martes, 24 de diciembre de 2013

Mirad la arcilla blanca (Oniliria XXII)

MIRAD la arcilla blanca, cómo alea, cómo se eleva cálido el latido de su pulso, sus ojos son abrazos y caricias, desprotegidos pétalos en llanto.
Donde ruge la envidia, donde avanza la ira, donde campea la ambición, donde los egoísmos se hacen trono sucede este milagro del silencio: ejército de sueños como ángeles, muchedumbre de cantos de pastores, guirnalda de futuro entre los lobos.
Mirad la arcilla blanca, cómo alea, cómo se eleva cálido el latido de su pulso. Mirad cómo jalbega nuestra noche y encala corazones mutilados. Mirad cómo una estrella busca su pesebre, mirad cómo los hombres se equivocan buscando resplandor en los palacios y no en aquella cueva maloliente donde el estiércol fue antes que la mirra.

Con mis más fervientes deseos de que la Navidad de este año sea un espacio y un tiempo para encontrar la senda de la felicidad que todos y cada uno os merecéis. Considerad esta oniliria, un abrazo cordial, además de la felicitación que este año, tampoco ha podido ser en forma de cuento.


¡¡Feliz Navidad!!
Foto del autor. María con el niño, del belén de
esta casa.

viernes, 6 de diciembre de 2013

La niebla (Oniliria XXI)

La niebla de diciembre, collar de hielo y perla en su garganta, es bufanda que cuida los sueños de los ángeles junto a la madrugada.
Los protege del frío con su escarcha, evita que sus ojos descubran a los cisnes negros de la noche rompiendo con sus picos como azadas la arcilla donde laten los relojes que calientan la arcilla y sus retinas.
Porque si sus pupilas, luz de estrellas, vieran nuestro cadalso y nuestra ruina, se inundaría el mar con tanto llanto, y los cisnes de sombra y cieno no tendrían lugar para el descanso, ni siquiera en la entraña más lejana del último centímetro del viento.