que quizá sea insensata o infundada, pero es la mía, la que me embarga, la que me emociona hasta hacer que mis dedos sonrían mientras se van posando alternativamente sobre la tecla que les corresponde para que la palabra ocupe su lugar adecuado en la frase…
Ha sido un proceso maravilloso y distinto a las otras ocasiones. Como siempre decimos los padres de nuestros hijos (incluso los de carne y hueso), cada uno es distinto de los otros. Distinto y maravilloso.
(Esto lo digo porque a veces sucede que algunos escritores, es como si repudiaran algunas de sus criaturas, como si el hecho de ser poco más que engendros les permitiera la licencia –trágica- de figurarse que no tienen progenitor. Mis libros –hablo de los que han cruzado la puerta de una imprenta embalados en cajas, no de los que no han dado ese paso- no son excepcionales, no son maravillosos, no pasarán a la historia de la literatura –salvo mi humilde historia-, pero son míos. Reconoceré y reconozco sus múltiples carencias o sus excesos que más parecen adiposidades; pero no renegaré de ellos. Son míos por muchos defectos que atesoren.).
Bien. Decía que esta nueva criatura, Versos como carne, ya tiene un esqueleto, ya goza de una textura que los dedos pueden acariciar (por suerte es suave y agradable al tacto), ya se presenta con su vestido cálido y carnal, como el título, un color similar al de uno de sus hermanos, Cuentos de Euritmia, ya alguno de ellos ocupa algún lugar determinado en alguna casa que no es la mía… Quizá –permítanme que sueñe- ya a estas horas de la noche helada algunas pupilas hayan pasado por sus versos.
Desde ahora, Versos como carne me será muy difícil de retocar. Hasta hace unas semanas, todavía podría haberle obligado a asistir a algún gimnasio, haberle obligado, incluso, al paso urgente por algún quirófano donde extirparle alguna malformación entrevista a última hora. Ahora ya no. Ahora es así. Cien páginas en un tamaño de veintiún centímetros de alto por quince de ancho, cien páginas de papel de color ahuesado de ochenta gramos, poco poroso, aunque no llegue a ser satinado. Cien páginas en cuyo interior se distribuyen los versos de un modo elegante y holgado, con una tipografía cuidada, sencilla de fácil lectura que no provoca cansancio a la vista. Un diseño que, como en los otros cuatro casos anteriores, debo al buen gusto, sapiencia y laboriosidad de mi hermano Mariano. Es tan nítido, tan claro, tan pulcro que es como si se hubiera hecho solo, como si no hubieran sus manos y sus ojos trabajado la disposición de cada verso, de cada línea. Esa simplicidad aparente –sin embargo estudiada en cada detalle- que busca sólo una cosa: el verso, su contenido, evitar en lo posible (y hasta donde es posible) todos los afeites y estorbos que distraigan al lector de su tarea, para cuando él/ella lo quieran o lo necesiten.
Lo primero que el lector contemplará será una cubierta donde el tono anaranjado se hace acogedor, casi insinuante, y muy, muy cálido, como si, efectivamente allá dentro hubiera sangre palpitando, que es lo que espero que quien lea encuentre. En el centro de la portada, la reproducción de una de sus danzas… Las Danzas forman una serie de acrílicos sobre tabla que invitan a la alegría, al movimiento, a la fuerza, a la simbiosis con la vida. En concreto la que ya para siempre identificará este libro, se titula Danza de fuego. Nada mejor –a mi modo de ver- para este libro…
Intentaré explicarme…
Nacen sus poemas de Pavesas y cenizas, es decir del fuego, de la pasión. Un fuego y una pasión que me abrasan cada vez que me pongo a la tarea de escribir, por más que haya que ser respetuoso con algunas técnicas o herramientas del oficio. Como todo baile, lo primero que se allega a la mente al pronunciar la palabra danza es el movimiento, el no estatismo… Humildemente opino que los poemas que lo componen atesoran cierto ritmo, cierto movimiento, cierta oscilación de llama… Podría añadir alguna analogía más, pero he de seguir, o terminaré por eternizarme.
