lunes, 31 de diciembre de 2012

31 de diciembre de 2012


Si nuestras vidas son cauces de agua que conducen a otro cauce donde desapareceremos, si nuestro respirar dejará de preocuparnos algún día, si tanto afán que ahora nos agota y nos ilusiona, o nos agota y nos entristece será objeto del olvido, si nuestros sueños acabarán con nuestro postrer parpadeo… ¿Por qué, entonces, dilapidar el tiempo y el anhelo en aquello que nos duele o desconsuela? ¿Por qué no vivir los instantes que nos son dados buscando amaneceres, en vez de habitar en lo más oscuro de la noche? ¿Por qué el inútil afán en lo que divide, separa, enfrenta, hiere y mata, si la vida siempre acaba con un homicidio sin condena?
Ha amanecido gris, ha amanecido frío, ha amanecido un treinta y uno de diciembre. Sin embargo, la luz —que nunca es infiel a sí misma ni a su cita— todo lo almidona con su gesto y sus dedos. A la luz no le importa la mañana grisácea, a la luz le importa cumplir con su tarea.
Ahora mismo, casi sobre la esquina derecha de este ventanal, me distrae la visión de un globo que se camufla entre alguna nubecilla. Un globo de colores vivos y felices, distribuidos en bandas verticales. Supongo que sobre su cesta viajarán turistas que han decidido acabar el año contemplando la belleza de esta ciudad desde una altura inusual.
Quizá fuera menester ese tipo de mirada sobre nuestra vida, sobre nuestras vidas. Quizá con tal perspectiva se difuminen las grietas, las goteras, los desconchones, las cicatrices, las arrugas, las manchas, los baches. Quizá con tal perspectiva resalte más lo que de bello, bueno, bondadoso, noble y agradable atesoran la silueta de cuantos caminan a nuestra vera… incluso nuestra propia silueta.

A LOS LECTORES DE ESTE BLOG OS DESEO 
UN FELICÍSIMO 2013

martes, 25 de diciembre de 2012

Huele a turrón, a mazapán y a llanto...




Huele a turrón, a mazapán y a llanto,
a sonrisas de lata y acuarela
que cualquier lágrima evapora;
saben los días a sonrisa y miel,
inútil sordina de tristeza y gemidos.
Huele a bombillas temblorosas,
color sin voz y sin aliento,
que apenas esconden heridas.
Como en los diecisiete otoños previos
he buscado afanoso mi relato,
pero este 2012
han encallado ideas, tiempo y manos,
como si una tormenta inesperada
hubiera desgarrado mi velamen,
o hubiera derribado el aparejo
dejándome varado a algunas millas
del muelle al que aproé mi corazón,
cuando el amanecer vistió de escarcha
una mañana del otoño.
                                      *
¿Qué borrasca ha desarbolado
mi barca de diciembre
si en otros dos o tres periplos otoñales
había atravesado peligrosos tornados
que me tuvieron cerca del naufragio…?
Recuerdo
aquella muerte inesperada,
tanto dolor absurdo de homicidio
por más que la estadística
lo incluya en otra parte de su frigorífico:
risa decapitada, navajazo de luz
buceando en su trigal de sangre.
Recuerdo
el año que entendí
que las cálidas mantas para invierno
con que algunos revisten sus palabras,
son sólo ascuas que abrasan y destruyen
a quien se torna oveja díscola,
se aleja del rebaño hollando otros senderos.
Recuerdo
reyertas con la duda,
esa feroz batalla con el ángel,
cubierto de sudor y miedo
cuando el abismo roza el vértigo
de tanto amanecer de hielo
que deja yerto el corazón antiguo,
al que después se mira,
igual que las serpientes miran
a su marchita piel abandonada…
Sin embargo, cada año,
incluso con dolor, batalla y muerte,
atracaba en el puerto.
Mi corazón sabía,
—como lo sabe un niño—,
que no había alcanzado el muelle
por mi pericia discutible,
sino que otro más fuerte que yo
y que las turbulencias,
encendió amaneceres donde sólo brillaban
ojos de peces abisales.
En la borrasca
llegaban sus caricias invisibles:
un mensaje cifrado en un paseo,
palabras que saltaban hacía mí
abandonando el texto de sus sueños,
aromas procedentes del pasado
que embocaban sus risas en mis sienes,
melodías que hablaban sin secretos
como si uno entendiera un sol menor
cuando contesta a un fa desprotegido…
La luz se amontonaba a tiempo,
como se agrupa el grano después de la cosecha,
y al fin, no sé,
mis dedos encontraban el sendero…
*
Es Navidad,
y si no sé pintar en una historia
un horizonte envuelto en luz
—aunque sea luz tenue—,
si no soy capaz de encontrar
en el gusano
el vuelo de la mariposa
¿quién me otorga el derecho de escribirla
en estos días de ilusión y paz?
Es Navidad,
y a pesar del sabor a mazapán en llanto,
y a pesar de las risas enlatadas,
y a pesar del aroma de bombillas en lágrimas,
y aunque el dolor del mundo late
como herida sin dique que contenga
la inundación de sangre,
Esperanza no puede ser
palabra hueca,
un joyero vacío y desahuciado,
sino el afán que impulse nuestras manos
y mitigue el cansancio
y aplaque la tristeza e impulse nuestros pasos
y tornee horizontes con sus labios sonrientes.
Es Navidad,
y en medio de la noche más oscura y más fría,
la Luz y la Palabra se hacen carne:
frágil niño temblando en un pesebre,
su madre lo amamanta,
y luego duerme…
Es Navidad,
brindemos esperanza
cuando aún los gorriones no han llegado
y el velo de un lucero
envuelve con su gasa nuestra albada.
_______________________________________________

FELIZ NAVIDAD A TODOS LOS LECTORES DE ESTE BLOG. ES UN HONOR CONTAR CON TODOS VOSOTROS.



