jueves, 30 de junio de 2011

Mirando al futuro


Acaso quienes me conocen se extrañarán que a estas alturas aún no haya escrito negro sobre blanco, como una fila de extrañas hormigas, mis pensamientos sobre la decisión que propició el martes último la elección de Donostia como capital europea de la cultura de 2016.
A veces conviene que los pensamientos reposen antes de alzar su vuelo. Un diario es el lugar menos objetivo del mundo, si es que hay alguno que lo sea para las personas, pues dejaríamos de ser sujetos; pero en este caso concreto es totalmente imposible, pues uno es directamente afectado por tal decisión.
He preferido que las horas atemperen los sentimientos que brotan a flor de piel y consigan que prevalezca la corriente más honda, la que atesora el futuro… A veces no queda más remedio que hacer de la necesidad virtud. Y este puede ser un caso. A esas alturas –salvo que las iniciativas judiciales insinuadas por el Sr. Belloch, alcalde de mi querida Zaragoza, consigan algo más que enturbiar el ambiente-, conviene no lamentarse y sí, sentarse imitando al Pensador de Rodin y empezar a pensar en lo que nos viene por delante, que no es otra cosa que la vida en forma de futuro que no se detiene…
Ayer, como tantas veces, San Pedro fue un día –sobre todo una noche- muy frío. El gran día de las fiestas de Segovia que compartimos con Burgos, donde tantos paseos di allá por 1982 y 1983 vestido con el uniforme de soldadito español. Por ello cierto pellizco de melancolía y alegría, me hubiera dado si hubieran proclamado a Burgos, en vez de a Segovia. Recordar mis tardes silenciosas por la zona de Las Huelgas es siempre uno de los pensamientos más reconfortantes. Pero volvamos al día de San Pedro... La mañana, sin embargo, a pesar de ser festivo, discurrió entre la Ciudad Universitaria de Madrid, para que mi hija se preinscribiera en la Facultad de Letras de la Complutense y la zona de Príncipe Pío. En ese ambiente joven, vital, comencé a pensar con intensidad en el futuro, en ese río navegable y sonriente hacia el que caminamos, queramos o no, salvo que nos alcance lo inevitable.
Las fiestas en Segovia siempre concluyen con un castillo de fuegos artificiales, justo a la media noche del día de San Pedro. Un castillo de fuegos que este año ha sido hermosísimo, de los más conseguidos que recuerdo. Y mientras los colores lilas, rojos, amarillos y verdes tachonaban el cielo de ilusión, pensé que quizá una celebración como la que no se concedió a esta ciudad, en el fondo es un castillo de fuegos artificiales, que por muy hermoso y brillante y largo y sonoro y armónico que resulte no deja de ser fugaz… Suele ocurrir con cualquiera de los fastos de nuestra contemporaneidad. Estoy pensando en los Juegos Olímpicos, Exposiciones Universales, grandes campeonatos internacionales de fútbol o baloncesto… Y ahora, por lo que se ve, también en las ciudades que optan a la capitalidad europea de la cultura. Quizá si formulo mi pensamiento a modo de pregunta se me entienda mucho mejor: ¿Para quién organiza todos los actos qué es más importante en todo el proceso el antes, el durante o el después?
A lo mejor aquí puede estar la punta del ovillo que nos ayude a una reflexión constructiva. Desde el punto de vista de una candidatura como la de Segovia (o como la de Córdoba –mi gran favorita, a parte de Segovia dicho sea de paso-) que ha tenido como uno de sus basamentos la participación popular, es indudable que lo importante es el antes y el después, ya que el durante le corresponde a otro. O sea, todo el proceso que ha servido para pensar en que la vida de una ciudad puede tener uno de sus pivotes en la cultura.
Segovia es una ciudad cuya dependencia del turismo es crucial. El visitante que viene a Segovia lo hace por tres razones fundamentales –una de ellas incipiente, pero interesantísima- la gastronomía, la belleza de la ciudad y el aprendizaje del español. Este último tipo de viajero que permanece entre nosotros más tiempo que el habitual y se acaba tornando en residente temporal, es una de las apuestas más brillantes y que más fruto va a dar en el medio plazo. A poco que se piense en el asunto, uno llega a una conclusión casi tangible: una de las razones para visitar Segovia, que se ha de añadir a las tres citadas, ha de ser una variada oferta cultural.
Como sabemos por experiencias ya contrastadas que han ido creciendo con los años, la respuesta ciudadana es generosa. Pienso en el Titirimundi, en el Hay Festival, en la Semana de Música de Cámara, en el Festival Internacional de Música, en el MUCES que se consolida como un escaparate del mejor cine europeo, o en los Ciclos de Narradores Orales, o en las Noches de los Atrios, o… No es cuestión de citar todas y cada una de ellas, para que se entienda a lo que me refiero.
Quizá haya mejorar algo en lo que a oferta museística se refiere, pero con la dotación –esperemos que lo más rápida posible- de la Casa de la Moneda –felizmente inaugurada ayer mismo- se habrá dado otro paso importante en este sentido. También habrá que mejorar alguna infraestructura. Uno, acaso por deformación sentimental, hecha de menos una mayor repercusión de los actos dedicados a la literatura, aunque ahora mismo existen cuatro (La Tertulia de los Martes, el Hay Festival, el Festival de Narradores Orales y el Festival Internacional de la Poesía), aunque este último es aún un bebé al que conviene mimar, para evitar su muerte prematura.
Detrás de cada una de estas actividades hay una persona, o un grupo de personas que se entregan en cuerpo y alma, y esta es la única forma de que se mantengan vigorosas. Son las personas, al final, las que ponen en marcha los proyectos, y es su esfuerzo personal y comprometido el que logra que las ideas se materialicen.
Aquí es donde el molinillo entra en juego… Ese logotipo de la candidatura segoviana es la suma de diversas varillas que, partiendo del mismo punto, quizá el corazón de la ciudad, son independientes y bien diferenciadas, pero cuando el viento o la brisa les acarician en la dirección adecuada entran en movimiento unísono, consiguiendo un impulso unitario…
Creo que este es el futuro que se nos presenta, en el que nos ha situado el veintiocho de junio de 2011. Un futuro que no tiene fecha de caducidad y tampoco tiene por qué ser recorrido a la velocidad supersónica de quien debe llegar al horizonte en un día concreto y a una hora determinada.
En tiempos de crisis –una crisis que parece agudizarse por minutos- uno se da cuenta de que los seres humanos quedamos muy lejos de las medidas económicas y políticas que al final deciden nuestras existencias. La única esquina de la realidad que aún permite al ser humano crecer hacia lo alto y hacia lo profundo es la cultura (desde la más tradicional y antañona, hasta la más vanguardista, desde la más local a la más cosmopolita).
El propio jurado que falló la concesión de la capitalidad europea en representación del Gobierno de España, destacó el tipo de vida de esta ciudad. Un ritmo especial, el ritmo de quien sabe, porque la experiencia milenaria es un grado, que es mejor ir más despacio para llegar más lejos. Pero es que ese ritmo, esa velocidad, se corresponde al diseño del ser humano, no al de las máquinas.
Estos tiempos tan difíciles para todos, hemos de tornarlos en tiempos de oportunidades, porque las crisis son también encrucijadas de la historia para escoger un camino. Quizá parte de la salvación económica de esta ciudad, radique en su dedicación a la cultura, en ser foco incluso para que las industrias culturales aniden entre nosotros.
Se ha demostrado en estos seis años de trabajo que hay muchas más potencialidades de las que a primera vista parece. Se ha demostrado que los vecinos respondemos y nos implicamos cada uno con nuestro granito de arena.
Todo esto no se puede olvidar, ni se puede quedar arrumbado en un rincón del desván, como si fueran los viejos disfraces trasnochados de algún antepasado. Hay pocas oportunidades más, a la vista del funcionamiento del famoso sector secundario.
No se puede ocultar que hubiera sido mejor obtener el galardón perseguido, lo contrario sería una afirmación que nadie se creería (entre otras cosas por falsa); pero a pesar de ello, hay que conseguir hacer reales todas esas promesas y deseos que todos nuestros políticos de los tres partidos con representación en el Ayuntamiento han manifestado. Tenemos que ser nosotros: los ciudadanos, los voluntarios, las empresas, los estudiantes que residen durante el curso académico, incluso los viajeros que llegan hasta aquí.
Ahora con la crisis azotándonos, es el momento en que la imaginación se haga fuerte en nuestros pensamientos. Es hora de que se busquen alternativas para que el dispendio no sea ruinoso, pero al mismo tiempo para que las manifestaciones culturales sean el pivote más robusto sobre el que avance Segovia.
Propongo, como primer paso, que se organice un concurso –similar al que nos llevó a este logo que ahora nos identifica y nos une- para crear un lema que acompañe a esta imagen y, al mismo tiempo, defina ese camino. Que desde ahora, y aprovechando todas las sinergias políticas, económicas y ciudadanas que se han creado con la candidatura, las manifestaciones culturales de la ciudad se integren en un proyecto común, en un proyecto de ciudad de cultura. Algo así como “Sego_via cultural”, o “Segovia capital de mil culturas”, o “Segovia un Acueducto de culturas”… Yo que sé, soy bastante torpe para estas cosas…

