lunes, 25 de noviembre de 2013

Santiago López Navia, "Arte nuevo"

(TEXTO LEÍDO EL PASADO MARTES 19 DE NOVIEMBRE DURANTE LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO EN LA DIPUTACIÓN DE SEGOVIA)

Inicio

Momentos antes de iniciar el acto. De izquierda a derecha:
Pablo Méndez (editor de Vitrubio) José Carlos Monsalve
(Diputado del Área de Cultura) Santiago López Navia,
Apuleyo Soto y servidor. (Foto Diputación de Segovia)
Antes de exponer unos apuntes sobre el libro y la persona que nos convoca, querría agradecer de modo muy especial a su autor, Santiago López Navia, que se acordara de mí para un acto tan especial como presentar en sociedad un nuevo libro, que es algo así como declarar su mayoría de edad, ese momento en que definitivamente el autor ya no es su único conocedor, ni siquiera el único capaz de explicar qué dice o qué quiso decir en tal o cual página, en tal o cual verso.
La pasada semana anoté esto en mi diario, y voy entrando en materia:

«Al recoger la correspondencia del buzón, me esperaba el poemario de Santiago López Navia, Arte nuevo (Entre tantas asperezas) editado por Vitrubio con el que obtuvo el premio Ciudad de Sonseca. Voy a tener la fortuna de participar en el acto de su presentación en Segovia el próximo martes en la Diputación, precisamente.

»No es que me guste mucho figurar en estos asuntos, prefiero ser público. Siempre temo no estar a la altura, pero ante la amistad soy un tanto aventurado, acaso, pienso, mis limitaciones serán mejor perdonadas. Además todo sucederá aquí, apenas a veinte minutos a pie de alguna eventualidad.

»Escoltados mis oídos por la música de Bach, a estas horas, casi medianoche, he acabado la primera lectura del poemario, al mismo tiempo breve y hondo, tan íntimo que casi me da miedo tocarlo no vaya a hacerse añicos como un delicado cristal. Falta un semana para que llegue la hora, y creo que tendré tiempo de pergeñar mis palabras. Y ya he encontrado en su interior unos versos, donde mirarme como en un espejo, ¿acaso se le puede pedir más a un libro?:
No entregues tu criterio a las celadas
que tienden el aplauso o las insidias.
Que el canto de sirenas pueda hallarte
encadenado al mástil, pero sordo.… »
Sin saber muy bien cómo, ya ha pasado esta semana a la que me refería, ya estamos aquí, ya he alcanzado el punto en que me toca decir algo, ese instante en que espero no hacer añicos este delicado y lúcido poemario, no por que sea frágil, ni mucho menos, sino por ser tan íntimo.