(Belén de la Diputación de Segovia. Detalle.
Foto Javier Gil)

jueves, 20 de diciembre de 2012

Emmanuel

Mi buen amigo Pepe Castrillo Bernal, ha remitido como felicitación navideña el enlace a un vídeo.
Avisa Pepe en sus palabras que es un vídeo impresionante, digno de no perderse ni un sólo instante de los diez minutos que dura.
Y tiene razón.

Durante estos días he tenido dudas acerca de cómo este blog aparecería durante estas fiestas.
Atravesamos dificultades, y el túnel sin luz parece que nunca va a acabar...
Pero.
La solución ha venido gracias a quien empezó su carrera en Radio Segovia, continuó dirigiendo radio Palencia, para pasar a Radio Málaga y concluir como director de la Cadena Ser en Castilla y León.

Pepe: mi agradecimiento más sincero por acordarte de mí.



lunes, 17 de diciembre de 2012

Euritmia en la red: Cuentos de Navidad


Queridos amigos y lectores:
Como sabéis muchos de vosotros —aunque quizá alguno no lo sepa aún— desde 1995 tengo la costumbre de felicitar a familiares y amigos estos días con un cuento cuyo fondo es la Navidad.
Este año, que hubiera sido el décimo octavo relato, ha sido imposible. Las musas no me han visitado. He comenzado —si no me equivoco— hasta cinco cuentos, pero ninguno me ha satisfecho.
Podría haber varias causas para ello, pero lo más probable es que, simplemente, después de 17 cuentos haya concluido este periplo. No conviene repetirse más allá de lo necesario, y creo que ya me repetía.
El caso es que ya hace un par de años o tres empecé a barruntar esta posibilidad y acaricié la posibilidad de editar en papel estos relatos agrupándolos en un libro cuyo título es “Tiempo de Navidad”. Como colofón a esta edición, mi idea era que los hipotéticos beneficios se destinases a los Hermanos de la Cruz Blanca, muy queridos en Segovia por su impagable labor con enfermos mentales severos que llevan con total abnegación.
No fue posible. La iniciativa fue desestimada —vía callada por respuesta— indicando, quizá, la baja calidad de los textos o su nulo interés dados los tiempos que corren.
Sea como fuere, y dado que este año no existe relato, he decidido publicar todos y cada uno de los relatos, precedidos de un prólogo en el blog “Euritmia en la red”, blog que tengo abandonado desde que terminé de publicar allá mi novela “Fin de trayecto”.
A partir de mañana día 18 y hasta el día 4 de enero, Euritmia en la red se convertirá en un pequeño rincón para la Navidad. Allí irán apareciendo (ya están programadas las dieciocho entradas) el prólogo y cada cuento.
Excepto el primero y el último (que algunos ya conoceréis pues se publicó aquí mismo el año pasado) todos los demás son muchísimo más extensos que las entradas más extensas de cualquier blog. Esto es un aviso para navegantes. Incluso el primero y el último, son entradas muy largas para lo habitual.
Si alguno desea tener el conjunto del texto sin necesidad de moverse por el blog, sólo es necesario que se ponga en contacto conmigo a través del correo electrónico y muy gustoso —y agradecido— le enviaré la versión en libro (tamaño DIN A-4) en un documento pdf.
Me hubiera encantado poder hacer algo más, aunque hubiera sido una autoedición y poder regalar el ejemplar, pero las cosas están como están.
Espero que sea de vuestro agrado.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Sus labios

Queridos lectores, queridos amigos:
Este blog ha cumplido hoy, dieciocho de noviembre, su cuarto aniversario. Cuando comencé esta aventura, nunca soñé llegar hasta aquí. En realidad no soñé nada. Su título sugiere fugacidad y levedad. Lo efímero de mis letras que, sin embargo, más o menos asiduamente, llevan lanzándose al espacio de Internet, como esa breve frágil mariposa de la que hablaba en la primera entrada.
Hoy, a modo de celebración, he concluido este poema, en el que, quizá se pueda encontrar una declaración de intenciones o quizá un intento de autorretratarme. En fin eso, o lo que cada uno quiera leer, si es que se quiere leer.
En todo caso, gracias por vuestra fidelidad, gracias por vuestra generosidad y gracias por leerme.



Ahora que la albada está tan lejos,
y la noche parece emperatriz
de todos los latidos
—el mío, el de la especie, el del futuro
y hasta el de las semillas de los sueños—,
camino inerme y ciego
recorro un laberinto,
atravieso cadáveres sin nombre
y pinto mi bandera con sus labios,
nación para los besos,
donde me olvido
durante eternidades o segundos
de este dolor que arrastro
como una piedra inútil que desgarra arterias
por donde escapa el horizonte
y el fuego de la luz va agonizando.
Lo sé:
es mi verbo clamor de una derrota:
ni puedo vencer al dolor,
ni puedo derrotar al sufrimiento,
ni puedo cercenar a la injusticia.
Sin embargo me empuja un verso
inútil aunque inapelable.
Si no soy ciego sordomudo:
¿cómo cantar ocasos,
caricias, pétalos o aromas,
mientras crece el galope de la sangre
y los cuatro jinetes destruyen el planeta?
Lo sé:
mis versos son palabras féretro,
pólvora sin perfume,
pétalos sin metralla…
Mi voz quisiera
subir a los andamios o a los barcos
y bajar a los túneles mineros,
a pesar de mi vértigo y mi claustrofobia;
diseminarse en surcos cereales
y crecer junto al torno y al martillo,
a pesar de lo endeble de mis manos;
mecerse entre chupetes y pañales
y volar entre tizas y recreos,
a pesar de la atrofia de mis sueños;
zambullirse en las lágrimas y el luto
y respirar el pus de las heridas,
a pesar de las prisas de la vida…
Pero a pesar de todo,
ni entrego mi esperanza,
ni apago mi linterna,
ni termino mis sueños
                                porque debéis saber
que al acabar vencido la jornada
—siempre vencido— ,
vestido del hedor de la derrota
—diario el fracaso de la especie
y mi fracaso, diario —,
su labio alivia mi dolencia.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Mercedes Pinto. Pretérito Imperfecto