sábado, 25 de junio de 2011

Entre el futuro y el pasado.

DEDICADO A @ACAMPADASEGOVIA
Ha amanecido un día agotado, como un perro ahíto y abrasado. Una jornada de esas en que el aire se ancla al suelo y todo pesa, y si no pesa, aplasta. Hay una quietud espesa, propicia para el sudor y la viscosidad, acaso también de los pensamientos.
Hoy la brisa sería un regalo espléndido, mejor que un reloj de oro y brillantes…
Si este diario fuera como el otro, como ese hermano secreto que llevaba hasta no hace tanto, la entrada de ayer hubiera sido mucho más larga, pero uno, de vez en vez, se mide y sujeta los dedos, aunque quizá alguno piense que más me valdría retenerlos más aún y condensar estas líneas cuya trascendencia se reduce a bien poca cosa, a ninguna.
Y es que ayer, por la tarde, con el sol horneando la ciudad, me acerqué hasta los pies del Acueducto, donde hacen guardia los del #15M de Segovia, esa @acampadasegovia (así se escribiría en el gorjeo estridente de Twitter) que más parece un rinconcillo con ventanas a la plaza. El retén, a esas horas –pongamos que hablo de las cinco de la tarde-, lo formaba un joven –en el sentido contemporáneo y administrativo de esta palabra, es decir que quizá aún no llegue a los treinta años, aunque es complicado vaticinar una edad aproximada- que se podría incluir en una de las últimas tribus urbanas aparecidas y catalogadas en nuestra sociedad, los perroflautas. (Aquí sigo la recomendación de la RAE –sección idioma urgente, o algo así- en donde se aconseja escribirlo como lo he hecho: no cursiva, todo junto, sin entrecomillar; o sea, que perroflauta camina directo como vocablo con entidad y validez absolutas, hacia el próximo diccionario. Será un caso a estudiar). Lo mismo, si me leyera un especialista en el asunto y supiera a quién me refiero, movería la cabeza con cierto nerviosismo y propondría más bien un cruce entre perroflauta y grounch, aunque esto último se perciba menos debido al calor de Castilla durante un típico día de San Juan. Vestir de un modo determinado ciertos días del año, puede ser peor que una tortura.
Estuve charlando con él. Le interrumpí la lectura de un libro en el que descubrí la palabra inglesa rats dentro del título. Un libro en edición de bolsillo, con tapa donde abunda el negro, la silueta de un par de ejemplares de estos roedores asquerosos. Me fue imposible saber si se trataba un libro en inglés, o este idioma sólo forma parte del título, no pude ni siquiera atisbar el autor y por tanto no me puedo aventurar si en sus páginas se expone un ensayo de carácter biológico sobre estos mamíferos, si descansa una exposición de carácter político sobre la sociedad contemporánea, o si una novela calificable, quizá, de underground le ocupaba el territorio hostil de la siesta. Después de los pertinentes saludos, a los que respondió encantado, pues, imagino, tendría ganas de espantar el sopor propio de esa hora pegando la hebra con alguien, me sugirió que firmara el manifiesto, a lo que le respondí que ya lo había hecho en los primeros momentos de la acampada. Y es cierto. Aunque no soy capaz de concretarlo ahora, quizá el fuera el 20 de mayo cuando lo hice. Estoy casi seguro que fue ese día. Eso en papel, porque virtualmente aparece mi nombre y otras circunstancias burocráticas en algunos otros manifiestos similares. (Ahora que lo pienso, si todas estas firmas se presentan en algún lugar, es probable que tengan que eliminar alguna de las mías…). Cuando se lo dije, y cuando le dije que procuro retuitear (de nuevo sigo las recomendaciones de la sección antes aludida de la RAE) todo lo que me llega desde el tuit de la acampada, algo le cambió en la expresión. Supongo que a pesar de tener ante él a un burgués inconfundible en su vestimenta y en su aspecto y en su edad, vio a uno de esos cientos de miles o millones de ciudadanos que, aunque no participamos activamente del movimiento, lo miramos con simpatía, más aún, con esperanza y expectación. Esa gran mayoría que también mira desde lejos y sin afiliarse, las decisiones de los partidos políticos o de los bancos y se desespera con casi todas. Esa gran mayoría cuya apariencia amorfa y silenciosa tiende a ser usada como la masa de harina, agua, sal y levadura que es maleada por las poderosas manos del panadero que, de vez en cuando, usa del rodillo para aplastarla.
Porque es curiosa la utilización espuria y torticera que los políticos profesionales dedicados en exclusiva a vivir de la ‘partitocracia’ –me niego a usar ciertas palabras nobles en su sentido más deplorable- hacen de estas manifestaciones; ellos, los vividores del bien común, se arrogan la única representatividad porque en las urnas se les votó. Hemos llegado a la tremenda conclusión, a la prostitución total y absoluta del término democracia. Ahora resulta que somos una democracia que vive a espaldas de las propuestas que nacen de los propios ciudadanos, de una parte significativa de sus ciudadanos. Una democracia en que sólo tienen validez las propuestas nacidas de los partidos, cuya deuda adquirida con los bancos es mil millonaria, como un club de fútbol cualquiera. Es una de las mayores perversiones de la semántica y de la democracia. Porque los integrantes del 15M no hayan sido votados en unas urnas, sus propuestas no son escuchadas. Quiero decir, no tienen validez porque no han entrado en el cauce legal. Algo así como denegar la atención a un enfermo porque no ha llevado la cartilla de la seguridad social –cosa que ocurrirá no tardando mucho, tal y como algunos entienden el ahorro en el gasto público -.
Me dijo que, desde hace semanas, el manifiesto lo firman más turistas que segovianos. Probablemente, le comenté, el cupo de segovianos que íbamos a firmarlo está cubierto. Pero añadió algo que también me llevó a la reflexión… Comentó con perplejidad y como renegando de nuestro origen, ‘Cuando pasan nos miran, pero cuando les miramos, bajan la cabeza como si les diera vergüenza, o como si les fuéramos a hacer algo’. Y pensé, aunque no lo dije, claro, que si se vistieran de otro modo, si tuvieran otro aspecto sus personas, quizá no repelieran a un buen número de segovianos. No quise seguir pensando en otras circunstancias que afectan al equipo de guardia habitual; me pareció indigno. En el fondo tiene razón, esta sociedad aún actúa basándose en la apariencia externa, quizá por ello los mejores ladrones visten trajes de corte impecable, camisas impolutas y corbatas de seda; y son tan buenos en lo suyo, unos profesionales perfectos, que muchas veces ni se nota su esquilma, hasta el punto de que ni la dación en pago sirve para condonar una deuda.
Como para confirmar lo que comentaba de los turistas, en el rato que estuvimos de cháchara firmaron el manifiesto siete u ocho visitantes que abarcaban buena parte del espectro de edad. Me hizo gracia (en el sentido más amargo de la expresión) que una pareja de cierta edad (o sea de avanzada edad) preguntara si allí se firmaba pidiendo la dimisión de Artur Mas, ‘Porque’ dijo el señor, ‘Lo que hicieron los ‘mossos’ con aquellos jóvenes es imperdonable’. Lo más probable –y ya sé que ahora novelo, pero qué se va a hacer, la cabra siempre tira al monte- es que este matrimonio votara a CiU en las anteriores autonómicas catalanas; yo apostaría que incluso en estas locales también votaron a CiU, pero como la mayoría de ciudadanos normales y corrientes, incluso con educación tradicional y muy conservadora, no entienden muchas cosas de los políticos, como la mayoría, seguro que en su fuero interno creen que los políticos son un mal necesario –otros muchos empiezan a pensar que son un cáncer que exterminará esta civiliazación- y como la mayoría, no se atreven a estampar la firma de protesta allá de donde sean, o quizá fueran de un lugar más pequeño donde no hay acampada, donde la plaza sigue siendo ensanche de calles y no ágora, ni siquiera un ratito a la puesta del sol, en una de sus esquinas, como sucede con el Azoguejo de Segovia. El representante de la acampada no le engañó, y le explicó que con la firma, en realidad lo que se pedía era la dimisión en general de todos los políticos, no sólo del señor Mas. Aún así firmaron, y si uno no tuviera afán por poetizar todo cuanto ve, no diría que percibió como su conciencia se descargaba de una piedrecita que les apretaba en su zapato.
