domingo, 31 de julio de 2011

Me faltan


Me faltan las palabras más sencillas, las más elementales, las que describen lágrimas si hay lágrimas recorriendo las noches y sus ciénagas; las que logran decir sonrisa cuando es sonrisa el sudor compartido de un esfuerzo; las que logran decir pan cuando el pan importa mucho más que los tesoros.
Y me falta la rabia de quien mira al verso con el gesto de los héroes, esos seres que marcan territorios con aroma a poema sin careta lanzando la verdad como quien lanza un cielo verde líquido de ocaso en la entraña del caos y la mentira, eliminando sombras y alabastros.
Y me falta el dibujo delicado de quienes son capaces de hacer de las arrugas el trofeo más bello de una vida, porque ven más allá de la apariencia y convierten la piel en ese libro impreso por la tinta del dolor leyendo en sus esquinas las historias de una existencia expuesta a la agonía.
Y me falta la punta de la aguja cosiendo las verdades escondidas, convirtiendo los lirios en espadas, o atravesando pieles con mil besos, o haciendo de su filo vendaje protector del olvido y de la muerte, o construyendo puentes sobre abismos, o esgrimiendo palabras como bombas devastando el disfraz de la mentira.
Y me falta el mirar desnudo y simple, la pupila de un niño ensimismado en el vuelo combado de los pájaros, o en el viaje en zigzag de las abejas, o en la gota de lluvia repetida, mientras el tiempo fluye tras su espalda…, la retina infantil, despreocupada, que aún recuerda la esencia del presente: única eternidad del universo.
Y sin embargo sé que mi camino sólo lo correrán mis pasos lentos, porque sólo a mis pies les corresponde trazar su itinerario sin destino; y alterar este rumbo es imposible, si no quiero vivir en la mentira, si quiero que mi casa no se caiga al paso de huracanes o borrascas, o porque la endeblez de sus cimientos la sepulte en las lluvias del otoño, si quiero que mi casa sea entraña donde crezca la llama de la vida.

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jueves, 28 de julio de 2011

Me pregunto

Me pregunto en silencio por la muerte; pero no por la muerte en general. Ni tampoco pregunto por mi muerte. Se trata de otro tema. Es como una navaja con respuesta. Parecerá retórica, lo sé. Pero no tiene nada de vacío, sino que está tan llena de dolor, que da miedo mirar entre sus flemas, o recorrer el viaje de su esputo…
Pregunto por mis crímenes. Aquí tengo el dossier de mi existencia, delante de mis ojos, no hay engaño…
Hablo de los cadáveres inútiles que hacen de este planeta un cementerio cuyo crecer no para ni un instante. Hablo de tantos muertos que he matado, gracias a mis olvidos consentidos, gracias a mis silencios o a mi miedo.
Hay zonas del planeta como zanjas, como oscuras trincheras excavadas con mi gesto omitido y descuidado. Sé que los abogados me dirían, ‘Declárate inocente’. Pero son muchos años afincado sobre estos escenarios de mentira. Tantas pupilas muertas no consienten ni una mentira más saliendo de mi boca. El código penal de los humanos no contempla estos crímenes horribles, pero es inapelable mi condena a cadena perpetua en el infierno. Y quizá haya un atisbo de clemencia si levanto mi voz, si elevo mis latidos, si grito sin cansancio tanto crimen.
Es tan fácil mirar a las estrellas y no contemplar hambres y miserias, que da miedo saberse un ser humano lo mismo que un cadáver de Somalia. Es tan fácil culpar a cualquier muerto, es tan fácil decir que están tan lejos, es tan fácil mostrar las manos limpias… Es tan fácil callar a mi conciencia y convertir en limpio lo vacío, que da miedo mirar esas miradas, porque además su viaje es nuestro viaje. Ellos llevan billete en el crucero, igual que yo lo llevo, y sin embargo, yo no pago el peaje que ellos pagan, aunque también el mar es mi destino.
Así pues, soy culpable de su muerte, al menos de una parte de su muerte; y aunque no soy el único asesino, quizá por omisión también mis dedos apretaron gatillos, empuñaron espadas o evitaron la ayuda imprescindible.
Me declaro homicida por silencio, y por comodidad, por omisión y miedo, por no hacer lo que puedo, por escurrir el bulto entre la masa, por no querer oír ciertas verdades, las únicas verdades… Por no elevar mi voz contra estas muertes…

martes, 26 de julio de 2011

La Esfera Cultural número 3

Quizá aún no sepáis que La Esfera Cultural acaba de editar en papel su tercer número Aquí teneis una aproximación.