TÍUTLO Pretérito Imperfecto.
AUTOR: Mercedes Pinto Maldonado
EDITORIAL: LIBRO KINDLE AMAZON.ES, AGOSTO 2012
267 páginas estimadas


Cuando anoche acabé la lectura de Pretérito Imperfecto, le comenté a la autora a través de Twitter, que quería escribir algunas palabras sobre su novela que fueran capaces de dibujar algo de la emoción que sentía. Pude hacerlo de inmediato, pero pensé que quizá me dejase llevar demasiado por ese sentimiento, lo que impediría que fuera mínimamente objetivo. Digo mínimamente, porque con una amiga es imposible ser objetivo, ni siquiera lo pretendo. Mercedes Pinto lo es desde hace algo más de dos años, cuando por una de esas navegaciones azarosas en que uno se embarca en Internet, di con otra de sus novelas, Maldita que, en esos momentos, iba publicando por entregas —una cada noche— en su blog. Después de aquello vino La Última Vuelta del Scaife (así titulada en papel, la obra que en Kindle atiende por Josué el Errante), que también fue objeto de un comentario por mi parte. Pero lo importante entre libro y libro es que fuimos ahondando en la amistad. Esto quiere decir, entre otras cosas, que siempre estoy predispuesto favorablemente hacia la obra y la persona de Mercedes.
Hecha esta advertencia —necesaria para que el lector posea todos los datos—, he de decir que uno puede estar inclinado positivamente hacia una obra, pero que llega un momento en que la novela te atrapa, te seduce, te envuelve —o abraza—, o todo lo contrario. Y en los tres casos citados, los relatos de Mercedes se alzaron como criaturas vivas absorbiéndome la atención durante su lectura.
Pretérito Imperfecto es una novela no muy larga que trata, bajo mi humilde punto de vista, sobre la culpa, uno de esos eternos temas de la literatura que son la urdimbre más oculta de muchas obras literarias. Por afinar un poco más, reflexiona sobre la necesidad de redención de la culpa. Por lo que he visto en la promoción de la novela, este aspecto se soslaya, o no se entra en él. Se habla de amor y de amistad, y sin duda que son ingredientes fundamentales en la narración, pero, según mi particular óptica, repito, ambos están al servicio o son el vehículo por el que los personajes de la novela —fundamentalmente Estela y Rafael— intentan encontrar la redención a ese sentimiento que les ha lastrado durante su existencia.
El argumento de Pretérito Imperfecto se desarrolla durante dos momentos diferentes: la infancia de Estela (entorno a 1973) y la actualidad. En este intervalo de tiempo —tan presente para quien esto escribe, pues coincide casi con su cronología: en 1973 uno cumplía once años—, el lector no sólo asiste a la evolución de la vida de la protagonista de la novela, Estela —incluyendo el tremendo incidente que cambia toda una existencia—, sino que se percata de cómo la sociedad española se ha transformado del mismo modo.
Bajo esta arquitectura formal, usando —como en ella es habitual— la perspectiva del autor omnisciente, un lenguaje perfectamente accesible a cualquier lector (inclúyase aquí vocabulario, sintaxis y semántica) y unos diálogos fluidos y a ratos chispeantes, Mercedes Maldonado se precipita a desbrozar el interior de los personajes. Acaso influida (bendita influencia) por sus estudios de medicina y por la admiración confesa a autores como Galdós o Delibles (por citar sólo dos de los más próximos a nosotros), la narrativa de Mercedes se caracteriza por su capacidad para entrar en lo más hondo de sus personajes. No es que se trate de una obra de las llamadas psicológicas (aunque a ratos se aproxima), pero sí una novela de personajes. No estoy diciendo que la trama de la obra sea baladí para la autora, al contrario. Como podrá comprobar quien se acerque a ella, el argumento está trazado con detalle y nada es ocioso; podría decirse, sin miedo al error, que no da puntada sin hilo. Y aquí convendría apuntar otra de sus virtudes: la economía de medios, que no la racanería, es decir, no hay nada que sobre en el texto, ninguna digresión propia de quienes han de demostrar su calidad o quieren deslumbrar al respetable. No hay concesiones a la galería, por así decir. Y momentos para ello tiene la novela, momentos que, sin duda, habrían sido usados por otros: las tentaciones son tan evidentes...
Digo que Pretérito Imperfecto es una novela de personajes que a través del amor y la amistad intentan redimir su sentimiento de culpa. Al decir esto, estoy diciendo, que más allá de simplistas diferencias entre buenos y malos, cuando leemos la novela, la autora nos presenta seres humanos como nosotros, que no somos malos, pero tampoco somos buenos. O somos un poco de cada, según y como nos vaya la vida. Salvo un personaje que representa el mal —absolutamente real, por desgracia, como comprobamos por la prensa muy frecuentemente—, todos los demás, con mayor o menor proximidad a la luz, son trasuntos de personas de carne y hueso, casi como podríamos ser cualquiera. Para Mercedes Pinto la pureza y la bondad absoluta sólo están en la infancia, en algunas infancias: Estela niña y Marina —su hija pequeña—. Para el resto de personas la diáfana claridad va siendo ensuciada por el propio transcurso de la vida.