Me explicó el cambio de ubicación de la asamblea de ayer, porque con el inicio oficial de las fiestas de la ciudad, el Azoguejo no era el mejor lugar. Evidente, pensé. Y se lamentó por no haberlo sabido antes para haber informado al resto a través de Internet. De nuevo la importancia de la red como cauce imparable para la transmisión. Será difícil que tarden mucho tiempo en controlar más este canal. Quizá ya sea complicado hacerlo del todo para los poderes públicos, pero que lo van a intentar, si es que no lo están haciendo ya, lo doy por hecho; pero no daré ni una sola pista sobre lo que pienso, no vaya a provocarse una tormenta de ideas entre quienes tienen la sartén por el mango y nos machaquen el chiringuito en un santiamén.
También hablamos de la marcha a Madrid. Aquí la cosa va con calma, obviamente. Con salir una semana o cinco días antes será suficiente. Él va a ir. Él se va a empezar a preparar mañana –o sea hoy- para que la marcha no le pille en baja forma. No se sabe cuántos irán desde Segovia. Serán casi el último afluente de ese inmenso río que viene desde el Noroeste, haciendo el camino inverso que haría cualquier río, puesto que viniendo desde el litoral acabarán en el centro peninsular.
Y dejó para el final lo más emotivo del diálogo. Me miró a los ojos cada vez más confiado y me dijo, ‘¿Sabes por qué me ha enganchado esta movida…?’ Era una pregunta retórica y por tanto supe que debía permanecer en silencio, a la espera de que los puntos suspensivos hicieran su trabajo. ‘Porque es desobediencia civil a tope, pero en paz, como lo de Gandhi, igual… Todo en paz, tío, pura desobediencia civil pacífica. Esto es lo que me mola. Seguro que conseguimos algo grande’.
Utopía. Hermosa utopía, única posibilidad de hacer real un sueño. Bendita utopía.
Al poco llegó una joven. Ésta en el sentido más real del término y sin más adjetivos que adherirle a su pertenencia a la juventud; quiero decir que por su aspecto y vestuario no se la podría adscribir a ninguna tribu urbana. Esto lo apunto para desmentir cierta especie mal intencionada que circula por ahí, según la cual cuantos jóvenes están implicados hasta el tuétano en este movimiento forman parte de ciertos márgenes de la sociedad, cuando no son directamente asociales. Mentira, también. Insidia, quizá sea término más adecuado. Nada más lejos de la realidad.  Ella es una joven como otros jóvenes, que se ha involucrado en una tarea cuyo último fin es la el bien común. Ella y tantos como ella han empuñado la dignidad de esta sociedad y la han sacado a la calle. Ante ellos a veces uno siente vergüenza. Si soy sincero, cada día me avergüenzo un poco más. Me miró con cierta desconfianza, como si hubiera descubierto en mí a un infiltrado. Esas cosas se notan rápido. Estoy seguro que le recordé a su padre, aunque su padre, seguramente, tendrá mejor aspecto que yo mismo: mis bermudas, mi camisa, mis calcetines tobilleros dentro de unas zapatillas ocres, dejan poco margen de maniobra para la imaginación. Noté que era la hora de salir de allí, pero procuré no irme sin más, procuré que también ella supiera que algunos, aunque no seamos jóvenes desde hace mucho –ni en el sentido más burocrático del término-, incluso aunque seamos burgueses de esos que se llaman progres (en el fondo quizá otra tipo de tribu urbana), estamos más próximos de lo que parece a sus deseos, a sus esperanzas. Digo que me despedí, no me fui simplemente. Dije, ‘Ahora, al llegar casa, tuiteo lo del cambio de la asamblea’. Ella se giró, pues se había puesto a mover algunos papeles sobre una mesa destartalada que usan desde el primer día, me miró y noté que sí, que la intención del mensaje había sido captada. Y salí de allí, sonriendo…
Pero no llegué tan pronto como hubiera querido.
Fui sorteando los manotazos del sol como pude, y me metí bajo los soportales de Fernández Ladreda. Al pasar junto a un bar me detuvo un conocido, que con el paso de los lustros ha pasado a la categoría de saludado. Bebía cerveza a la puerta del bar, acodado al mostrador que el establecimiento tiene a la calle. Estaba inmerso en lo mejor del don de la ebriedad, ése punto que es el lindero entre la desinhibición y la borrachera. Probablemente era la primera vez que hablaba con él desde hace veinte o veinticinco años, aunque nos saludemos muy cordialmente cada vez que nos cruzamos en la calle.
Se conoce que el aburrimiento de la soledad le podía y me detuvo y me obligó a tomarme algo con él, de esa forma en que uno si se niega se arriesga a un conflicto. Es una de esas situaciones en las que uno piensa en los motivos que le han hecho caminar por ese lado de la calle y no por el habitual, y se lamenta, porque no hay ninguno con suficiente entidad para justificarlo. Lo mejor, pues, era no protestar y acceder con una sonrisa a una petición tan enérgica. Si su estado hubiera sido más próximo a la sobriedad una vaga explicación sobre cierta urgencia abstracta hubiera servido para evitar lo que uno no deseaba. Si hubiera sido su primera mahou ni siquiera me habría invitado.
Se mezclaron muchas cosas en esos diez minutos. No estuve más, se dio cuenta, quizá en un atisbo de esa lucidez que suele iluminar a los ebrios, que aquello tenía menos sentido que una cena a base de verduras entre un león y un búfalo.
Hace un año dejé de verlo por mi calle, después de que estuvo dos, o tres, frecuentándola a causa de un romance mantenido con una vecina divorciada. Según me dijo, ahora está con una francesa, aunque la francesa estos meses está en Francia, cuestión que es más que razonable, dicho sea sin ánimo de hacer daño.
Pero ese aspecto personal no fue la causa del surtidor de recuerdos que afloró en mi memoria. Su madre está enferma, y el gesto de su cabeza fue lo suficientemente gráfico como para pensar en un alzheimer, en una demencia senil, en algo así…, en ese deterioro irreversible de lo que realmente somos, puesto que más allá del deterioro físico, es el deterioro mental el que marca nuestra destrucción como personas. Da igual la causa –aunque supongo que para un médico no es baladí esta cuestión-, lo que importa hoy en día es el efecto demoledor, definitivo, irreparable…
Su madre fue quien me enseñó a leer. Su madre fue quien consiguió que memorizara mi primer poema y me enamorara para siempre de la poesía, sin remedio, sin vuelta atrás. Su madre fue quien empujó a mis padres y se peleó con no sé cuántas personas para que yo acabara en el Colegio Claret y me concedieran una beca –justo el año antes de que entrara en vigor, si no me equivoco la EGB y su gratuidad-, su madre siguió con una sonrisa perenne en la boca mis primeros balbuceos literarios, su madre –siempre inquieta, siempre maestra- fundó una cooperativa de profesores que aún funciona y quiso que formase parte de aquel claustro, pero no pudo ser por circunstancias económicas (para variar), su madre me contrató unos meses para suplir a algún profesor que cayó enfermo… Desde hace algunos años, noté su desmejora, pero no sabía nada concreto, hasta ayer. Y la catarata de recuerdos me inundó y me hizo comprender que, a lo mejor, fue más importante aquella cerveza rápida que tuitear el cambio de ubicación de la asamblea…
Aún así lo gorjeé, o lo grazné o lo pié, o lo piruleé (así lo dirían en catalán, creo) o lo chirleé o lo canté o lo silbé o lo parloteé… que al fin y al cabo es lo que viene a significar en inglés twitter…
Hay que reconocer que algunos nombres están muy bien puestos, pero que muy bien puestos.
(Creo que debería suprimir la parte en la que hablo sobre la extensión de estas entradas… Que quien me lea, me perdone…).