Su esencia

Desde su título, Arte nuevo de la lucidez, el poema que acabo de señalar, podría considerarse uno de los arbotantes sobre los que se apoya el poemario. No en vano su título nos da la pista, pues la lucidez debería ser una de las actitudes capitales a la hora de solventar con buena calificación esta asignatura de indeterminada duración llamada vida.
Como sin duda se habrá apreciado, en estos cuatro versos es evidente la alusión a Ulises, a la Odisea, en definitiva al viaje. ¿Existe otro viaje más apasionante y duradero que el de vivir? ¿Existe algún viaje que nos deje más recuerdos y aprendizaje que aquella travesía llena de singladuras dolorosas?
Arte nuevo es un libro viajero, y no es necesario esperar al poema antedicho para alcanzar esta conclusión. Ya en el primero, el poeta propone al ‘tú a quien dirige los versos un viaje interior, desnudo, tras haber quemado las propias naves, y adentrándose el mar a nado y sin nada, es decir con los propios medios, afrontar lo esencial de la existencia. A partir de aquí el poeta decide tomar la mochila y lanzarse a una de las más arduas expediciones: recorrer el interior de uno mismo. No se conformará con un recorrido turístico por su alma, ni siquiera cartográfico, al objeto de dejarnos el mapa de los paisajes y territorios que la componen. Creo que a Santiago tal cosa no le interesa, o apenas le interesa. El objeto de esta gira es casi de carácter terapéutico, pues como bien dice su título, subrayado en cada poema, trata de encontrar y aplicar un arte nuevo, casi siempre —como apunta el subtítulo— entre tantas asperazas…
Antes de avanzar, convendría primero que nos pusiéramos de acuerdo en el significado de lo que se pretende decir, pues, si no, no nos entenderíamos. ¿Qué es ‘arte’ o, mejor dicho, en qué sentido debemos usar la palabra ‘arte’ para poder interpretar rectamente lo que el poeta quiere decirnos.
Nada más sencillo que acudir al diccionario de la RAE.
‘Arte’ es palabra que aparece definida con nueve acepciones y varias locuciones registradas en la entrada correspondiente. Salvadas las últimas que se refieren a cuestiones o profesiones muy concretas, aún disponemos de cinco posibles significados. El primero que la discreta Academia le asigna es: “virtud, disposición y habilidad para hacer algo”. La segunda se refiere a la “manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. En tercer lugar propone: “conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer bien algo”. A continuación nos recuerda que arte también es “maña o astucia”. Y por último afirma: “Disposición personal de alguien. Buen, mal arte”.
Pues bien, nuestro autor usa arte en su tercera acepción, es decir, “conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer bien algo”, aunque se le podrían aplicar sin temor a errar, tanto la primera —virtud, disposición y habilidad para hacer algo—, como la última —disposición personal de alguien. Buen, mal arte—.
En el entorno del humanismo, tan querido y tan conocido por Santiago, sobre todo a través de su indagación sin fatiga en la obra y el mundo de Cervantes, no era extraña la aparición de libros compendio de normas sobre las más diversas cuestiones encabezados por la palabra arte, tradición que viene desde los clásicos latinos, comenzando acaso por el más famoso, el ovidiano Ars Amandi.
¿Sobre qué asunto o asuntos, establece su ‘nuevo arte’? Demos otro paso, pues. Todos y cada uno de los títulos se inician del mismo modo, como un estribillo, arte nuevo de. Y aquí es donde desde el primer momento nos encontramos con el itinerario hacia las simas más hondas de nuestro ser. Por este orden aparecen en el libro: Desarraigo, guerra, encajar los golpes, lamerse las heridas, venganza, no ir a ninguna parte, despedida, no mirar atrás, decepción, amargura, error, no darse cuenta, constancia, lucidez, empezar el año, contestar a ‘cómo’ y no a ‘por qué’, paciencia, perder el tiempo, revelación, esperar días mejores. Es decir, el poeta propone un “conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer bien algo” en este caso enfrentarse a los asuntos que más afectan a la vida. El orden del poemario no es aleatorio. Como se deducirá de los títulos enumerados, el poeta parte de las situaciones más dolorosas que puedan afectar a nuestras vidas, para concluir en el sendero de la esperanza, de un futuro que será mejor, aunque no fácil de alcanzar.
Hace un par de años Santiago nos regaló el antepenúltimo de sus poemarios Ensueño y mediodía. Tras leerlo, escribí una reseña publicada en la revista digital Alenarte revista, artículo que concluí de este modo:
«Ensueño y mediodía, también o además, es un poemario tamizado por la melancolía. En la mitad del libro, y barrunto que tal colación ni es casual ni es arbitraria, está el poema (…) “Casi al mediodía” [que] termina con estos versos que (…) definen como un retrato hiperrealista —en este caso autorretrato— el alma del poeta, que pelea por ser un solitario solidario, porque es en la soledad donde el poeta puede indagar y comprender la existencia humana:
Resulta también que hoy tengo miedo
del mundo, de la calle, de la gente,
de bajar a mi infierno privado,
ese que corre en las carreteras grises,
delante de mí.
Y no sé cuál es la verdad que se me pierde,
pero desearía que la soledad se me marchase
para quedarme solo, como antes.
»
Si traigo ahora estos versos, es porque percibo en ellos, sobre todo en los tres finales, una puerta entornada, por la que ya se cuela, como luz que atravesara su rendija, la melodía del libro que estamos presentando, aunque esta afirmación mía no es más que la conclusión subjetiva de un lector, quiero decir que el autor acaso me desmienta a continuación. Y bien haría en ello.
He dicho hasta ahora que Arte nuevo es un viaje hacia lo hondo del individuo y que se trata de un compendio, al modo clásico, para enfrentarnos a cuestiones tales como el desarraigo, la guerra, el dolor… Ahora añado que, además, se trata de un viaje que sólo se puede hacer en la más honda de las soledades.
Alguien podría pensar que es contradictoria la soledad con un compendio que proponga al resto un conjunto de normas para hacer algo bien. En principio no tiene porque serlo, pues se trataría de, concluido el viaje, compartirlo con los lectores, acaso para invitarlos a que —cada uno en su propia soledad— se oriente en una travesía semejante. El Arte nuevo de Santiago no ordena en sentido imperativo, ni regula en sentido normativo, ni cataloga en sentido doctoral. Es un diálogo o una propuesta hecha con sencillez al lector.