De modo muy especial, quien suscribe —y esto es muy personal— se ha sentido absorbido por Rafael, el abuelo de la protagonista: Estela o Lita o Gorrión. De hecho —aunque a Mercedes probablemente esto le guste menos— para mí, Rafael es el protagonista verdadero de la obra. Como viene a decir en un momento de la novela, refiriéndose a él, le gustaba sentarse como las visitas, un poco alejado, pero formando parte del grupo. Silencioso, pero siempre atento. Con la suficiente perspectiva como para poder comprender mejor la situación. Desde el principio —si el lector es lo suficientemente atento— descubre en la bondad y entrega de Rafael con sus nietas, sobre todo con Estela, algo que va más allá de lo habitual. Pronto uno se da cuenta de que actúa así, porque siembra para el futuro, porque esa dedicación será la semilla que podrá salvarlas de caer por alguno de los precipicios que la vida pone bajo nuestros pies; pero también porque hay algo en su pasado que intenta remedar. De algún modo es la acción con la que intenta expiar una vieja culpa.
Estela —o Lita o Gorrión—, es el vivo retrato de nuestra sociedad contemporánea. Estela adulta es el típico ser humano que transita por la existencia de error en error, de fracaso en fracaso; es el típico representante contemporáneo de nuestra cultura atravesado por un sinfín de dudas, miedos, prisas… Es, en fin, un ser gris y titubeante, absorbida permanentemente por un sentimiento de culpa que, en su caso —y pronto lo descubrimos— es el peor de los sentimientos de culpa, porque está anclado en la inocencia. Terrible paradoja por la que deambulan tantas existencias sintiéndose culpables de algo que, en realidad, es un fracaso originado porque alguien ha causado un daño irreparable. Pero, al mismo tiempo, Estela —o Lita o Gorrión— es el vivo retrato de cualquiera de nosotros que, a pesar de lo anteriormente dicho, sabe que hay un mundo mejor, que puede y debe aspirar a encontrar algo similar a la felicidad, a ese paraíso que habitó durante su infancia.
¿Si Estela es una mujer como cualquiera de nosotros, dónde está la novela?
La novela está, precisamente, en explicar por qué en el caso de Gorrión se pasa de la luz a la oscuridad, cómo se reconstruye la personalidad derrumbada y se destapa un secreto que, como una losa, ha aplastado la vida de una persona desde los nueve años de edad. La novela está en la emoción que va ganando al lector página a página (posición a posición se diría en terminología Kindle), cuando va intuyendo y descubriendo que el amor en cada una de sus posibles manifestaciones tiene que enfrentarse contra la torpeza humana y, en algunos casos, la maldad y, a diferencia de los libros con magos o súper héroes, a veces no llega la victoria en el instante primero, sino que ésta se demora, y tarda tanto que parece que no ha de llegar nunca.
Estela y Rafael no son los únicos personajes. Hay más, unos trazados con más detalle (Chari, Marina, Miguel Ángel, Matilde, el Guarro, Elías, Lucas, Daniel…), otros apenas son figurantes (Lola, Pitu, Canijo…), como no puede ser de otro modo, y precisamente esa diferencia de tratamiento otorga mucha verosimilitud a lo escrito, que es otra de las características de la obra de Mercedes Pinto: todo cuanto narra no sólo es plausible, sino que parece rescatado de ahí mismo, de nuestro lado, si hasta he sentido en mi paladar —ya sabe que los sentidos del gusto y del olfato son los más evocativos— el sabor inconfundible de los quesitos tantas veces merendados por Gorrión.
No me extiendo más, sólo una anécdota, a modo de cierre. Cuando La Última Vuelta del Scaife pasó a la edición digital cambió su título, como ya he comentado. Y aunque la novela no ha perdido nada de su mérito, Josué el Errante es un título menos afortunado, según mi particular criterio. Sin embargo, cuando Mercedes Pinto andaba tras la búsqueda de un editor a quien presentar su manuscrito, barajaba otros posibles títulos para la novela aquí reseñada. Si hubiera acabado llamándose como uno de los que estuvo barajando, hubiera acertado menos que con el que al final ha sido escogido. Pretérito Imperfecto me parece mucho más acertado y más acorde con el propio asunto de la novela, cuya lectura, bajo mi punto de vista, no defraudará a nadie, desde el título hasta la última frase.

lunes, 15 de octubre de 2012

Donde piden los pobres




Y después de Auschwitz
y después de Hiroshima,
cómo no escribir.
(José Ángel Valente. Al dios del lugar)
I. Preguntas
¿Y ahora qué?
¿Ahora nuestra sangre
de esclavos disfrazados como criaturas libres,
se fundirá con el estiércol?
¿Tiene que barbotar en cada grieta,
que torna en adoquines de dolor
los toboganes de miseria,
un río de cadáveres, un surtidor de muertos,
otra lava de vértebras sin tumbas?
¿Y ahora qué?
¿Ahora nos sentamos en la calle,
y pedimos limosna resignados
como si nuestras manos extendidas
tuvieran culpa o fueran criminales
sobre cuyas espaldas dormitan los fantasmas?
¿Y ahora qué?
¿Ahora nos sentamos en la calle
con los dedos cerrados
empuñando pistola y rabia,
apuntando a demonios invisibles?
¿Y ahora qué?
¿Ahora nos sentamos en la calle,
inermes, despojados y desnudos
y en mitad de las plazas,
a vosotros, cobardes poderosos,
os miramos de frente, cara a cara,
fijamente, sin pestañeos,
para que comprendáis por qué morimos?
¿Y ahora qué…?
A vosotros, cobardes poderosos
os estoy preguntando:
no volváis la cabeza, no miréis a otro lado.
Ahora que nos habéis matado
sonrisas y futuro,
ahora que rebosan vuestras cuentas
como una inundación de asesinatos,
decid, ¿qué más os hace falta?
Acercaos aquí
si aún os quedan agallas, y contadlo,
si es que aún vuestras gónadas
son de criatura humana.