miércoles, 15 de junio de 2011

Elvira Daudet: "Laberinto Carnal"


Portada del libro

He llegado a la poesía de Elvira Daudet gracias a su blog. Una vez conocida su calidad, mi primera intención fue dedicarle en próximos meses una reseña a su obra poética completa, sin embargo, aún no he reunido todo el material que es necesario para esta tarea y, además, Laberinto carnal, su último poemario, como quien dice acaba de salir al mercado. Cuando lo encontré en el buzón, salté de alegría. No lo esperaba tan temprano, y pensé que era una suerte que no debía desaprovechar. Me lancé a sus versos como quien se arroja a un manantial tras una larga jornada de marcha.

La autora (foto tomada de su blog)

(Para leer el resto de la entrada pinchad aquí)

sábado, 11 de junio de 2011

Presentación de "Oscurece en Edimburgo" en Segovia (algo más que una crónica)

Puesta de sol sobre la Catedral de Segovia
el 9 de junio de 2011 (Foto Francisco Concepción)

 Justo a la hora en que empiezo esta crónica, hace veinticuatro que los dedos del sol se habían tornado de color ágata de fuego y acariciaban la piel de mi Esbelta Dorada, esa prodigiosa torre de la catedral de Segovia. A mi lado, las miradas de Francisco Concepción, Ana Joyanes, Dácil Martín e Isolda contemplaban cómo la piedra caliza recibía ese abrazo hasta convertirse en ascua toda ella. ¿Dos minutos? ¿Algo menos? ¿Algo más? Un instante en que el prodigio se eternizó para siempre en nuestra memoria… A mí me faltaban personas a mi lado. Pensé en Inmaculada Vinuesa, en Anabel Consejo, en Marcos Alonso… ¡Ay si hubieran estado, la dicha hubiera sido tan completa que no sé qué habría podido ocurrir! Y también eché de menos a tantas amigas y amigos que han estado a nuestro lado durante estos meses, poco más de catorce, desde que iniciamos la loca aventura que hoy tiene forma de libro y se titula Oscurece en Edimburgo. María Sangüesa y Ángeles Hernández se habían acercado a Segovia la víspera para acompañarnos, y también deseé que nos acompañaran, y clavé con chinchetas en mi memoria los rostros de Catherine, Flamenco Rojo, María, Mercedes Pinto, Pilar Aguarón, Marián…, en fin cuantos hicieron posible que toda la travesía llegara a buen puerto, aunque aún la travesía tenga que alcanzar otros hitos en su viaje cuyo rumbo es aún un misterio.
Aún no habían pasado veinticuatro horas desde que cerráremos nuestros respectivos bolígrafos, después de haber firmado un buen puñado de ejemplares de la novela a unos cuántos lectores que se habían acercado hasta la caseta que la Asociación de Libreros de Segovia tiene instalada en la XXXVI edición de nuestra casi íntima Feria del Libro.