Cómo lo dice

Nunca conviene en una presentación agotar el contenido del libro, pues entonces se corre el riesgo de impedir que algún lector se acerque a él que, a fin de cuentas, es de lo que se trata cuando un editor considera que un libro debe atravesar el umbral de la casa del escritor para intentar recorrer el mundo.
Así pues no diré más acerca de su contenido, acerca de las indagaciones y experiencias que el poeta ha trasladado a estas páginas. Acaso ya haya dicho demasiado. Sin embargo, antes de concluir mi intervención, aun a modo de someras pinceladas, destacaré algunas cuestiones formales que confieren al libro su aspecto definitivo.
En primer lugar el tono que suele ser determinante en cualquier poemario. En este caso nos encontramos con un decir reflexivo, íntimo, dialogante, como en voz baja, como una conversación tranquila y sin prisas entre amigos que se adentra en la madrugada. A pesar de los temas sobre los que reflexiona: desarraigo, guerra, venganza, heridas…, se aleja del grito melodramático tan propio del romanticismo, por ejemplo. Es un tono que bebe de fuentes tranquilas, de esa actitud estoica que desde Séneca abunda en nuestras mejores letras, y que nos lleva a ese mundo del Renacimiento tan querido y tan estudiado profesionalmente por nuestro autor. Alguien que admite la vida como le va llegando. Ajeno a la indiferencia, sí, pero igualmente ajeno a la lamentación que tiende al inmovilismo y a la autocomplacencia. Por el contrario, se trata de aprender, se trata de admitir, de asumir, y continuar, avanzar, crecer en la búsqueda de lo esencial.
Otro aspecto es el de su brevedad. Como sucede a menudo, la brevedad de un poemario no quiere decir que sea corto. Ya sé que parece un juego palabras vacío lo que acabo de decir, pero no es tal. Depende de cada lector la duración de la lectura de un libro.
Leer poesía —al menos el tipo de poesía que nos ocupa— no es lo mismo que leer prosa, como no es lo mismo escribir en prosa que escribir un poema. De algún modo el poema es como destilar la vida, o alguno de sus fragmentos. Cuando llega al lector, éste puede quedarse en el resultado último, el verso que el poeta le entrega, o bien, dejar que ese verso se abra en su interior y permita una zambullida en los sentimientos, no del poeta —eso sucedió mientras escribía—, sino del lector quien, al adentrarse en su interior, será interpelado por el verso de una manera nueva y habrá recreado el poema y lo habrá incorporado a sí mismo. No todos los poemas ni todos los versos tienen el mismo alcance, no todos llegan tan hondo, no todos provocan que el lector se detenga varios minutos y relea y vuelva a leer y sienta que aterrizan en su corazón empujándole hacia la evocación de otros momentos vividos, o hacia la reflexión. De hecho no es lo más frecuente.
Arte nuevo, en línea con lo que es habitual en la poesía de López Navia, sí puede provocar estas reacciones. Por tanto este es uno de esos libros que califico de iceberg, pues es en lo profundo donde reside su mayor densidad. Pero no sólo en lo profundo del autor, sino en lo profundo de cada lector. Y este es el milagro de los buenos poemarios —al menos de los poemarios que más me interesan— que son capaces de trascender la experiencia personal e intransferible y la presentan de tal modo que cualquiera podría saberse reflejado en sus latidos.