II. Alegato
Pero antes escuchadme:
subido al mismo púlpito donde piden los pobres,
en esta misma esquina de la calle,
ofrezco mi palabra, la desnudo y la extiendo,
como una mano
sin joyas o perfumes que la adornen,
la yergo como un cuerpo enhiesto y decidido.
Hoy no engalanaré los versos,
ni me engañarán lenguas de serpientes,
las que usáis cual corbatas en vuestros ademanes.
Yo sé que os gustaría,
regresar a otros tiempos,
a tantos dormitorios de la historia
en que algunos humanos
no eran tratados como humanos.
Sé que os arrepentís todos los días
de habernos permitido excesos.
Sé que os arrepentís todos los días,
de habernos tolerado
degustar el aroma de la libertad,
aunque fuera infinita
tanta sangre inocente derramada.
Sé que os arrepentís todos los días
de habernos tolerado
que nuestras huellas toquen vuestras sombras,
que nuestros ojos miren a los vuestros,
como cualquier igual mira a su igual.
Sé que os arrepentís todos los días
de habernos permitido
soñar que nuestro mundo
no es otro diferente al vuestro.
Y sé que vuestras manos
y vuestras billeteras homicidas
huelen a sangre y cementerio.
Y sé que sois hipócritas,
pues hiede vuestro aliento a pudridero.

III. Seis Maldiciones
Ay de vosotros,
matones planetarios,
que gritáis la defensa de nuestra libertad,
precedidos de horrísonas trompetas,
mas os enriquecéis
lamiendo vergas de tiranos,
que matan a sus pueblos, con vuestras viejas armas,
para que nunca olviden
el antiguo y noble arte de la guerra,
aunque los proxenetas del idioma
propongan que es correcto decir conflicto bélico;
ay de vosotros,
seréis malditos,
porque vuestra bandera es muerte,
y la muerte os será propicia,
y os tornará manjar apetitoso
para buitres hambrientos y huérfanos famélicos.
Seréis malditos.
Ay de vosotros,
traficantes de sexo y de mujeres
vosotros, homicidas de futuro,
vosotros, sanguijuelas de almas,
que usáis de la pasión y del deseo,
que usáis de nuestro fuego,
y con su dignidad y con su hambre
levantáis torres de euros,
y con su miedo hacéis imperios
para que vuestras hijas y mujeres,
vuestras amantes, vuestras concubinas
presuman de virtud y de riqueza,
seréis malditos,
seréis como heces,
seréis vulvas violadas sin descanso.
Seréis malditos.
Ay de vosotros,
sádicos presidentes de multinacionales
que compráis democráticas campañas
y obtenéis beneficio de gobiernos
donde no hay diferencia
entre un trabajador, un buey o un perro.
A cambio de su vida y de migajas,
os regalan el barro los hambrientos
y les vendéis vasijas.
Seréis malditos,
por haceros verdugos de los hombres,
crueles infanticidas, atroces homicidas.
Seréis malditos,
seréis el pavimento donde pisen
los perros y los bueyes y los hombres.
Seréis malditos.
Ay de vosotros, sabios ignorantes,
inútiles expertos en finanzas
que rezáis cada instante una blasfemia atroz,
la que torna al dinero en dios,
dios que empuña un alfanje siniestro
que cercena gargantas
de hombres desocupados, enfermos, ancianos,
el dios imperdonable
que proclama que somos un motor,
un martillo, una cinta de montaje,
puro ser productivo, puro consumidor:
seréis malditos
ministros de exterminio,
como una vieja máquina llegaréis al desguace
y seréis desbrozados miembro a miembro.
Seréis malditos.
Ay de vosotros, clérigos indignos,
que usáis a dios a vuestro antojo,
y lo vendéis
a quien mejor proteja vuestro templo;
y sembráis miedo
como balas disparan los fusiles;
y pensáis que la brisa
puede atraparse en jaulas,
y que el Amor actúa bajo normas,
y la paloma sabe fronteras y liturgias,
y el culto no es misericordia.
Seréis malditos,
porque no se perdona a quien atenta
contra el soplo invisible del espíritu,
porque quien no sitúa el corazón
en el dolor y en la miseria,
detiene los latidos del Amor,
porque ocultar la luz bajo las mitras,
es cegar las pupilas del amor.
Seréis malditos.
Ay de vosotros, títeres estúpidos,
de sonrisa vacía, de palabra engañosa,
ay de vosotros,
políticos abyectos
que tan sólo servís
para masturbar a los amos
y ofrecer vuestras nalgas
a quienes os financian las mentiras.
Seréis malditos
por vulgares rateros,
por vendernos en pública subasta,
y esquilmar nuestra tierra y nuestros hijos.
Seréis malditos,
serán vuestras palabras un graznido
que el huracán engulle,
y serán vuestras manos de ladrones
el plato donde coman vuestros pobres.
Seréis malditos.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Antonio Porpetta, premio de las letras valencianas 2012

