viernes, 16 de agosto de 2013

¿Cómo saberlo si es de noche?



Ahora debo afrontar el desorden de naranjas caídas
la humildad está para quien persevera
y critica a fondo las águilas de su corazón.
Pureza Canelo
¿Dónde estás, dónde huiste?
¿Cómo saberlo si es de noche?
Silencio de venas,
oscuro sarpullido de palabras
que no sirven, que no sienten, que no dicen,
que no,
           que nada,
que no saben mirar el engranaje
de las polifonías del amor
y sus naciones.
Me pregunto, a la altura de este Trópico,
o más allá, quién sabe,
caminando hacia mi Ártico definitivo,
en qué laberinto jadeo,
en qué pregunta mezo mi cadáver ahorcado.
¿Selva, lodo, ciudad o tundra… importa?
¿Cómo saberlo si es de noche?
Si ascendiera a la cima de una cumbre,
desde su altura inaccesible
compondría algún himno, una cantata:
el mundo está bien hecho… y mal cuidado.
¿Cómo saberlo si es de noche?
Si anduviera caminos de los hombres,
desde cualquier encrucijada
gritaría con versos como lanzas:
hemos matado lo que está bien hecho
¿Cómo saberlo si es de noche?
Si buceara a la sima del sonido
para encontrar allí el silencio o nada,
incubadora de infinito,
me haría sólo ritmo y su fragancia,
ignoto adorador de su mandorla.
¿Cómo saberlo si es de noche?
Podría caminar, sin más.
Bucear o ascender. Sangrar o acariciar.
Podría enmudecer, sin más. Silencio.
Aquietarme ante el vuelo de una mosca
parada en esta tinta o caminando
en la piel de mi dedo cuando escribo.
¿Cómo saberlo si es de noche?


Sólo esperar, sin más.
                                      Esperar solo.

lunes, 5 de agosto de 2013

Escribir con el ritmo de un latido



Escribir con el ritmo de un latido
a la velocidad que se respira,
con la única ambición de comprender
los susurros de seda de las sombras,
el modo infatigable, tenaz, lento
en que crecen y menguan y se estiran
hasta ocupar el vientre de la noche
convirtiendo al planeta
                                    en surco de los sueños.
Escribir con el ritmo de un latido
a la velocidad que se respira,
para mecer la luz de la alborada,
con el único afán de que se injerte
entre las mil corcheas de mi sangre
e intentar que amanezca en mis pupilas
tornando mi mirar abrazo o flor,
una hoguera que acune
                                    la soledad y el miedo.
Escribir con el ritmo de un latido
a la velocidad que se respira
cuando el ocaso cruza el horizonte
mientras contempla el llanto y la penuria
tiñéndose del zumo de la sangre
sintiendo nuestra herida, nuestra lágrima,
igual que ayer, iguales que mañana,
sabiendo que el milagro es
                                         ajeno a sus colores.
Escribir con el ritmo de un latido
a la velocidad que se respira,
para que cada voz y cada gesto,
si alguna vez se asoman a mi pulso,
encuentren un espejo sin fisuras,
beban agua traslúcida sin limo,
escuchen el murmullo de la brisa,
y sientan sus gargantas
                                    creciendo en mi lamento.