Para poder acceder a toda la información u para adquirirla desde aquí podéis hacerlo.

domingo, 24 de julio de 2011

Somalia o la indiferencia

En estos últimos días la ONU ha declarado oficialmente la hambruna en Somalia. Esta noticia debiera ocupar todas nuestras líneas y todas nuestras reflexiones y todos nuestros esfuerzos. En el siglo XXI no es de recibo que haya países cuya situación sea la del hambre a causa de una sequía brutal que asola el país desde hace muchos meses.
Sin embargo nos ocupan otras informaciones. Ni yo mismo he estado a la altura. Llevo desde el jueves comentando etapas del Tour, y citando la catástrofe noruega o la muerte de una cantante cuyas circunstancias concretas no se han aclarado aún (al menos que yo sepa), pero que todos intuimos.
Sin embargo, el hambre de los somalíes no ocupa las portadas de ningún medio de comunicación, y son pocos los blog que elevan aunque sólo sea su lamento por esta circunstancia. Hay, claro está, honrosas excepciones, como el trabajo de periodistas como Nico Castellanos de la Cadena Ser, o los tuits de te Ana Pastor de TVE que llevan algún tiempo intentando alertarnos de la situación, convirtiéndose en más de una ocasión en pregoneros de las ONG más implicadas.
Acabo de echar un vistazo a las portadas de los periódicos digitales de difusión más amplia. Cito: El País, El Mundo, ABC, La Razón, Público, La Vanguardia, El Periódico… Salvo Público (y en un lugar más bien escondido, en su parte inferior) ninguno de los otros seis trae en su página de inicio semejante noticia. Todos repiten –con algún matiz más o menos irrelevante- lo mismo: relatos, conjeturas y comentarios sobre la masacre noruega, la victoria de Evans en el Tour, la magnífica carrera de Fórmula 1, la manifestación de los indignados en Madrid (en tres o cuatro se repite, además, la misma imagen de una pancarta muy acertada –como el 99% de los eslóganes del movimiento-: “No es una crisis, es el sistema”, dice su texto), la presentación del vídeo promocional de Rubalcaba, reflexiones tardías sobre la dimisión del ex Presidente de la Generalitat Valenciana Sr. Camps, la reaparición de José Tomás en el coso de Valencia… Pero nada de la muerte por hambre en el cuerno de África. Habría que saber ahora, cuántos lectores de prensa digital pinchan sobre la página de la sección de internacional. Y cuántos de ellos han descendido el cursor hasta llegar a la información africana, porque ni siquiera en esta sección aparece en cabecera, ya que las primeras informaciones se las sigue llevando el horrible atentado en Noruega o el regreso de Hugo Chávez a Venezuela, o la otra matanza que hoy nos llega, esta vez en Texas tras una bronca familiar, parece.
Por suerte en el informativo de La SER de este mediodía he escuchado, por segundo día consecutivo, una emotiva y concisa crónica de Nico Castellanos que se ha marchado hasta allí, como hizo cuando lo del terremoto de Haití.
¿Estoy diciendo algo contra los medios de comunicación?
Parece que sí, a primera vista. Pero en el fondo no lo sé. Porque no estoy seguro de que ellos sean los únicos culpables, o más bien se trata de otra cuestión.
Como siempre en estos casos, me hago la misma pregunta: ¿Los medios no informan porque no interesa a la ciudadanía, o no interesa a los ciudadanos porque los medios no informan? En la vida, como se ve, no se puede aplicar la propiedad conmutativa como en las matemáticas y el orden de los factores sí afecta al resultado final de la operación.