En plena faena (Foto Ángeles Hernández)
Mientras rubricábamos ejemplares, por tres veces me preguntaron tres libreros (Eva, Miguel, María) ‘¿Qué ha pasado en la presentación del libro…? Algo ha tenido que suceder pues es extraña tanta expectación…’

Así es difícil concentrarse (Foto Marián)

* * *
A las tres menos cuarto de la tarde, por fin el sol rasgó la tupida consistencia de las nubes que pertinaces e impertinentes habían entoldado nuestro cielo. Ya estábamos en la Estación de Autobuses de Segovia Isolda, María Sangüesa y yo mismo esperando la llegada del autocar que procedente de la Estación de Príncipe Pío de Madrid, tras recorrer algunos pueblos de la sierra, arribaba en la ciudad. Y allí, a la vez que el sol, aparecieron Francisco, Dácil, Ana. Felices y cansados nos abrazamos, pues desde el mes de octubre pasado en Zaragoza no nos habíamos vuelto a ver.
Como me dijo Francisco nada más verme, se me notaba excitado. Cómo para no estarlo. Cuatro horas después íbamos a presentar en mi tierra esta novela. Toda una responsabilidad, toda una alegría.
Y no, no hablamos nada de la presentación, casi nada, salvo cuando nos cruzamos y saludamos al Presidente de la Obra Social y Cultural de Caja Segovia, que ha facilitado toda la infraestructura del acto. Fue una casualidad propia de las malas novelas, según algunos, por poco creíble; pero sucedió y para que todo parezca una idea de un guionista a quien la imaginación no le conduce nada más que a los territorios trillados, el encuentro se produjo a los pies del Acueducto. ¿Hay algo más tópico en Segovia? El Acueducto, el Mesón de Cándido, el punto de información del movimiento 15M con sus pancartas tendidas al sol desde lo alto de la Terraza de Santa Columba, los turistas japoneses atrapando en sus máquinas los latidos del costillar de la serpiente gruesa que diría el Arcipreste de Hita…
Tras una comida menos rápida de lo previsible, hubimos de apresurarnos un tanto. Empecé a temer que llegaríamos tarde a la propia presentación de nuestro libro, lo que sería calamitoso; pero estas cosas supongo que las piensa quien está tan excitado y con tantas ganas de ofrecer lo mejor a quienes han volado desde Tenerife para presentar un libro en esta ciudad que, aunque algunos lo escriban, y a veces lo parezca, ni es tan levítica, ni es tan mortecina, salvo que uno la visite en el más duro invierno.
El reloj no detenía su paso, y poco a poco iban llegando a la Sala de Caja Segovia conocidos, familiares, amigos, saludados y hasta desconocidos. Ángeles Hernández, a esas horas, ya estaba también con nosotros. Se había cruzado media Península, desde mi adorada Asturias para estar con nosotros. Estas cosas creo que conviene resaltarlas, sólo por una razón, porque demuestran un cariño tan impagable que no se me ocurre mejor modo que haciéndolo público.

Instantes antes de comenzar el acto (Foto El Adelantado)
Tras la sonrisa de Ana, Guillermo Herrero se dirige a la mesa
(Foto Ángeles Hernández)

Guillermo Herrero, el historiador y periodista de El Adelantado de Segovia, fue el encargado de conducir el acto. En ningún momento tuve dudas de que debía ser él el encargado, pues fue el primer periodista que publicó en un diario de papel la existencia de esta historia, pocos meses después de haberse iniciado. Gracias a él, varios convecinos han estado pendientes de esta novela, tal y como me han demostrado con algunas preguntas. En las semanas precedentes, abusando de confianza con el resto de compañeros escritores, sin consultarlos, le di total y absoluta libertad para enfocar el acto como se le ocurriera. Concretada la presencia de cuatro de los siete autores en el acto, decidió que tenía que parecerse a la esencia de la propia novela: algo coral, puesto que las 7 plumas han escrito en igualdad de condiciones y en total ausencia de preponderancia las páginas donde se encierra una historia que mezcla –como en la propia vida- pedazos de misterio, trozos de amor, esquirlas de desamor, retales de sexo, jirones de muerte, trozos de acción, fragmentos de soledad, gajos de sufrimiento, raciones de ironía, eslabones de codicia, muestras de corrupción…
Guillermo, con el oficio del periodista acostumbrado a condensar el pensamiento al máximo, en tres párrafos contundentes destacó lo que para la mayoría de los asistentes al acto era una novedad. Algo que, sin embargo, para los lectores de este blog, no lo es, pues mucho se ha hablado de estas cuestiones: siete autores, escritura colectiva sin ningún tipo de preparación previa, publicación abierta a la opinión de los lectores que, de hecho, podían influir –e influyeron- en varios detalles de la trama… Es decir una auténtica innovación respecto de los elementos más tradicionales de la escritura de una novela…
Y a continuación, tras escuchar en la voz honda y magnífica del ya buen amigo José Francisco –La Voz Silenciosa-, el capítulo segundo de la novela, para que los asistentes al acto entraran en materia, comenzó una entrevista, una conversación entre Guillermo que nos preguntaba y los autores. Él, Guillermo Herrero, tuvo la habilidad y sabiduría profesional de camuflarse, por así decir, en la escena, como buen periodista –no todos lo son- su labor era otorgar protagonismo a los entrevistados (en este caso nosotros cuatro) a través de las preguntas apropiadas que, normalmente, suelen ser la más obvias.