Prácticamente todos los versos del poemario son endecasílabos, pero escritos con la sencillez habitual de nuestro poeta que huye de recursos retóricos excesivos. A pesar de no estar de moda, escribe dos sonetos, cuya impecable factura, sobre todo en los tercetos del primero, trae ecos del conceptismo, no del más retorcido y casi inextricable, sino del que hizo grande a algunos, como Quevedo. Digo esto porque en ocasiones, el lector no lee poesía, porque tiene miedo a no entender la oscuridad de algunos versos, o perderse en su penumbra. No voy a entrar ahora en asunto tan controvertido, simplemente diré que quien lea Arte nuevo entrará en un mundo claro, conciso, comprensivo, sin barroquismos sintácticos, sin irracionalismos o surrealismos semánticos. Se encontrará con el decir directo del castellano que hablamos todos, circunscrito, eso sí, al ritmo del endecasílabo, a bellas imágenes comprensibles por cualquiera, todo ello con un solo objetivo: provocar que el lector pueda pensar sobre el asunto que se le propone.
Y ello desde el título de cada poema.
Normalmente los títulos de los poemas, no forman parte per se del contenido del poemario. Sin embargo, en este caso, al menos formalmente, funcionan como un estribillo que ayuda a recordar siempre que estamos ante un arte nuevo, una propuesta para hacer —o no hacer— algo. Y esto lo señalo, porque en la mayoría de los casos, las propuestas son sorprendentes, ajenas a lo común. Este estribillo, pues, logra que el lector recuerde que se trata de una posibilidad de afrontar la vida. O sea, un aspecto formal, al servicio del contenido del libro.
Decía más arriba que este es un libro que denomino en mi particular clasificación, iceberg. También podría calificarlo como esférico o circular, pues el final se une a su inicio, de tal modo que al acabar su lectura, al lector casi está obligado a volver a su inicio, aunque sólo sea para recordarlo. En nuestro acaso así concluye el primer poema:
«Es tiempo de sembrar a dentelladas / y en los surcos del barro / (si lo permite el hielo y no hay sequía) / regar con las cuchillas de la escarcha / la flor del desarraigo».
Y de este modo finaliza el libro:
«Vendrán días mejores. Mientras tanto / cumple morder el tiempo a dentelladas / y hacer mella en su carne escurridiza / que deja en nuestra piel sus cicatrices.»

Conclusión

En fin, y ya concluyo, si alguno de ustedes, se decide a leer este poemario —a lo que invito sinceramente— se encontrará con un libro breve, sí, pero hondo, un libro de tono reflexivo y meditativo, muy próximo a cierta línea de la poesía contemporánea que bebe desde los clásicos y tiene uno de sus afluentes más actuales en la poesía británica —tan querida por SLN— del siglo pasado, escrito sin los vanos oropeles vacíos de falsas retóricas, sino en un castellano limpio —aunque no exento de cultura— y directo, un castellano que suena con la melodía propia del endecasílabo, ese ritmo que acaba por mecer el sentimiento.
Muchas gracias a todos por escucharme, pero sobre todo, muchas gracias, nuevamente, Santiago, por haberme pedido mi participación en el acto; pero no por participar en él, sino porque sabiendo que lo debía hacer, creo que he tenido la impagable fortuna de poder pensar más y mejor sobre este poemario que compartes hoy con nosotros.
Si he conseguido no destrozarlo con mis palabras, y he logrado que alguien se interese en él, no habrá sido vana mi presencia, en caso contrario, espero que sepas disculparme.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Artículo de Norberto García Hernanz. "Valor de la poesía. Poesía en valor."