(Antonio Porpetta recibiendo el galardón de manos del Presidente de la Generalitat Valenciana.
-Foto Elda noticias.com-)


Casi sin rastro ha pasado la noticia.
Antonio escribió participando la buena nueva de esta distinción, concedida cada dos años, y que viene a reconocer una trayectoria, no una obra en concreto. 
Ayer día 9, si no estoy en un error, fue el acto de entrega de los premios.
Quizá las noticias que ocupan los periódicos son tan trascendentales que tienen ocupados a los hunos y los hotros, que diría Unamuno, en asuntos de trasecendencia absoluta.
Y así, cuando uno esperaba que los medios se ocuparan del asunto (aunque sólo fuese una columna o un suelto), sólo ha sido en la prensa regional y local (y no con mucha extensión) donde ha habido algún eco del galardón. Aquí puede leerse un ejemplo.

Quizá ocurra igual en cada Comunidad Autónoma. Cuando en Castilla y León sucede lo mismo, el 23 de abril de cada año, el silencio me parece más lógico pues la fecha coincide con la entrega del Premio Cervantes, del día de Sant Jordi en Barcelona y comparte escalafón con la misma distinción en territorio aragonés.
(Por premiar que no quede).
El caso es que Antonio Porpetta es amigo, el caso es que tengo la oportunidad de recibir sus comentarios, de conversar sobre algunas cosas. 
Gracias a Paloma Corrales y a su Conversando de 23 de junio de 2011 conocí a Antonio [casualidades de la vida, el mismo itinerario seguí con Elvira Daudet]. Gracias a este descubrimiento, tuve acceso a su obra de la que hice una reseña en su día.
Y aunque sólo sea por esta relación, me apetecía, y mucho, dar aquí noticia de este galardón, por si aún alguno no ha tenido noticia de ello.
Ya se sabe que los premios literarios no son mediáticos, y mucho menos si recaen sobre un poeta, y mucho menos si lo es sobre un poeta poco 'popular'; pero aún queda un rincón en la blogosfera (verdadero refugio de la poesía) en que no sólo es bien recibida, sino que es la razón de la existencia de muchos blogs, incluso el suyo.

domingo, 7 de octubre de 2012

Elvira Daudet. Antología poética.


Me acabo de enterar, como quien dice [gracias, Isolda] de la nueva publicación de Alacena Roja. Su editora, Luisa Navarrete, trabaja firme, pues, si las cuentas no me fallan ha editado ya cinco libros.
En este caso no quiero esperar más para invitaros a que acudáis a la lectura de la “Antología poética” de Elvira Daudet.
Como breve anticipo aquí dejo las palabras que la propia autora ha escrito en la solapa de la publicación. Toda una poética condensada, toda una declaración de principios que, doy fe, ha cumplido desde el principio en toda su obra que (y a pesar de la última frase del prólogo de esta antología) espero siga creciendo con la misma contundencia y calidad con la que ya nos ha regalado en los últimos años en “LaberintoCarnal” y “Cuaderno del delirio”:

Mi poesía tiene como principio y fin la criatura humana, todo lo demás está subordinado a este valor. Entre lo sublime y lo común, yo elijo como materia poética lo común: el pan antes que la rosa. Frente a la ambigüedad de ciertos poetas que ocultan su nadería con humo o sobredorados que confunden a los lectores, yo opto por la claridad de la palabra desnuda, aunque hiera, que todos puedan comprender.
Únicamente me mueve a la poesía el dolor, el mío y el ajeno. Par mi mal, nací con la tara en el alma de la guerra, en un solar empapado de sangre y minado por los muertos. (Elvira Daudet. "Antología poética".)

Desde aquí se puede acceder a la publicación.


domingo, 30 de septiembre de 2012

Quicio de septiembre (Oniliria XVI)


Mañana de septiembre sentado ante la lluvia. La melancolía se pasea desnuda y me contempla con lujuria. Quiero apartar mis ojos de ella, pero es tan atractiva, tan hermosa. Intento escribir versos, aunque sean oscuros, cualquier idea absurda como una cebra azul que me distraiga, pues sé el peligro que me acecha.
Pero no puedo, nada se me ocurre. Ella ante mí, sinuosa, cantándome con voz de mil campanas que alumbran esqueletos, mostrándome su cuerpo sin pudor y sin obscenidad: la serena pureza del tiempo y la costumbre.
Le falta sonreírme, guiñarme un ojo, hacerme ese gesto inequívoco; pero ella no sonríe, excepto cuando llora, excepto cuando sabe que tendrá más fuerza el brillo de sus ojos que la curva delgada de sus labios.
Llueve en el quicio de septiembre. La mañana es hermosa casi como una perla, y ella danza ante mí. Cómo cimbrea el cuerpo apetecible: sin rubor y sin prisa. Me conoce y está segura de que me entregaré a sus brazos, incrustándome a sus poros, recorriendo centímetro a centímetro su piel con mis labios como dedos. Intuye que mis dedos como labios libarán cada pliegue de su anatomía. Y desembocaré, labio, surtidor o dedo, en su entraña, mandorla de vacío.
Se acerca tal que niebla, extendiendo su brazo de alga y mirlo. Se acerca como arroyo y sombra de una estrella. Continúo sentado en la mañana, y sus ojos me imantan como un lago infinito, y mis ojos ahora son incapaces de mirar a otra parte, ya casi son un surtidor, un dedo, un labio perdiéndose en su entraña.
Pero he de contenerme, no dar el paso. Dejaré que sea ella quien baile ante mí, quien muestre sus encantos, todos ellos. Intentaré vencerme, vencer mi inclinación. Si quiere mis caricias, mis besos y mi entraña, tendrá que venir hasta aquí, tendrá que desnudarme, y abrazarme y besarme y llevarme, muriendo, hasta su centro.