Un momento del acto, ante la atenta mirada de Marcos Alonso
(Foto Marián)
Repetirlas en este blog es un poco redundante, pues, insisto, mucho se ha hablado al respecto: cómo nació esta experiencia, qué problemas ha habido, cómo se fue cosiendo la trama, si es más sencillo escribir en solitario o en grupo, cómo se consiguió el ensamblaje de las diferentes voces, cómo han influido los lectores, el tipo de presión que teníamos cada autor cuando nos llegaba el momento para escribir, si alguno hemos pensado durante el tiempo de escritura abandonar la nave, cómo influirá la presencia de Internet en la literatura, y no sólo en el soporte en qué se lean los textos, etcétera, etcétera…
Mientras Guillermo preguntaba, mientras escuchaba las respuestas de mis compañeros, contemplaba los rostros del público. Y en la inmensa mayoría veía cómo el grado de interés se aposentaba en el gesto. Yo diría que nadie se estaba aburriendo allí dentro. Salvo a nosotros mismos y cinco o seis personas de la sala además de nuestras tres amigas que se habían presentado desde Madrid, Oviedo y Málaga, para el resto, todo era nuevo, por tanto yo diría que atractivo. Es verdad que uno jugaba en casa, y que a este tipo de actos suelen ir personas que están a tu favor, pero aún con esa salvedad, me percataba con certeza absoluta que estábamos sorprendiendo.
Incluso tuvimos tiempo de comentar el contenido de la novela, de la historia que anida en sus páginas y que espera a nuevos lectores, esa búsqueda de Sophie que en realidad es una búsqueda de sí misma, una lucha feroz por la libertad que sólo conseguirá cuando encuentre la respuesta a la pregunta que lastra su vida desde el día en que ocurrió la catástrofe de la desaparición de sus padres.
Todo esto pasó en la sala, en realidad pasaron muchas cosas más, porque allí estuvieron presentes también quienes no pudieron estarlo físicamente, y pasó la complicidad que se ha generado entre nosotros. Y eso se notó desde el primer momento, desde el instante en que, por ejemplo, presenté a mis amigos a mis padres. Uno se fija en esos detalles para comprender que no vive un sueño.
Instante final de la presentación (Foto Ángeles Hernández)
Y claro con estos mimbres y con ese sabor de boca, con algo de retraso, pues hubo que saludar a unos y otros, pudimos llegar a la Feria del Libro, a pesar de su proximidad.
Los libreros acabaron encantados con el rato que pasamos en la caseta, pero no todo concluyó allí. Había que seguir atando cabos y los fuimos atando ya en la fiesta. A pesar de lo que me temí, no me llegó el cansancio, el desfondamiento. Por el contrario, poder contactar con nuestros compañeros de aventura y con otros amigos a través de los teléfonos fue otro momento muy especial. Allá en Lérida, en Tenerife, en Las Palmas, en Málaga, en Sevilla había personas esperando nuestro resumen; pero creo que más que nuestro resumen esperaban descubrir el tono de nuestra voz. Poco les importaban las palabras concretas, era fundamental primero comprobar que de nuestra garganta brotaba la ilusión y la alegría. Tres de los libreros nos acompañaron en el bar, y allí es como si hubiera continuado la entrevista de Guillermo. Como ellos no habían estado –lógicamente- en el acto se repetían las preguntas, la curiosidad.
María Sangüesa había partido en el AVE camino de Madrid poco antes de finalizar la firma. Luego, unas horas más tarde, Ángeles volvió a atravesar la Península hacia el norte. Pero el resto aún teníamos ganas de seguir de cháchara. Tanto que decirnos desde la última vez…
Y al día siguiente la inmensa gozada de poder explicar las cosas que uno sabe de esta ciudad y compartir la amistad. Es difícil coincidir, y por ello hay que aprovechar al máximo el tiempo, estirarlo, ahondarlo, ensancharlo, ocuparlo sin perder ni un minuto.
Sé que lo que antecede tiene poco o nada que ver con una crónica al uso, quizá sea mejor que leáis la que Ángeles Hernández ha dejado en La Esfera, pero no me es posible escribir sobre este acto, sin escribir sobre todo lo demás. Y aún así me dejo en el tintero lo que importa, la verdadera esencia nutritiva de estas cuarenta y ocho horas: disfrutar de la amistad con la conciencia clara de que es verdaderamente lo que sacia el hambre del corazón, tal y como ya ha demostrado Dácil Martín en este texto.

7 plumas en Radio Cuarte, Zaragoza, octubre 2010
(Foto Pilar Aguarón)

martes, 7 de junio de 2011

Preparando la presentación de Oscurece en Edimburgo en Segovia.


Díptico editado por Caja Segovia para el acto de presentación de la novela

Se acerca el instante de la presentación en Segovia de Oscurece en Edimburgo. Mañana a las siete de la tarde en la sala de Caja de Segovia, el periodista de El Adelantado de Segovia, Guillermo Herrero, oficiará de maestro de ceremonias. Él fue el primer periodista que acercó a la prensa escrita este proyecto en sus primeros compases.
Me produce una ilusión y una tremenda emoción poder acercar a mi tierra, a mis conocidos, a mis amigos el fruto concretado en forma de libro del trabajo de tantos meses y poder contar con la inestimable presencia de buena parte del elenco de autores, los que han podido organizar sus trabajos y actividades para acercarse hasta esta ciudad que os recibirá con los brazos abiertos, y quizá un poco de lluvia. Me refiero a Francisco, Ana y Dácil. Sé, pues me lo han confirmado, que vendrán además algunos amigos que no viven en Segovia, lo cual me llena, si cabe, de más satisfacción.
Como se viene resaltando en los distintos actos de presentación del libro, este modo de escritura tan novedoso es la verdadera carta de presentación de la novela, una carta contundente y poderosa, y quienes sois lectores de este rincón sabéis de ello desde el primer momento, desde que arrancó la aventura que ya se ha concretado.
Pero además de ello y siendo consciente de que este proceso creativo es un paso adelante en el contexto de encrucijada que está viviendo la literatura y todas sus manifestaciones editoriales, tal y como se está escuchando estos días en Monza, Italia, en el congreso que sobre el futuro de el libro organiza la UNESCO, me atrevo –como ya se han atrevido otros- a lanzar una propuesta a favor de la propia consistencia de la novela, de la historia, del modo en que está narrada. No hemos sido ninguno de los autores quienes nos hemos atrevido a tanto –hubiera sido de muy mal gusto por nuestra parte-, pero en el acto de presentación de Santa Cruz de Tenerife, Iván González se atrevió a definir el estilo propio de la novela, un estilo que la convierte en trepidante y que a pesar de la múltiple autoría se acaba por presentar a los ojos del lector como una obra ensamblada y engarzada en su variado tono.
Tengo la experiencia muy próxima, en casa, y quien ya la ha leído me dijo que en un momento determinado –no muy tarde- la historia crece tanto en el ánimo del lector, que éste ya se olvida de mirar al inicio del capítulo para descubrir su autor. Elsa López, madrina del acto en la capital tinerfeña, dijo que muy pronto se sabe quién ha escrito cada capítulo y, sin embargo, esa circunstancia no entorpece la lectura, ni nada por el estilo.
A uno le gustaría que una vez escrito y editado, el libro viajara libremente a la casa de cada lector, tal que un pájaro de buen agüero, sin más. Pero este mundo no es tan sencillo como eso, nunca lo ha sido, hay mucha belleza a nuestro alrededor muchos libros muy bien escritos con historias que también atraen, atrapan y emocionan, con estilos envidiables e inimitables, hay poco tiempo, el dinero escasea… En fin, hay que procurar darse a conocer pues la industria editorial, que cada vez tiene más de industria y menos de editorial, controla con mano de hierro los grandes canales de comunicación. Nuestra pelea es desigual, pero aquí estamos, ilusionados y emocionados presentándoos el fruto de nuestra tarea y ofreciéndoos aquí la posibilidad de comprarlo.
Por lo que sé hasta este instante, no os decepcionará su lectura.
Y no quería cerrar estas líneas sin agradecer públicamente a la prensa segoviana, así como a Caja Segovia, que nos hayan brindado su apoyo: Radio Segovia, donde Alfredo Matesanz me entrevistó, El ya citado Adelantado de Segovia, El Norte de Castilla, Segoviaaudaz, Segovia al día Digital, Televisión Castilla y León en su canal de Segovia, donde hoy también me entrevistarán...

domingo, 5 de junio de 2011

Para entender el miedo del planeta


No es necesario un vuelo de preguntas
que recorran la brisa
para entender el miedo del planeta...

Aunque no se detenga su sonrisa
(su baile circular e indefinido),
es fácil descubrir sus cicatrices
y todas sus heridas:
río de cementerio
por donde bogarán los ataúdes
de los hijos de nuestros hijos muertos.