Foto de Norberto tomada de Internet
Me hago eco y transcribo aquí, la carta que nuestro amigo NORBERTO GARCÍA HERNANZ publica hoy mismo en la sección de OPINIÓN del periódico local El Adelantado de Segovia

Me permito, incluso, querido Norberto, la libertad de titular esta entrada del mismo modo en que lo haces tú en el diario.

Norberto, como organizador del "V día Internacional de la Poesía en Segovia" (pulsando AQUÍ, podéis ver las bases), escribe una carta para conseguir una mayor implicación de algún sector más de la sociedad segoviana.
Uno no puede llegar a tanto, y menos desde este rincón, tan pequeño, no obstante y con toda humildad, me sumo una vez más a este día y os invito también a que participéis en él.

CARTA AL DIRECTOR
Valor de la poesía. Poesía en valor
Norberto García Hernanz (*)
No hay en Segovia exceso de acontecimientos poéticos. De hecho son escasos y normalmente están insertados en jornadas literarias como aderezo, colofón o complemento, pero no como eventos independientes con identidad propia. En esos casos, la dificultad de mantenerse en años sucesivos, viene supeditada a la celebración de los propios eventos dichos, en los que están insertados, pudiendo sufrir modificaciones o supresiones, al no ser elementos indispensables de dichas jornadas. Caso aparte son los recitales y concursos de exclusiva dedicación poética, que necesitan cada año reinventarse y recabar de entidades altruistas los recursos y apoyos que hagan posible su continuidad. Mi deseo es -como ahora es habitual definirlo-, “poner en valor” la poesía en nuestra ciudad y concretamente, en este caso, resaltar la contribución de acontecimientos como el Día Internacional de la Poesía en Segovia, al mejor conocimiento y divulgación de nuestro patrimonio.

El Día Internacional de la Poesía en Segovia, que por quinta vez consecutiva se celebrará el próximo 22 de marzo de 2014, está precedido por una convocatoria-concurso, en la que suelen participar alrededor de doscientos poetas y poetisas, a los que se les transmite la idea de Segovia, como idílico lugar donde poder venir a recitar al empezar la primavera. Al valor intrínseco de una fase concurso de asepsia contrastada, le sucede la selección de entre veinte y veinticinco finalistas con los que se mantiene contacto permanente por Internet y que no dudan en venir a vernos desde el resto de España (y el extranjero en ocasiones), pagarse su viaje, alojamiento y comida de hermandad poética correspondiente, lo cual supone un beneficio para nuestro turismo. Lo hacen porque saben que aquí les tratamos bien, porque aquí disfrutan del recitado de sus poemas, porque se les ofrece una visita guiada de algún monumento reseñable, porque se les obsequia con el libro-antología de los poemas finalistas y porque conocen el prestigio que ha alcanzado después de cinco años esta cita, por la cual ya han pasado promesas que hoy día están consolidadas.

Creo que esta modalidad poética (concurso, recitado y antología) que de momento es única en nuestro país, debe ser valorada y potenciada por aquellas entidades que con visión de futuro, entiendan la cultura, además de como un enriquecimiento del espíritu, como vehículo que contribuya, a la mejora gastronómica, editorial y hotelera de nuestra capital. Esta jornada de poesía ya tiene algunos patrocinadores y colaboradores, a los que desde aquí agradezco su entusiasmo y apoyo, pero las múltiples posibilidades de mejora, están supeditadas a nuevas incorporaciones. Por sí sola, la poesía ya tiene valor, pero espera aún que la ayudéis a “ponerse en valor”, es decir: en el lugar que merece. Muchas gracias.