En estos meses he escuchado al menos en tres ocasiones a José Luis Sanpedro la misma idea. No tiene que ver directamente con este asunto, sino con las movilizaciones del 15M, pero quizá se pueda aplicar también a esta cuestión. Sostiene el escritor que la libertad de expresión en sí misma no tiene ningún valor, sino viene precedida de la libertad de pensamiento. Y el sistema en que vivimos, el sistema que nos ha educado, se ha encargado de imbuirnos en el subconsciente con precisión sistemática lo que debemos pensar; es decir, no nos ha preparado para pensar con libertad, por tanto nuestra libertad de expresión no es tal, o al menos no lo es de modo absoluto. Quizá que una noticia como el hambre que amenaza a tantos centenares de miles de seres humanos en el llamado Cuerno de África pase desapercibida, o nos resbale por la piel con menos efecto que el agua de la ducha, tenga que ver con lo anterior.
Reconozcamos que lo que ocurre más allá de nuestra civilización es para nosotros tan lejano como si sucediera en otro planeta o entra época de la historia. Reconozcamos que la muerte de tantos seres humanos es algo que no nos importa. Reconozcamos que las consecuencias para los que sobrevivan, tampoco es que ocupen nuestros pensamientos. Reconozcamos que pensamos que es su problema, que nosotros tenemos los nuestros y que sucede muy lejos de nuestras vidas. Si acaso, acallaremos las conciencias un poco más turbadas con un donativo que nos justifique ante el futuro.
Es verdad, y no seré yo quien lo niegue, que como se están encargando de explicar unos pocos, Somalia es una de las pruebas evidentes de lo que los politólogos dan en llamar estados fallidos. Parece que se trata de un país nacido de la unión de dos colonias gestionadas por el Reino Unido e Italia. De hecho y tras y una cruenta guerra civil parece que en la práctica funcionan varios estados dentro de uno meramente nominal. Ante esta situación es difícil gestionar una escasez casi endémica, más cuando los dirigentes de los diferentes grupos tribales estarán más pendientes del poder que de sus pueblos. Pero a pesar de todo ello es inconcebible que el resto del Planeta permita lo que está sucediendo. Si Somalia interesara a una o varias potencias en algún aspecto no se habría llegado a esta situación.
Y los somalíes siguen llegando a un campo de refugiados en la frontera con Kenia, creo. En el trayecto de centenares de kilómetros, y ante la escasez extrema los padres van dejando de comer para que sus mujeres e hijos dispongan de una porción más de alimento. Sólo este dato, que ayer escuché a Nico Castellanos en su crónica del mediodía, tendría que ser suficiente para que el mundo entero detuviera su marcha, para que todos los gobernantes se dejasen de zarandajas y dispusieran lo necesario para que esto deje de suceder. Sin embargo, no va a pasar. En alguna información que he vislumbrado se insinúa que sectores afines a Al Qaida no quieren que la ayuda internacional se haga presente en su territorio. No sé hasta qué punto será cierto esta información, pero ahí está.
Mientras que la mejoría de la vida del ser humano en desarrollo armónico con el Planeta (en el fondo es lo mismo, pero prefiero esta tautología para que no se me malinterprete o para que se me entienda del todo), no sea el objeto primordial de los poderosos y gobernantes del mundo, no podremos decir que la Humanidad está en camino de su plenitud. Por el contrario, en el actual estado de cosas, en el que prima fundamentalmente la consecución de beneficios financieros y el crecimiento de los de siempre, asistiremos a más situaciones similares, o peores quizá.
No, no soy nada optimista en esta cuestión, como se observa.
Ya se ha advertido por los científicos –o por una parte de ellos al menos- que el primer y gran damnificado del cambio climático será precisamente África que es quien menos está colaborando en él, pues el continente con menos emisiones de CO2 a la atmósfera; sin embargo es el más frágil.
Entretanto seguiremos a lo nuestro. Ojalá, al menos, que muchas conciencias se sientan con ganas de justificarse y colaboren con la abnegada tarea que varias organizaciones humanitarias llevan a cabo en el terreno.