Aún no he aprendido lo que importa:
el nombre de las flores,
la lengua de los pájaros,
los gestos de las nubes,
el temblor de la tierra,
el silencio del agua,
o el llanto del océano…;
sin embargo, a pesar de esa ignorancia,
sé que nos suicidamos día a día
en nombre del progreso…

Entonces me pregunto exasperado,
recubiertos mis versos por bozales
que eviten mis insultos más obscenos…:
¿Quién es el proxeneta…?
¿Quién arrojó a la calle como putas
nuestras palabras más hermosas

destruyendo su esencia, variando su sentido…?
¿Qué diccionario afirma que el progreso
es asfixiar el aire del planeta
a cambio de un puñado de monedas?
¿Qué diccionario afirma que el progreso
es corromper el agua del planeta
a cambio de un puñado de monedas?
¿Qué diccionario afirma que el progreso
es purgar las especies del planeta
a cambio de un puñado de monedas?
¿Qué diccionario afirma que el progreso
es cercenar los sueños de esta especie
a cambio de un puñado de monedas?
¿Qué diccionario afirma que el progreso
es convertirse en dios de este planeta
a cambio de un puñado de monedas?
¿Qué diccionario afirma que el progreso
es el más alto abismo donde acaba
la senda que transitan nuestros pasos
a cambio de un puñado de monedas?


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viernes, 3 de junio de 2011

Sobre libros



Se abalanza el calendario y no nos damos cuenta, o no me doy cuenta. El 14 de marzo, cuando presentaba en la Diputación Versos como carne, junio parecía muy lejos, y ya estamos en vísperas de una semana que va a ser movidita para mí. Una semana en la que de nuevo el trabajo del año pasado, se asomará al mundo.
No es que sean cosas muy trascendentales, pero para mí y para nosotros lo serán. Cuando se concretó que el día seis, lunes, tendría el encuentro con el Club de Lectura que forman algunos profesores, padres y alumnos del Colegio Claret de Segovia, todavía faltaban muchas semanas. Y ya está aquí, ahí mismo, ese día en que tendré la inmensa fortuna de poder escuchar y compartir las experiencias que mis versos han causado en algunos de sus lectores. Esto es impagable. Probablemente sea la mayor dicha para cualquier escritor. Aunque de algún modo esta experiencia la tengo, pues los poemas de Versos como carne ya se placearon en Pavesas y cenizas semana a semana, va a ser la primera vez que todos ellos en su conjunto, formando la unidad que les di al componer el libro, sean comentados por lectores que se han enfrentado a ellos de este modo, como si no tuvieran antecedentes.
Hasta ahora mis lectores –salvo Luis Javier Moreno que presentó el libro- habían leído todos o buena parte de los poemas en la red. Quienes hablen sobre ellos el lunes sólo –nada más y nada menos- conocerán lo que han visto en esta edición. Para ellos sólo existen de este modo. Y digo que es algo maravilloso. Nunca agradeceré lo bastante a Cristina Guerra que me haya propuesto para la lectura del mes, que mi libro haya sido comprado por estos lectores que, de lo contrario, no sé si lo hubieran adquirido en las librerías. Recibir la llamada de teléfono de una librera (de dos en este caso) para que fuera a reponer ejemplares es tan insólito y emocionante… Estoy hablando de cifras ridículas, pero para mí son como récords personales abatidos por el esfuerzo y la constancia. No pretendo llegar mucho más lejos, ni siquiera pretendía tanto y se han dado estos pasos.
Quizá, sin yo saberlo, sin saberlo él o ella, ya me he cruzado por la calle con algún lector o lectora que aún me desconoce en lo físico, y sin embargo ha leído mis poemas. ¿Se habrá emocionado también? ¿Le habrán gustado? ¿Habrán sido mis palabras capaces de cruzar su cerebro y tocarle el corazón…?
El lunes saldré de dudas. El lunes espero contarlo…

Pero es que la semana continúa, y casi sin solución de continuidad, el miércoles, el día ocho, llegan a Segovia al menos tres de mis compañeros de la aventura 7 plumas que ya ha fructificado en su primer libro: Oscurece en Edimburgo: Ana Joyanes, Dácil Martín y Francisco Concepción. 
Estos días me voy dando cuenta que una ligera expectación se está levantando, casi como una brisa tenue pero bien perceptible. No sé qué ocurrirá el miércoles, no sé cuántas personas acudirán al acto, ni siquiera sé cuántos libros firmaremos y venderemos después en la Feria del Libro de Segovia.
Es todo muy pequeño, repito. Pero conviene que así sea. Para que el fruto llegue a colmo ha de crecer despacio, al ritmo apropiado. No conviene acelerar su marcha de un modo artificial.
Como en Versos como carne, Oscurece en Edimburgo nació en la Red y ahora se materializa en un libro que ya ocupa algunos centímetros en los estantes de la caseta de la Asociación de Libreros de Segovia.
Esta tarde he acercado algunos ejemplares hasta allí. Se han quedado entre sus hermanos libros, se han sumergido entre ellos y ninguno ha protestado. Allí deben estar preparándose para dormir, salvo que organicen alguna juerga noctámbula. Teniendo en cuenta los perosnajes que pueblan nuestra novela, nos sería extraño que algo sucediera. Quizá debiera habérselo advertido a los libreros... Esta noche será su primera noche fuera de casa, ya por fin libres de mi cuidado. Su portada negra con la ilustración de las piernas cruzadas de Sophie ante la ventana abierta a los tejados de un ocaso en Edimburgo, se ha unido a las decenas o centenas de portadas que pueblan esta caseta…
Y será un milagro, un milagro de los grandes, que alguien, al contemplar toda la variada oferta que salta a sus ojos, se decida por esta novela firmada por siete escritores sin nombre y con tanto entusiasmo. Pero si no se intenta es imposible. Uno ve nombres de escritoras y escritores, ve sellos editoriales y se da cuenta que la lucha es muy desigual, pero no por ello nos arredramos.
Porque también contamos con nuestras armas.
Caja Segovia, su obra Social y Cultural para ser precisos, ha puesto todo de su parte para promocionar la presentación del libro. Sé que en los libreros de Segovia encontraremos buenos aliados. Sé que la prensa de esta ciudad se portará, como se está portando, con nuestro proyecto. Sé que Guillermo Herrero hará una excelente presentación, pues está muy ilusionado con el proyecto (Conviene recordar aquí, que él fue el primer periodista español que escribió sobre la noticia en un periódico de los que aún se venden en los kioscos, impresos en papel...). Sé que mis compañeros, amigos y familiares echarán el resto.
Lo demás ya no es cuenta nuestra. Lo demás ya es jurisdicción exclusiva del lector. Lo demás será respuesta ante nuestra propuesta. No desesperaremos, en absoluto. El fruto, como he escrito más arriba, llegará a su sazón en el momento en que haya madurado. Por mucha presión mediática que haya tras un proyecto así, lo que verdaderamente importa es el boca a boca, es que los lectores anónimos hablen del libro. Como tantas veces se ha demostrado, un libro por el que se apostó poco o nada, de pronto se ha convertido en referencia y ha marcado tendencia; por el contrario, cuántos libros en los que las editoriales han dejado todo su empeño se han estrellado ante la indiferencia general.
Nada está escrito, salvo la novela.
Nosotros seguiremos trabajando. Nosotros seguiremos a lo nuestro que es escribir. Juntos, o por separado, (mejor dicho juntos y también por separado) nos afanaremos en esta tarea que para cada uno de los siete es ineludible, como respirar. Que nuestros textos vean o no la luz será aceite de otra almazara y quizá en eso sí sea determinante la suerte de Oscurece en Edimburgo…
Pero por si todo esto fuera poco –y es mucho, casi desbordante- otros dos libros míos lucen bien galanos en la caseta que ha instalado la Diputación. Menos abigarrados que en la otra caseta, se ven ejemplares de Versos como carne y de Aquel sábado lluvioso.
Y uno, al descubrirlos así, juntos, se da cuenta que en muy pocos centímetros de separación hay resumidos diez años de existencia, los que median entre la publicación de la novela y del poemario… Y he estado por venir corriendo a casa y llevarle a Enrique ejemplares de Cuentos de Euritmia, algunos de los que por aquí me quedan, y no, no porque los venda, sino porque estén juntos casi todos mis libros publicados, oreándose en la calle, frente a la Iglesia de San Millán, que se entrevé tras los árboles… Ojalá que alguno de ellos se instruya en el lenguaje de los pájaros que por allí cantan y luego me lo explique, a ver si de una vez, luego, aprendo algo de veras importante, que ya va siendo hora…