Sobre la reproducción del cuadro, el título. Y aquí, Mariano, de nuevo, me ha interpretado, me ha traducido… Es la disposición tipográfica de las tres palabras que lo componen, acaso, la primera traducción de la obra… La palabra 'versos' (en tono claro, casi ocre) se hunde en la comparación, 'como carne', que resalta en su color oscuro, siendo las palabras que primero llaman la atención… Al contrario de lo que podría figurarse, no es la palabra 'versos' la que destaca en el título de un libro de poemas, sino 'como carne'… Y éste es el quid del libro, al menos en mi idea, en la idea que durante más de un año ha ido surgiendo paso a paso en el blog… Lo importante de este libro no son los versos en sí mismos (ensimismados), sino que sean como carne, es decir, latientes, cálidos, dotados de un venero que los irriga y los mantiene con vida, como carne que a veces sufre y otras goza en vertical ascenso, como carne que tiembla por el frío o se estremece ante las injusticias, el dolor, la soledad, y el amor… Parece mentira (y por cosas como éstas es por las que cada día admiro más la tarea y el modo de ser de mi hermano) que con una simple disposición tipográfica, con la selección de dos colores, con la determinación de la separación de las letras, haya resumido (casi a modo de poema visual) este pequeño verso de seis sílabas…
En la parte inferior de esa Danza de fuego una tipografía que se va a repetir en el interior de sus páginas en aquellos lugares donde un vacío, parecería abismo. Dos 'aes' entrelazadas, como si la una fuera el reflejo de la otra, como si se abrazaran, como si fueran la representación ideográfica de un amor, como si me hubiera retratado con esta letra duplicada retratando no sólo mi aspecto, sino mi interior… Un tratamiento tipográfico que da ritmo. suave y delicadamente, a todo el libro y que hace como de eslabones de una cadena, que se cierra en la parte inferior de la contraportada…
Decía más arriba que este libro es diferente a sus hermanos… Tanto que hasta hace muy poco, nunca creí que pudiera ser libro, nunca que creí que parte de la tarea de más de un año, en el fondo, era la labor de escribir un libro. ¡Ay, pobre Amando, y yo venga lamentarme de que no escribía…! Porque este libro se ha ido tejiendo como al desgaire, como si lo hubiéramos escrito mientras hacíamos otras cosas, y a lo mejor sucedía lo contrario, hacíamos otras cosas, mientras escribíamos el libro. Y lo que es mejor, sin tener ni idea de que lo hacíamos.
¿A qué viene el plural ahora, dirán…?
Lo digo en el preámbulo del libro:

“Los poemas que componen este libro son fruto de un tiempo maravilloso en que el impulso de los lectores conocidos, públicos y secretos, del blog Pavesas y cenizas ha concluido en este conjunto labrado en buena parte, porque me esperaban cada sábado. A todos ellos está dedicado, pues a todos les debo mucho: su presencia, su fidelidad, su sinceridad, su aliento”.
No son estas palabras florilegio a mis lectores, son una sensación que tengo desde que comencé a publicar poemas, y mucho más cuando se hizo costumbre que los sábados aparecieran mis versos. Se pueden leer los comentarios –ahí están, ahí seguirán- y a poca perspicacia que se tenga, se verá que los lectores han sido un motor fundamental en esta tarea, mejor dicho, un combustible del que me nutría. Viernes hubo –y esto casi nadie lo sabe- en que pasé muy malos ratos, porque la musa no se apiadaba de mí o se tornaba traviesa y huidiza. Sin esa presencia fiel y sincera –incluso con decisivas aportaciones- probablemente no hubiera escrito la mayoría de estos poemas.
Cuando Juan Carlos Mestre ganó su premio Gil de Biedma, hace tanto ya, lo hizo con un libro titulado La poesía ha caído en desgracia. Esa sensación es la que preside tantas veces mi ánimo, que si no hubiera sido por los lectores, nada habría sido posible. Y tanto que mientras publicaba estos versos, no pensaba en un libro, porque un libro de poesía, quién lo quiere… Y sin embargo era un libro lo que escribía.
Y lo curioso y lo más estrambótico es que muchos opinan –probablemente con razón- que un libro que se construye con textos ya publicados es un sinsentido, pues qué loco o loca habrá que pudiendo leer los versos en el blog vaya a gastarse diez euros en el libro… Y llego yo, haciendo gala de mi ceguera comercial, y me edito el libro y, más aún, no pienso suprimir ninguno de los poemas del blog, ni siquiera pienso cercenarlos, aquí nacieron, aquí se dispararon hacia el mundo, incluso en otros rincones amigos se han publicado y se publican… Y aquí seguirán para quién quiera cuando lo quiera… Pero como en una suerte de Matrix literario, también existen, también se agrupan, también laten en formato de libro, que a diferencia de lo más frecuente, nace después.
Así soy, no me voy a cambiar, ni siquiera lo voy a intentar.
Otros libros vendrán que tengan (están teniendo) una elaboración más tradicional, pero la historia de Versos como carne es la que es…
Y por raro que parezca, cuando ha llegado a mis manos, hace unas pocas horas, quizá me haya emocionado más que en otras ocasiones. Y eso que durante las semanas previas parecía que no, que me importaba menos… No sé, quizá al tocarlo, se me han apelotonado en la cabeza todas estas ideas –y unas cuantas más que mejor me guardaré- y he descubierto que esta criatura lleva mucha carga emocional, mucho trabajo adherido a cada letra, una ilusión extendida durante muchos meses, semana a semana, y la pasión de quien continúa aprendiendo en este inmenso taller literario que forman tantos y tantos blog, tantos y tantos amigos y amigas que a uno le escriben, que a uno le sugieren, que a uno le animan, pero sobre todo a uno le quieren.
Y para que todo forme una especie de círculo mágico, el libro llega hoy, primero de marzo. Cuando ella, que no está, celebra su cumpleaños. Y como digo también en el preámbulo:


Pero, por encima y por dentro de las palabras que componen este Versos como Carne está ella.
A mi verdadera musa, Marián Montes, desde las entrañas, porque se lo deben mis poemas, porque es la carne, la sangre y la luz de estos versos, le dedico este libro y los latidos que lo irrigan.
¿Vale ya, no?
Que lo disfruten.