sábado, 23 de julio de 2011

Hacinados



(Información del Norte de Castilla, a doce de julio de dos mil once).

Hoy leo un titular desgañitándose como un verso escondido dentro de una pesadilla: 


Cien temporeros viven hacinados
en viejos gallineros
ubicados en Puente Duero, Valladolid.
 



¿Cien hombres y mujeres expiran como gallinas cuya única misión es poner huevos antes de la muerte? 

Son rumanos, explica la noticia, y el primer grupo,
más o menos legal llegó hasta una vivienda de las afueras
hace justo cinco años.
 


Algunos periodistas son precisos, y el lector debería agradecerlo… 

Vivieron hacinados por decenas…
Otra vez me golpea la palabra, me atraviesa el asta de su hache muda,

hasta que decidieron vivir
literalmente bajo un puente -el de la carretera que rodea aquel barrio-.


A veces un adverbio resplandece como una luna llena, hasta iluminar frases o poemas.

Pero la Policía y el Seprona los echaron de allí poco después,
aunque los inmigrantes se mudaron hasta los gallineros solitarios
a cien metros del río… Y allí siguen. 
 


El detalle del río es lírico y es triste, como como eco de libertad, como trueno de abrevadero…

Aunque el problema, escribe el periodista,
es que el censo no para de crecer
son casi un centenar de inquilinos temporeros.
En la antigua capilla de la granja -hoy muy destartalada-
es donde se recibe a quien visita el poblado.

Me pregunto por qué en estos gallineros había una capilla, y si Dios preferirá esta capilla tan destartalada, o una gran catedral como un imperio…, me pregunto. Y la respuesta es tan imposible como rozar el ocaso con los dedos, aunque si fuera periodista, le solicitaría entrevista en la capilla destartalada de los gallineros.

Allí los residentes malviven hacinados…

De nuevo esta palabra es cuchillo entrando en mi cerebro, sangrándome crespones de miseria, escupiéndome náusea y fetidez:

dos grupos familiares repartidos en los cuatro edificios de una planta
que hace más de dos décadas poblaron
varios trabajadores de aquellos ponederos.

Antes de proseguir, el periodista concreta su relato, para evitar sospechas de ficción, dando cuenta precisa del lugar, y, después, sin detenerse, nos zambulle en el marasmo. 

Un camino de tierra, que nace en la rotonda
de acceso a la variante de Medina del Campo o hacia la carretera de Viana,
es la entrada al submundo de estancias compartidas
por unos residentes que aprovechan cada hueco dejado por sus antecesores
-las idas y venidas de inquilinos son aquí una constante-.
Se organizan parejas o grupos en los únicos inmuebles que mantienen tejados.
Los cuartos y cocinas ofrecen un aspecto que casi es aceptable.
Pero en el exterior, o en los bloques que están deshabitados,
la basura revienta las pupilas.

Desde hace ya tres años, los temporeros más veteranos
ocupan las primeras casitas de la entrada.
No parecen llevarse nada bien con esos compatriotas asentados
en aquel gallinero viejo y sucio al que llegaron hace unas semanas.


El lector olfatea el aire denso y maloliente del comienzo de un drama; también en la pobreza cuenta el escalafón.

Oír su castellano permite distinguirlos.
«Aquí somos familia, y vinimos directos desde nuestro país,
porque había trabajo y de momento seguimos...»,

explica en su perfecto castellano uno de los rumanos.
Luego aclara que a veces viajan por el país, sobre todo hacia el sur,
«cuando sale trabajo en la aceituna».

Se nos muestran amables y también nos enseñan
sus pequeños ‘palacios’.

«No es que esto esté muy bien, pero ya no me quejo»,
apunta una mujer -acaso la mayor,
aunque hacer ciertas cábalas es casi imposible:
porque todos parecen ser muy jóvenes-.

Muestra su cocinilla que está llena de cacharros y platos.
Su habitación también está ordenada, pero el salón...
«Ahí mejor que no entres».

Mantas, colchones, tiendas…
Esta parte del gueto en Puente Duero,
cada vez más nutrido,
que fue desalojado al completo hace dos años,
aunque los afectados volvieron enseguida,


‘a sus casas’, escribe el periodista con una lucidez tan irreal como hermosa: ¿o es que no son los pájaros los dueños de los árboles?

Es la más ordenada de ambos grupos
familiares que acogen los viejos gallineros.
«Hacemos nuestra vida, ellos hacen la suya».
‘Ellos’ apenas llevan unos días pocos metros arriba del camino
y también nos reciben muy amables.

«Aquí somos muy pobres, pasa y mira para que veas cómo vivimos», adelantan.
‘Ellos’ son más de medio centenar de personas mezcladas en estancias
comunes donde duermen sobre mantas, viejos colchones, tiendas de campaña…
tirados sobre el suelo. Y sólo en una viven veinte de ‘ellos’.