sábado, 22 de septiembre de 2012

En cada corazón, en cada sangre




A veces todavía
pretendo buscar el poema,
transitando enormes palabras
de esdrújulos significados,
con tetrasílabo sentido
—que sea pentasílabo deseo algunas veces—,
e hiperbólica trascendencia.
Parezco explorador de naciones telúricas,
o astronauta de hiperbatones
y de confusas paradojas,
o inextricables sombras de metáforas,
como pesadillas nocturnas
enterradas en laberintos,
donde no encuentro nada,
quizá por mi torpeza,
quizá por mi hipermetropía.
A veces, todavía,
no entiendo que el poema no se busca,
sino que me interroga,
me ilumina y me sacia;
y más que aparecer, renace, brota,
como brota una brizna
de hierba en los resquicios de dos losas
de un adoquín estéril y prosaico.
Mis versos son palabras cortas,
de llanas acepciones,
de monosílabo sentido
—bisílabo por accidente—
y trascendencia cotidiana.
Más que explorador o astronauta,
soy arador confuso
de un breve surco expuesto al hielo,
la nieve, o el granizo,
o al pedrisco asesino de cosechas,
o al chubasco y la lluvia y el orvallo,
al viento y a la brisa,
al sol, a las estrellas, a la luna.
A veces, también soy el transeúnte
subido a zapatillas viejas
que pasea por calles y plazuelas
y choca con pupilas desahuciadas,
o encuentra un corazón exangüe,
o es testigo de un llanto milenario.
Entonces me convierto en grito o en desgarro.
Se nutre mi poema de la arcilla
que alimenta y alumbra mis latidos,
como toda la arcilla que arde y vuela,
en cada corazón, en cada sangre. 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Amanece




Amanece despacio el día
como si se pensara,
como si no tuviera decidido
el número de sílabas precisas
para sus versos,
o su estricta cadencia
para que en su latido
quepa la vida entera:
pulsos, sueños, angustia,
dudas, besos y risas
sobre este campo
de amapolas, de trigo y de lavanda.
Amanece un cristal traslúcido,
un aroma de nubes,
una lluvia de pétalos
de colores muy lentos tal que dedos
sin aristas filosas o áridas melladuras.
Amanece una copa intacta,
ni siquiera un pedazo con astillas
como una frente atormentada,
sobre este campo
de amapolas, de trigo y de lavanda.
Ni mi dolor de lágrima nocturna
podría ennegrecer tanta belleza
como de acogedor vientre materno.
Ni este desgarro oculto por donde me desangro,
por donde se despeña mi horizonte,
por donde crece la tragedia,
podría apagar su llama que ya alumbra
sobre este campo
de amapolas, de trigo y de lavanda.
A pesar del desgarro,
aunque me duela respirar,
amanece despacio:
un lánguido pensarse,
un aroma de nubes,
una lluvia de pétalos:
copa intacta, cristal traslúcido…
llama creciente,
sobre este campo
de amapolas, de trigo y de lavanda.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Hay noches que... (Oniliria XV)



Hay noches que me cuesta fugarme de mi piel para encontrar tus pasos, para sentir tu llama, para entender tu sueño. Hay noches que mis poros se me cierran y amordazan el vuelo como si un guardián persiguiera con saña mis afanes.
Quizá piel y alma sean haz y envés de una hoja fugitiva: alentada materia, espíritu embarrado, pero hay noches que siento una persecución de alacrán impaciente entre mi piel y mi latido.
Durante algunas noches, como si el escorpión fuera metal, siento un miedo de aristas incendiadas, sospecho que está próximo —a la distancia de un latido—, la victoria del alacrán.
Ya sé, parezco un niño, pero hay noches que me cuesta fugarme de mi piel para encontrar tus pasos, para sentir tu llama, para entender tu sueño.

martes, 4 de septiembre de 2012

Eterna Luz Sonora (Un poemario como un blog)


Después de unas semanas de lecturas y reflexión, he decidido reeditar en formato blog mi poemario Eterna Luz Sonora.
A diferencia de otros blog al uso, nace con todas sus entradas publicadas. Se trata de un poemario que ya lleva un tiempo escrito, y que en su versión de 2010 fue publicada en la plataforma digital Literatura Nova.
No pretendo engañar a nadie, ni crear falsas expectativas, por ello transcribo aquí este fragmento del prólogo a esta edición que allí podéis leer completa, donde se intuye con claridad el tema del poemario:
Al principio —finales de 2002, inicios de 2003—, creí que se trataba solamente de las resonancias que en mí despertaba la música de Juan Sebastián Bach. Y así era (y sigue siéndolo). Pero con el paso del tiempo fui descubriendo que tales reverberos alojan el reflejo de algo sustancial en mí. O dicho de otro modo, lo que me parece que viene a proponer la música de Bach no es otra cosa —pero dicha en el idioma más hermoso de la humanidad—, que la búsqueda y el encuentro entre criatura y creador.
[Para evitar malas interpretaciones, me apresuro a aclarar que no estoy hablando de religión, si de espiritualidad. La distinción quizá sea simplista o sutil para muchos, pero baste enunciarla para señalar que, según lo veo, existen diferencias entre una y otra cosa. A veces excesivas. Quizá por ello huí desde la primera redacción de las obras ‘litúrgicas’ —que son la mayoría— del ‘Viejo Peluca’, quizá por ello me dejé llevar por las Suites para violonchelo, Los conciertos de Brandenburgo, Los conciertos para violín, los dos libros de El Clave bien temperado, y El Arte de la Fuga.]
Ahora doy otro paso. Comparto este poemario en esta versión. Quizá podría haber optado por otro formato incluso digital, pero por alguna razón que aún no soy capaz de expresar de modo racional, he decidido hacerlo de esta manera, quizá simplemente porque me apetecía mucho y porque en este formato me encuentro a gusto.
Aquí os dejo el enlace al blog, para que si os apetece, cuando os apetezca, os deis una vuelta por él. Sólo aclarar que cada poema, o entrada (los prólogos, por ejemplo) están en una página, por tanto hay que navegar por el blog pulsando al final de cada entrada, donde dice: entradas anteriores, o entradas más antiguas. También se puede pinchar en las etiquetas. De este modo se pueden leer varias entradas agrupadas bajo el mismo criterio.