miércoles, 1 de junio de 2011

No olvido a Haití

Escribir sobre determinados asuntos es delicado en determinados contextos, sin embargo en esta ocasión no me van a doler prendas. Voy a hablar sobre Haití, mejor dicho sobre ayudar un poquito a Haití… Lo digo por si alguien quiere dejar de leer en este preciso momento. Ya saben, quien avisa…
Y es que ya me estoy empezando a hartar de tantas pamemas con según qué cosas. Me parece indigno que la ayuda que la buenas gentes del mundo hemos intentado hacer llegar a los damnificados por el devastador terremoto de Haití se haya quedado en muchos casos por el camino. Y mejor no iremos más allá para evitar que a uno le suba la tensión por las nubes, porque además la situación de algunas economías no es la más boyante precisamente.
Pero hay situaciones que son más sangrantes de lo que parece. Está muy mal que uno se cite, pero desde aquí os remito a lo que escribí hace ya tantos meses. Nada ha cambiado. Si acaso ha empeorado, puesto que como ya preveíamos algunos, la noticia dejaría de importarnos pasado un tiempo, a pesar de la infatigable actitud de Forges que cada día firma su chiste haciendo alusión al terremoto, pese a que algunos periodistas, de vez en cuando nos recuerdan lo que sucedió.
El otro día, hace muy poco, un compañero de trabajo nos mandó un mail… Se va a pasar las vacaciones de verano desde el día 29 de junio a Haití...
Sí, hay un valiente, un solidario de verdad a mi vera, y yo sin enterarme. Os dejo con sus palabras.

Os quería comentar que este año he decidido irme el mes de vacaciones a echar una mano a Haití, desde el 29 de Junio al 29 de Julio.
Se trata de dar continuidad a un proyecto que comenzó en Febrero de 2010 con el viaje y estancia de seis meses de dos miembros (Nati y Pilar) de ASHUADE (Asociación Humanitaria de Ayuda al Desarrollo) en Tabarre, un barrio de Puerto Príncipe.
Principalmente nuestra labor allí será estar con la gente, sobre todo niños.
Nos han comentado desde la organización que podemos llevar globos grandes y pequeños, puzzles para niños, pinturas, dibujos para colorear, y dinero en efectivo para comprar allí todo lo que veamos necesario en el día a día. Para esta labor cuento con la ayuda de una conserje del Palacio.
Ella cuenta con una hucha para quien quiera aportar una ayuda económica. También le podéis dejar material de los mencionados anteriormente.
De esta forma podéis tener la seguridad de que llegará a Haití hasta el último céntimo que depositéis en esta hucha.
Durante la estancia en Haití, procuraré ir mandando fotos de todo lo que se vaya haciendo con el dinero aportado por todos.
Si sabéis de alguien que pudiera estar interesado en colaborar, simplemente reenviarle este correo.
Y para cualquier pregunta o sugerencia, no dudéis en poneros en contacto conmigo, tanto personalmente, como por teléfono, correo…
Como no podía ser menos, he pedido permiso a mi compañero para dar publicidad al proyecto y además he indagado por ahí. Como se puede observar en el vídeo que inserto al final de esta entrada, la presencia de religiosas es evidente. Lo digo por advertir, porque todo quede claro. Ellas (Nati y Pilar) según he descubierto son religiosas y no se oculta en el vídeo, al final aparecen los nombres de tres órdenes religiosas además de ASHUADE. Por suerte ellas –y muchas más como ellas y ellos- son la otra cara de la moneda que representaba Monseñor Munilla en el artículo de enero del año pasado.
Dicho esto –y repito que lo aclaro para que todo el mundo actúe sabiendo lo que hay-, con esta entrada lo único que pretendo son un tres cosillas:
En primer lugar, testimoniar a mi compañero mi total admiración por lo que hace. Personalmente sería incapaz de hacerlo. Ni siquiera si hubiera podido sé si lo habría hecho o, por el contrario, habría encontrado otra excusa. Personas así dignifican al ser humano, y hacen que uno no lo sienta como un carroñero. (Sé que no le gustará, pero comento dos detalles de este compañero: es joven, muy joven y es informático... No hay nada mejor que la realidad para desbaratar algunas ideas preconcebidas...)
En segundo lugar, desde este humilde espacio dar publicidad a esta acción. Cada día que pasa, y como se está demostrando desde el día 15 de mayo pasado, sólo las acciones concretas de las que se responsabiliza o da la cara alguien a quien conocemos, son las que merecen la pena. No son tan eficaces, como podrían y deberían ser acciones de justicia y no de caridad, pero visto lo visto, esto es lo que nos queda. Comparto lo que se pueda decir sobre la sinrazón de las obras de caridad en el siglo XXI; pero no es hora de teorizar. Al menos no me apetece, estoy un poco cansado de tanta palabrería. Y aunque hay que seguir luchando por un mundo de justicia, nada impide que intentemos ayudar a los necesitados. Mientras discutimos sobre el sexo de los ángeles puede caer Bizancio otra vez. La urgencia de la miseria sigue llamando a nuestra puerta. Que quienes tienen que procurar la justicia continúen trabajando por ella, entretanto con la otra mano evitemos algún dolor de hoy, algún hambre actual. O dicho de un modo más nítido aún: "A Dios rogando y con el mazo dando".
En tercer lugar. Estoy seguro que cada uno conoce en su lugar de residencia o a través de Internet a alguien que está colaborando en algúna ONG o asociación que tiene establecidas líneas de ayuda para Haití. Alguien que sea de fiar. Pues bien, ojalá que esta entrada sirva para que os dirijais a esa persona. A mí me da lo mismo que la aportación –del tipo que sea- se haga a través de un canal u otro. Es lo de menos. Salvo la admiración por mi compañero, nada me une a ASHUADE, simplemente lo traigo aquí a modo de recordatorio.
Me parece indigno de nuestra sociedad, de nuestra civilización, que nos olvidemos de los más necesitados, de los que menos tienen, y de los que están en peor disposición de tener algo, excepto sonrisas.
Haití sigue en la miseria, aunque las primeras planas de los periódicos no se interesen por el asunto.