El reportero entrega un dato que esconde la miseria insoportable: la verdadera senda de la huida es la respuesta exasperada a la pobreza

‘Ellos’ también llegaron por trabajo.
«Vinimos para el ajo y la patata, estaremos tres meses
luego nos iremos a Sevilla a la aceituna»,
anuncia el temporero que mejor se defiende en la lengua de Cervantes.


Intuyo que el cronista llega al tuétano… ¿Por qué si no, Cervantes en el texto? ¿Cómo no recordar esa pobreza que se pegó a su vida sin borrarle la humanidad…?

En estos gallineros destrozados
por aquellos primeros moradores, su vida no es camino de rosas. 
Tienen luz, a saber de dónde llega, pero carecen de agua
y de las condiciones mínimas sanitarias.

Buscando acaso un pétalo de paz, el periodista acalla las conciencias, la suya, acaso la de los lectores asomados a un abismo incomprensible.

Y de ello son conscientes todas las policías
(local y nacional)
que a menudo vigilan el camino de acceso hasta la granja.
Los agentes comprueban los papeles, los permisos de todos los vehículos,
y evitan su lavado en la ribera del río.

No pueden hacer más, pues los gallineros son recinto privado,
propiedad de la empresa que se desentendió de los terrenos.

La vida de ambos grupos de rumanos
que comparten casetas y miseria no es fácil.

No trabaja ninguno, sólo esperan que llegue,
al fin, la temporada anual de la patata.


Pero como bien saben los pobres de este mundo, las miserias caminan de la mano como espesos racimos de mil lágrimas…,

pues durante las últimas semanas reciben la visita de un español,
un vallisoletano que quiere extorsionarles.

«Ya ha venido tres veces en su coche,
viene solo, se baja, y nos dice
que es el hijo del dueño y luego pide
ciento cincuenta euros por familia porque estamos aquí»,
resume un afectado… Pero ellos no tragaron.


Y al lector le conmueve esa hidalguía, y se imagina el gesto altivo, de lirio oscuro, y le duele esta vida de miseria.

«Entonces le dijimos que se fuera por el mismo camino,
que nos dejara en paz, que bastante es la vida que tenemos».
 

Quizá hubo más palabras, o quizá alguna amenaza. Quizá tras esas frases, sus miradas se encendieron con llamas de venganza, pero acallaron sus impulsos, si es que los hubo entonces, ‘pues bastante es la vida que tenemos’.
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martes, 19 de julio de 2011

María José Salinas expone en Moratalla, Murcia

Soledad Ó Maria José Salinas


No conozco a María José Salinas en persona. De hecho apenas nos hemos tratado tres o cuatro noches en un chat que se celebra al mismo tiempo que el programa de radio nocturno que dirige y presenta La Voz Silenciosa, o lo que es lo mismo, el entrañable José Francisco Díaz-Salado Suárez, cuya portentosa voz ha puesto voz a alguno de mis textos, cosa que nunca terminaré de agradecer…
Pero eso es otra cuestión que ahora no viene al caso.
Iba a hablar de María José Salinas
Antes de nada, y por si la prisa de los lectores no le permite llegar hasta el final, diré que el próximo viernes 22 de julio a las 21.30 horas en la galería Zer-bizio? de Moratalla, Murcia, cuelga parte de su obra. el título de la muestra, Sentimientos a todo color, es un perfecto resumen y una declaración de intenciones de cómo ella entiende la pintura.
Descubrí en esas pocas horas de chat nocturno a una persona con mucho sentido del humor y con una fina sensibilidad. Y cuando me enteré de su pasión/afición por la pintura, le pedí que me autorizara el uso de alguna de sus imágenes, cuando alguno de mis textos así lo requiriese. Consintió desde el primer instante sin poner ninguna pega y posteriormente me habló de esta exposición.
Va a ser lastimoso para mí mismo no poder acercarme hasta aquella localidad murciana y poder contemplar en directo su obra, pero me tendré que conformar de momento con esta reseña.
Contemplar las imágenes que ya tengo en mi poder –aunque sea en formato virtual- es un anticipo de lo que se podrá ver en la citada sala.
Es verdad, como nos anticipa el título de la muestra que se trata de un canto al color que tiene especial preponderancia en sus obras, pero a mi modo de ver que, reconozcámoslo, además de muy subjetivo, está poco preparado para el análisis pictórico, las obras de María José tienen cierto componente poético. Una especie de roce sinuoso con ciertos significantes hondos del ser humano.
Es la figura humana protagonista –aunque no exclusivo- de su obra, y en particular la mujer. Una mujer que es frágil y poderosa al tiempo, una mujer que lleva en sí la fuerza de la vida y al mismo tiempo vive atrapada por sus obsesiones. En algunos cuadros, por ejemplo, roza cierta tendencia a lo onírico –no me atrevería yo a hablar de surrealismo-, y es destacable su gusto por las alusiones literarias –sobre todo el Quijote-, y por último, también se observa en algunas de sus obras una clara preocupación por los temas sociales que a todos nos duelen. Incluso diría que en algunas de sus obras, como la que sirve de ilustración a este post, se percibe la esencia del artista en cuanto a persona que es capaz de leer lo más escondido de la sociedad en que vive y sacarlo a flote, puesto que estas imágenes, por tanto este cuadro, ya lo había visto yo con anterioridad al 15 de mayo.
Espero que a partir del próximo día 22, quienes estén por la zona murciana se puedan acercar hasta Moratalla y en la galería Zer-bizio? poder gozar de la obra de María José Salinas. Seguro que no se arrepienten.




