miércoles, 25 de julio de 2012

¿Despertará Caín en nuestras médulas?






Se desgarran mis versos
como jirón de luto anticipado,
preludio de las tumbas.

¿Despertará Caín
en nuestras médulas?
¿Caerá otra vez Abel
                                  bajo su inquina?
¿Beberá nuestra tierra
de su sangre?
¿Se encrespará Caín
en nuestras médulas
para matar a Abel
con la quijada,
la navaja, el fusil
                             o un bombardeo?
¿Enseñará Caín
aquella marca
con la que el mismo Dios
lo hizo intocable
aun caliente 

el cadáver de su hermano?

Se desgarran mis versos
como jirón de luto anticipado,
preludio de las tumbas.

La vieja piel de toro 
que me acuna 
arde en un fuego 
que se abrasa 
en un odio inextinguible, 
un odio que alimenta 
nuestra sangre,
un odio que descubre 
las distancias, 
algunas diferencias, 
                                     el rencor…
Un odio que germina 
sobre un surco 
de miedos y de envidias, 
sembrado por sectarios y mesías,
por verdaderos
seres inhumanos.
Un odio como polen de terror:
el semen del bozal,
el semen de los yugos,
el semen de los crímenes,
el semen de los genocidios,
el semen de las lágrimas que riegan
el osario de España.

Se desgarran mis versos
como jirón de luto anticipado,
preludio de las tumbas.

Historia repetida 
siglo a siglo, 
batallas 
esparcidas en la piel
de cada calendario, 
como una estación más 
en nuestras vidas,
entre la primavera 
y el verano

Se desgarran mis versos 
como jirón de luto anticipado, 
preludio de las tumbas.
Mientras,
veo más brazos sin labor,
y manos llenas de aire
                                          sin caricias,
y ojos con el futuro calcinado,
y madres revestidas
de insomnio interminable,
y más hambre
saciando su ceguera
junto a los basurales malolientes
en donde la opulencia
es desperdicio.

Se desgarran mis versos
como jirón de luto anticipado,
preludio de las tumbas.

sábado, 21 de julio de 2012

El ocaso son pájaros confusos



[Escucho al cantautor 
cantando sus poemas de voz rota,
llenos de garra, rabia y rebeldía.]
Quizá ni el vendaval de esta tarde de estío
pueda llevarse lejos 

—más allá del postrer acantilado
de este Planeta enfermo—,

los malos pensamientos e injusticias,
las lapidarias formas de decir
que no somos personas, sino esclavos,
las lapidarias formas de engañar
según las isobaras nos aplasten
o el escorpión de turno haya dormido.
[Escucho al cantautor
cantando sus poemas de voz rota,
llenos de garra, rabia y rebeldía.]
El ocaso son pájaros confusos:
más que volar están siendo volados;
como nosotros mismos
pues ya no caminamos, nos caminan,
nos conducen a golpe de miedo y amenaza
hacia el postrer abismo del Planeta.
Una víbora muerde al rebaño lastimero,
sólo presta atención al grito de los buitres
que empiezan a gozar con el sabor
de toda nuestra carne y nuestra sangre.
[Escucho al cantautor
cantando sus poemas de voz rota
llenos de garra, rabia y rebeldía.] 

miércoles, 18 de julio de 2012

Regreso de Madrid, noche de junio


Regreso de Madrid, noche de junio, con toda la pobreza de sus calles ruidosas (a pesar de su aspecto sonriente y danzarín), enclavada en mis ojos extraviados. Pero ya no hay opción para el engaño, tampoco para hechizos fugitivos. El alcohol como abismo de las mentes coloniza y destruye más miradas. La miseria embadurna uñas y pieles, las viste con diseños casi arcaicos, que vuelven con furor a nuestras vidas. La fetidez oscura y glutinosa que repta desde el aire a mi nariz. Dos hermosos caballos (día y noche), tan altos y tan fuertes, se acercan distraídos y obedientes, montados por agentes policiales. No estoy acostumbrado a este paisaje, mis pupilas acunan distintos horizontes. Aquí inspiro pobreza, como un átomo del etéreo elemento que permite la vida: oxígeno y pobreza, hidrógeno y angustia, nitrógeno y dolor, vapor de agua y miedo, dióxido de carbono con orín, ozono y heces, criptón y borracheras, argón y esquizofrenia. Esta noche, una brasa sobre junio, no hace falta mirar con más detalle, ni escrutar en rincones muy sombríos, ni perderse al envés de una luz tenue, acaso moribunda; ni siquiera es precisa una mirada. Hoy sólo respirar es suficiente para que la penuria se me adentre. Como si protestara, como si se quisiera hacer presente, como si reclamara sus derechos, hasta ayer arrumbados dentro de espacios mínimos, ocultos y alejados (siempre lejos). La manifestación de la escasez ha sido autorizada, me susurran los belfos de la yegua castaña, mientras se contonea lentamente sobre los adoquines de Santa Ana en dirección al Prado, como si caminase sobre una pasarela.