miércoles, 29 de agosto de 2012

A las doce de la noche


(Para Ana Joyanes Romo. Microrrelato.
Basado  en hechos, más que reales, cotidianos)

A las doce de la noche me torno calabacilla a punto del desahucio.
Algunas veces procuro continuar rodando; pero carezco de ruedas, ni siquiera cuento con algún pedículo que pudiera funcionar como pie, pezuña, pata… Nada. Alguna madrugada me haré daño de verdad.
El tiempo avanza inexorable. Ella sospecha que no juega limpio.
—Seguro que se dopa —dice—. Parece que las doce llegan antes cada día. Como si no fuera bastante con esta limitación absurda —murmura desazonada—. Hay horas con minutos de treinta segundos y con sólo setenta u ochenta centésimas. —A tanto llega la desesperación que farfulla—: Tiene un pacto con Cronos, estoy segura… Así es imposible.
No es que mi Cenicienta esté quieta durante el baile, esperando de brazos cruzados a que el príncipe se fije en ella. Sabe que si actuase con tal desidia (acaso orgullo) todo sería imposible, pues en este baile cotidiano las bellezas simpáticas, inteligentes y originales abundan.
Bien lo sabe ella.
Cuando la acerco al baile cada tarde, negocia con el hada. Pretende que le permita estar más horas cerca de las mansiones, aunque sea antes del inicio de la fiesta.
—Quizá el príncipe acabaría fijándose en mí —suspira.
Pero el hada es inflexible, aunque siempre le habla con cariño, yo diría que con ternura, cosa que Cenicienta no aprecia lo suficiente.
—Tienes desde ahora hasta las doce, ya lo sabes. En vez de protestar, agradece que te permitan seguir acudiendo cada día. Tendrás que ser más inteligente y más constante, tendrás que saber cómo mirar al príncipe para que él aprecie tu presencia.
Cada jornada se repite la conversación, cada día es lo único que escucho; ya no sé nada más, porque el viaje de regreso nunca lo hago. Siempre me quedo tirada junto a la verja de acceso, convertida en calabaza agotada, casi desahuciada.
Alguna vez he intentado llamar su atención para que regresase antes de la hora y hacer por una vez el retorno como corresponde. En tal caso le diría que quizá ya ha pasado su tiempo, que su zapato de cristal se hizo añicos; pero, repito, es una pretensión inútil. A partir de las doce de la noche, aunque me arrastre por este camino de piedras que me torturan, sólo veo cómo Cenicienta corre y corre, a veces envuelta en llanto, a veces con ganas de gritar, siempre descalza. Llegará desolada a su casa; quizá tarde en conciliar el sueño, pero sus hermanastras, en silencio, ya le han preparado las tareas que antes de las siete de la mañana tiene que empezar a ejecutar o, de lo contrario, ni siquiera tendrá derecho al baile diario, aunque concluya demasiado temprano: a las doce de la noche.

viernes, 24 de agosto de 2012

Silencio


Hay momentos, cuya duración no se puede medir aplicando criterio humano, en que conviene más el silencio. No se trata este silencio necesario de una inacción perezosa, ni viene provocado por una acidia del alma (ni del ánima, ni del ánimo). Quizá pudiera parecer lo contrario, pero el silencio al que aludo, provoca la misma extenuación que cualquier frenesí, porque se trata de hacerme todo escucha, como radar dispuesto a intentar captar hasta el latido de las alas quietas de un insecto. Es, pues, un silencio que contempla y que, por ello, requiere del concurso de cada una de mis potencias, por frágiles que sean.
Hay momentos en que importa más, dejarse hacer que hacer, porque para poder entregar algo, primero es imprescindible tenerlo, y para poseerlo es necesario haberlo encontrado, o haber encontrado el modo de entregarlo. (A veces sucede que uno posee lo que busca, pero si no acierta a darlo, no lo tiene). Dando por cierto que sólo halla quien busca, no es menos cierto que la pesquisa es eficaz cuando cada sentido está pendiente del hallazgo.
[También es posible —pero esto forma parte del proceso de búsqueda y de la atenta escucha— que no haya nada más, que se haya agotado mi tiempo. Es posible, aunque intuyo que no probable, pero es menester prever cualquier posibilidad por muy improbable que parezca].
En fin, quizá perciba a lo lejos el murmurio de la fuente, pero necesito adentrarme en el sendero correcto que desemboque en su manadero, o de lo contrario, aunque no esté lejos, mis pasos sólo serán un cazcaleo sin brújula, sin tino. Es noche cerrada, apretada. Sé que camino al borde del cantil y más que nunca preciso no errar la dirección de mis pasos, para que, al fin, mis ojos vean su mirada.