sábado, 16 de julio de 2011

"La Exposición: Gregorio Arnanz Rodríguez. Ceramista". (Segovia 1886-1961)

Imagen que anuncia la exposición


Regreso a las salas del Museo Rodera Robles de Segovia. De nuevo me hago la promesa de escribir sobre la historia de esta familia, de este Palacio, de esta fundación, de este edificio… Pero hoy, achicharrante domingo de finales de junio, no es mi objetivo. Me he acercado para contemplar la exposición que desde el día veintidós de junio y hasta finales de noviembre ocupará sus salas bajo el título Gregorio Arnanz Rodríguez. Ceramista (Segovia, 1886-1961)”.
Antes de cruzar la puerta, nada más hojear el folleto de la exposición, uno se da cuenta de la paradoja del título que no es el más preciso, aunque quizá sí el más adecuado. En efecto Gregorio Arnanz es conocido por su tarea como ceramista (de ahí lo acertado del título); de hecho dos grandes estudiosos del tema, Abraham Rubio Celada y María Jesús Tejada lo consideran el discípulo predilecto de Daniel Zuloaga. Sin embargo, al hojear el catálogo y entrar en las salas, me asalta la idea de la imprecisión. O bien Arnanz no sólo es ceramista, o bien para alcanzar altas cotas en este arte decorativo es precisa una preparación mayor de la que se pueda suponer en principio. La primera virtud de esta muestra, pues, ha sido descubrir a una persona que tuvo incursiones en diversas ramas del arte: dibujo, acuarela, óleo, fotografía, como iré apuntando…
(Para continuar la lectura del artículo pinchad aquí...)

miércoles, 13 de julio de 2011

Veintitrés años

¿Veintitrés años son pocos, son muchos…?
Veintitrés años ascendiendo la misma calle cada mañana. Veintitrés años sonriendo al amanecer, aunque en invierno el amanecer sea aún futuro. Veintitrés años intentando descubrir sobre los hombros de los números y sobre las pestañas de las letras un corazón latiendo o la esperanza o la angustia.
Veintitrés años dando rienda suelta al oficio de vivir siendo útil a alguien que desconozca de esta tarea tan oculta como las sombras en medio de la noche.
Veintitrés años sabiendo que de mi dedicación o de mis despistes pueden depender unas sonrisas, el pago de una hipoteca, o la letra de algún electrodoméstico… incluso, como me dijeron una mañana de hielo, el turrón de unos cuantos niños.
¡Qué estupidez…!
¿Qué estupidez?
¿Cómo va a depender de un movimiento diligente que se endulce la boca de un niño, o un banco no inicie un desahucio por impago…? ¿O sí?
No, no, no… Sé que no soy tan importante. No, no, no… Sé que mi tarea es un eslabón casi invisible de una cadena que más parece un bucle interminable… Pero… ¿y si el eslabón se rompe? ¿Si esa cadena pierde uno de sus enlaces, cómo llegará la soldada necesaria a esas manos que cargaron la pala con la arena para que el hormigón allanara la calle escondida de aquel pueblecito que es más pequeño que su nombre casi de poema…?
Veintitrés años compartiendo vidas y sueños, dolor y pesadillas, alegrías y futuro, angustias e ilusiones.
En veintitrés años caben libros, bodas, bautizos, entierros, cirugías, juicios, divorcios, borracheras, universidades, oposiciones, denuncias, más libros, más amor, más odio…
Veintitrés años (rozando la mitad de mi vida vivida) y unas horas ya…