——

(*) Organizador del V Día Internacional de la Poesía en Segovia.




Cartel de la V edición del
Día Internacional de la Poesía en Segovia



miércoles, 13 de noviembre de 2013

Lágrimas vencidas (Oniliria XX)

Fuente del Jardín Botánico de Segovia de
Mariano Carabias. (Detalle)
Foto de Amando Carabias


Para María Jesús Llorens
Hay días de horizontes que se ensanchan, como un mar de sonrisas y jilgueros, días como  de orfebres que regalan carruseles de allegros ma non troppo y jardines de besos que aniquilan las nieblas del latido del ocaso y alean en el oro de las hojas que alfombran las pisadas sin aliento.
Son días como lágrimas vencidas, un vuelo de unicornios y delfines, días almidonados de futuro, cocinadas de sueños y nostalgias donde las alambradas de injusticia son apenas la sombra del otoño, casi el punto final de la novela,  casi la espalda muerta de la muerte.
Hay días para el sueño y la fragancia de una albada sin frío, sin relente, cuando la luz del sol caliente aun menos que el roce y las caricias sin fronteras quizá ebrias de utopías, pero firmes. 
Son días del otoño que parecen escritas por Vivaldi en primavera.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Mercedes Pinto: "El fotógrafo de paisajes"

El fotógrafo de paisajes. Mercedes Pinto Maldonado

1ª edición libro electrónico (epub): junio de 2013
Ed. Taugus (Espasa Calpe) ISBN: 978-84-15623-29-8


Portada de la novela

 «¿Cuántos sentidos necesita un hombre para comprender a otro? Solo uno: el de la misericordia» (El fotógrafo de paisajes. Mercedes Pinto).


Al leer esta frase de El fotógrafo de paisajes, quedé colgado de la emoción y durante algunos minutos detuve la lectura. Es de esas frases que explica, mejor que cualquier reseña o comentario, la esencia de una obra, acaso la semilla de la que ha fructificado buena parte del relato.
No es la primera novela que leo de mi amiga Mercedes Pinto (dos fueron reseñadas en el blog : La última vuelta del scaife y Pretérito imperfecto).y, como en las anteriores, al acabar el libro, tengo la sensación de que un mundo mejor es posible, a pesar de lo que las apariencias indiquen. Si los humanos fuéramos capaces de poner por encima del mal las potencias que nos empujan hacia el bien, éste acabaría triunfando.
Me doy cuenta que, una vez leído lo anteriormente escrito, podría llegarse a la errónea conclusión de que estamos ante una historia de pretensiones moralistas, sin matices.
Todo lo contrario.
El fotógrafo de paisajes es una novela densa y llena de tonos variados, de hondas reflexiones sobre la condición humana, siempre más allá de las apariencias.


El argumento


El argumento del libro —su clasificación por la editorial o por la plataforma que lo vende parece confirmarlo— lo sitúa en la órbita de la novela negra y policiaca, aunque a mi modo de ver tal calificación sólo contempla un aspecto de la obra.
Gonzalo, un joven fotógrafo recibe la invitación de su mejor amigo, Juanma —profesor de Gimnasia en un instituto—, para ir a vivir con él a Houeillès, pueblecito de la Aquitania francesa. Invitación que acepta de inmediato pues desea huir de su realidad madrileña. El don de leer las mentes de cuantos están a su lado —que se revela desde los primeros párrafos de la novela— se ha convertido en una tortura para la vida de Gonzalo. La casa resulta un lugar idílico para el protagonista pues es silenciosa, aislada y muy próxima a una zona boscosa. Sin embargo, en dicha vivienda hace no muchos meses se ha producido la misteriosa desaparición de una joven sordociega y su hijo. Por causas que no debería revelar mi reseña, ambos amigos y una muchacha del lugar especialmente interesada en el asunto, tienen la necesidad de indagar en la extraña desaparición de la joven sordociega, lo que les lleva hasta París. A partir de este momento, no debo decir más de una acción trepidante y que deja al lector sin ánimo para otra cosa distinta que no sea continuar con la lectura de la novela, que concluye de modo emocionante.