martes, 12 de julio de 2011

Literatura Nova y Eterna luz sonora

Verán ustedes, aún no sé si es el verano, y que las altas temperaturas impiden meterme dentro de la campana de una buena música aislándome del ruido externo, y por tanto,  por desgracia, a diferencia de nuestra amiga Paloma Corrales, no puede escribir asomado al silencio, que es de lo que se trata. No sé hacerlo de otro modo. También pudiera ser, por el contrario, que no tengo ninguna idea en concreto y que esta ausencia sea la que convierte mi atención en una especie de radar que se lanza a auscultar todo cuanto acontece a su alrededor…
Sea como fuere, desde hace algún tiempo, este blog anda un poco canino, como si estuviera a régimen de adelgazamiento. Y en esto hay un error, él, el blog, digo, no tendría por qué atravesar un tratamiento de este tipo, más bien debería ser su propietario, pero quizá exista un almacén de vasos comunicantes entre el blog y su editor.
En fin, que también dedico mi tiempo a algunas otras actividades de las que quiero dar cuenta, por si ustedes tienen a bien tenerlas en cuenta de un modo u otro.
Como se habrá observado por los más asiduos, el aspecto del blog se ha modificado. He desplazado al inferior de la página todas las informaciones que antes lo presidían. Así el blog se carga con más facilidad y quien viene sólo a leer la entrada, no tiene por qué ir más allá.
Pero, en realidad, el motivo de esta entrada no es comentar un cambio cosmético, sino participarles que he encontrado una nueva página llamada Literatura Nova, donde se pueden subir textos en formato PDF, que pueden ser descargados por cualquiera de modo gratuito. De hecho, ya he subido allí uno de mis poemarios Eterna luz sonora que está inspirado en la música de Johann Sebastian Bach, como he dicho en alguna ocasión y se puede leer en la página de este mismo blog Un letraherido.  Este libro por dos ocasiones llegó a la final del Premio Gil de Biedma. A estas alturas (doce menos cuarto de la noche del once de julio de 2011) lleva dieciocho descargas en cuatro días, lo cual me llena de orgullo.
Me parece que Literatura Nova es una idea grande, quizá por lo sencilla, por lo elemental. Consiste simplemente de compartir nuestros textos o publicaciones con aquellos que les puedan interesar.
En mi caso se trata de ir dando salida a cierta parte de mi obra que de otro modo no la tendría.
Como he comprobado en mis propias carnes durante este año, intentar que alguien edite un poemario es una aventura que incluye, entre otras cosas una inversión del autor que ni puedo, ni estoy dispuesto a afrontar. Con Versos como carne, como ya saben, realicé una autoedición que al final me ha salido más barato que lo solicitado por los supuestos editores. Pero eso mismo lleva aparejado un esfuerzo personal que tampoco sé si merece la pena.
Uno escribe no sólo para soltar su lastre interior o para intentar explicarse un poco el mundo o para llenar un tiempo que se extiende vacío ante nuestra vida… Uno escribe por muchas razones, pero seamos sensatos, uno escribe también para que le lean, para que otras miradas diferentes a la de uno se deslicen por las líneas previamente pergeñadas por la propia torpeza.
Sin embargo hay libros o textos que difícilmente serán publicados, por no decir que es tarea imposible. ¿Por qué, pues, no compartirlos con los demás, con quien quiera sin que a nadie nos cueste, salvo unos pocos minutos…?
En fin ahí están a su disposición los poemas de Eterna luz sonora. Un archivo en PDF, sólo eso. La dirección precisa es http://literaturanova.com/eterna-luz-sonora.
Pero en esta página web no sólo está este libro, hay muchos más textos, más autores, más sueños. En este mundo en que todo parece que se compre y que se venda, quizá haya una salida para este intercambio.
Es verdad que el autor tiene derecho a su soldada, sobre este asunto no hay nada que discutir. Otra cosa diferente es determinar en qué moneda cotiza la soldada de un poeta, sobre todo cuando se habla de un poemario cuya primera versión nace en 2003. No pienso entrar en esa batalla. No voy a poner en duda los derechos de autor. Pero quizá sí esté poniendo en duda otras cosas, aunque no es el objeto de estas líneas, ni me interesa ahora ese debate. Si alguna vez me llega alguna oferta de un editor, por supuesto que la estudiaré. Creo que una cosa no interfiere a la otra. Todo puede y debe tener su cabida. Literatura Nova Se trata de una iniciativa que me parece brillante y que merece la pena explorar, y a la que me he adherido, porque me ha parecido la forma más sencilla, directa y barata de dar a la luz, aunque sea a la tenue luz de unos pocos, lo que tanto esfuerzo e ilusión me costó en diferentes años.
En fin que ahí tienen ustedes esta magnífica iniciativa. Una idea llena de versos y de prosas y de sueños, abierta para aquellos que no sólo creen que la buena literatura está donde los de siempre nos dicen que está.
Ah, y también podrán encontrar, mi libro, si es que a ustedes les apetece, claro… No se preocupen si no recuerdan la dirección. Con que en el apartado de búsqueda pongan Amando Carabias, llegarán a él… A medida que suba otros libros, lo haré saber por si aún algunos de ustedes tienen a bien acercarse hasta allí.
(Una curiosidad: esta misma imagen que siempre ha presidido las entradas etiquetadas en este blog como Mirada hipermétrope, la verán repetida varias veces en esta página).

viernes, 8 de julio de 2011

Fugaz (Oniliria IX)

Cuando la luz reviste de latidos las entrañas de las cosas, cuando se advierte el hálito de los objetos encumbrados hacia la existencia como veleros intransitables, cuando un reverbero tiembla en este aire tan fino, tan transparente, tan quebradizo como los besos o los pétalos..., entonces nada debiera romper el instante, entonces el tiempo debería ser una torre vertical que avanza hacia lo alto, inmóvil, sin embargo… Pero es tan imposible, que sólo nos restan las palabras, o el pincel, para aquietar el milagro, para que el instante eternice la belleza de la mies dorándose, del aire azuleando, del mirlo salmodiando este amanecer, este preciso segundo irrepetible, inmortal… tan pasajero.

jueves, 7 de julio de 2011

Ahora en Las Palmas de Gran Canaria

El tiempo transcurre de una manera muy extraña. Cuanto menos cosas se hacen, parece que menos se pueden hacer. En fin, mejor ir al grano que estas horas son ajenas a este medio.
Sólo una nota. Hoy, jueves 7 julio a las 19:30 horas, se presentará Oscurece en Edimburgo en Las Palmas de Gran Canaria, en el Corte Inglés, Calle Mesa y López, 15 7ª planta.
El acto será presentado y moderado por el escritor y profesor de secundaria Antonio Lozano.
Aprovecho esta nota para animaros a que difundáis este acto entre vuestros conocidos que vivan en aquella maravillosa ciudad.
También aprovecho para agradecer a todos la maravillosa acogida que está teniendo esta novela.


domingo, 3 de julio de 2011

He leído tu carta sin palabras



He leído tu carta sin palabras
porque a veces las cartas no necesitan letras,
ni tinta ni papel ni sobre ni franqueo
para alcanzar su meta
entrando en la hendidura del corazón preciso…
He leído tu carta sin palabras,
tampoco me ha hecho falta mucho tiempo:
mientras quitas del rostro los cabellos,
mientras descubro el trecho de un latido,
mientras nace la brisa en tus pestañas,
mientras miro avanzar al minutero…
He leído tu carta sin palabras,
pero no era un mensaje breve,
no había un contenido enunciativo,
o una interrogación dubitativa:
si no un taladro en las entrañas
hendiendo en mi carcasa endeble.
He leído tu carta sin palabras,
y aunque niegue tu labio a tu mirada
soy traductor de gestos…
Desde ese instante sangra mi horizonte,
porque tu soledad oscurece la noche,
y tu llanto sin lágrimas,
asfixia el leve aroma de mis versos.