La esencia


Este argumento de novela policiaca, por así decir, es la presentación formal en que Mercedes aborda la cuestión que realmente le preocupa: la misericordia como máxima expresión de los afectos más puros del ser humano, la misericordia —probablemente frente a la ambición, las miradas superficiales, el abuso sobre los más débiles— como vía de salida ante el abismo en que ahora mismo se asoma la humanidad. Si La última vuelta del scaife es un canto a la amistad entonado dentro del molde de una novela de aventuras, Maldita una reflexión sobre la intensidad del amor hecha sobre una historia de la España profunda y rural, Pretérito imperfecto una indagación sobre el sentimiento de culpa a través de un drama resuelto a medias, El fotógrafo de paisajes propone la misericordia y la verdad como vías de salida a la crisis moral de la especie en el ámbito de un thriller con tintes de novela negra y policiaca.
No se trata, como quizá alguien haya podido pensar, de una cuestión religiosa. Más bien lo contrario: las religiones, conocedoras de los entresijos de los sentimientos humanos, usan de algunos valores o potencias que son comunes a toda la especie. Dicho de otro modo, cuando hablo de misericordia no me circunscribo a la virtud cristiana, sino que dicha potencia de nuestra alma es común a cuantos seres humanos habitaron, habitan y habitarán este Planeta —precisamente por ser universal es por lo que puede ser cristiana—.
Volviendo a la frase que abre esta reseña, a mi humilde modo de ver clave en la novela, la pregunta se refiere a la comprensión entre humanos. Es decir, la respuesta a la pregunta, o sea la misericordia, no es un sentimiento de lástima ante los males ajenos —hasta este punto se ha degradado el significado de tal actitud—, ni una ayuda más o menos generosa y puntual para tapar una necesidad concreta y apremiante, sino que es algo muchísimo más profundo, se trata de comprender al otro, y no olvidemos que según el proverbio, lo primero en el camino del amor es la comprensión, sin ésta es imposible.
Otra de las patas sobre las que se sujeta la novela es el razonamiento sobre la calificación de esta característica del protagonista. Es decir, si el poder de la telepatía que implica la total empatía con quien tiene a su lado, incluso en el dolor físico, es un don o más bien es una especie de castigo.
A lo largo del relato el lector —cada vez más atado a la silla, con la imposibilidad casi física de levantarse, por no perder el avance de la historia— siente que el argumento avanza hacia un territorio que no sospechaba inicialmente, aunque ninguno acabará por sentirse engañado, pues con la sabiduría de los narradores que saben dosificar la información que suministran a sus lectores, la autora ha dado pistas más que sobradas para que todo resulte verosímil y lógico.


Concluyendo, que me alargo


No puedo ni debo adelantar más, pero sí decir que la conclusión de la novela, plantea al lector cuestiones —algunas de las cuales se han ido planteando desde muchas páginas atrás— que no le pueden dejar indiferente.
¿Será la propuesta de Mercedes algo más que ciencia ficción? ¿Será el camino de la verdad absoluta el único que nos pueda salvar de la caída por el abismo del que cada vez estamos más próximos? ¿Se pueden romper determinados tabúes milenarios en según qué circunstancias?
Hace pocas fechas, Mercedes escribió en su blog una entrada —podéis echarle un vistazo pulsando aquí— en que, en cuanto que lectora, demanda de las novelas que tengan 4E, algo así como las estrellas de un hotel, los tenedores de un restaurante o las B de una bar… Estas en concreto: Entretenimiento, Emoción, Enseñanza, Enganche con el lector. Creo que El fotógrafo de paisajes cumple con las cuatro. Como suele decirse el escritor a veces escribe aquello que le gustaría leer, y los lectores que pretendemos disfrutar de una historia, bien que se lo agradecemos, otra vez.